La expulsión del Eminentísimo Cardenal Primado de España
Un comentario y unas aclaraciones
El eminentísimo Cardenal Primado, por orden del Gobierno, ha sido detenido por la Guardia Civil y obligado a repasar la frontera cuando, cumplida la misión que le llevó a Roma, desaparecidas las causas circunstanciales que aconsejaron su prudente alejamiento, vuelve a su patria, a su diócesis, a su sede, para entregarse a sus sagrados deberes pastorales. Señalamos este hecho con más dolor que indignación, sorprendidos más que quejosos de esta, para nosotros, incomprensible actitud del Gobierno de la República.
Porque no se nos alcanza la razón que haya movido a los hombres que rigen la República española a juzgar como un delincuente político, peligroso para la patria, a un prelado virtuosísimo, que por añadidura es el jefe, la más alta dignidad de la Iglesia española, que se reintegra a su diócesis en uso de un derecho, en ninguno como en este régimen, más digno de respeto: la libertad ciudadana, y en cumplimiento de un deber en él inexcusable, el de regir espiritualmente su diócesis.
No habrá sido porque, recientemente, en el documento colectivo de los arzobispos metropolitanos de España, él, con los demás ilustres prelados, en nombre de todo el Episcopado español, insistiera en recomendar a los católicos el acatamiento leal al régimen y la obediencia a las autoridades constituidas y su activa colaboración con ellas al bien común, según la doctrina de la Iglesia.
Todavía menos, por incumplimiento de decreto, de orden ministerial, ya que no existe ninguna disposición gubernativa imponiéndole extradición. Ni porque -en un inadmisible exceso de imaginación- se le suponga peligroso a la paz social… cuando las fronteras están abiertas a extranjeros propagandistas de agitaciones subversivas, como el diputado comunista francés Doriot, como el redactor ruso del órgano oficial de los soviets “Pravda”; cuando en el Congreso Nacional anarco-sindicalista se habla de preparar y organizar la revolución social; cuando se permite que en un diario madrileño aparezcan las amenazas del doctor Vallina, anunciando que Extremadura y Andalucía arderán de punta a punta, si no se accede a conceder la totalidad de las peticiones anarco-sindicalistas.
Con profundo y sincero dolor anotamos este hecho que hiere los más caros sentimientos de los católicos españoles. Lamentaríamos el ver tratado de esa manera a un prelado, cualquiera que fuese, de la Iglesia española; como católicos y como toledanos, lo sentimos doblemente por tratarse de nuestro prelado, cuyas virtudes tantas veces hemos tenido ocasión de admirar.
ACLARACIONES A LOS INFORMES DE LA PRENSA MADRILEÑA
Todos los periódicos han dedicado amplísima información a la detención del eminentísimo señor Cardenal Primado. En otro lugar publicamos nosotros la información de nuestro querido colega “El Debate”, que es muy completa y, salvo en algunos pormenores, bastante exacta.
No podemos decir otro tanto de la información oficial, incompleta y evidentemente encaminada a quitar importancia al incidente y a justificar lo que no tiene justificación. De las noticias publicadas por ciertos periódicos, ¿para qué hablar? Continúan su campaña sin reparar en medios. Las personas sensatas saben ya a qué atenerse.
¿POR QUÉ REGRESÓ EL CARDENAL PRIMADO?
Es de advertir que al señor Cardenal, cuando hace un mes se ausentó de España, no se le comunicó, ni por escrito ni de ninguna otra manera, una orden de expulsión.
Por graves razones de todos conocidas y por otras que en su día se conocerán, creyó oportuno ausentarse algún tiempo de España; pero sin renunciar a volver cuando juzgase que podía o debía hacerlo. Tenía, por lo menos, el mismo derecho que asiste a todos los ciudadanos de residir en su patria. Tenía además la obligación de regresar a su diócesis, a la cual le ligan sacratísimos deberes.
No es cierto que su Eminencia hubiera prometido al Gobierno no regresar a España, por lo menos sin ponerlo en su conocimiento. Ni él hizo, ni nadie le pidió esta promesa. Lo que sí es cierto es que el señor Cardenal, por conducto enteramente fidedigno, recibió la seguridad de que no había inconveniente en que regresase a España.
Y por eso regresó, no a hurtadillas, sino mostrando en la frontera su pasaporte, con su nombre y apellidos. Y por cierto que el agente que inspeccionó el pasaporte, reconoció al punto al Cardenal Primado.
Desde la frontera el señor Cardenal vino a Madrid, dirigiéndose a su residencia habitual, pues no tenía por qué ocultarse.
¿POR QUÉ FUE DETENIDO?
El señor ministro de la Gobernación, cautamente, se ha limitado a decir que “el Gobierno considera que la presencia del cardenal en España puede ser peligrosa”.
Peligrosa… ¿por parte de quién? ¿Del señor Cardenal? Cítese un solo acto suyo, una sola palabra suya, que dé fundamento a esta afirmación. ¿Peligrosa por parte de determinados elementos? En ese caso es singular que se detenga a la víctima y se deje libertad a los alborotadores.
Se ha hablado de una reunión que el señor Cardenal iba a celebrar en Guadalajara con los sacerdotes de la capital. Es cierto. Su Eminencia, a la vez que iba a hacer la visita canónica al convento de las religiosas adoratrices, quería reunir al clero de la ciudad, no a otros elementos católicos, ni siquiera a significados miembros del Cabildo Primado, como aseguran algunos periódicos.
¿Pero es cosa nueva que un prelado, al visitar una población, convoque a su clero para conversar con ellos, para alentarles a cumplir su deber? ¿No lo hace siempre así el señor Cardenal? ¿No lo hacen todos los prelados? ¿Quién puede impedir que los prelados reúnan a sus sacerdotes para los fines propios de su ministerio?
DETENIDOS VOLUNTARIOS
Al preguntar los familiares del señor Cardenal cuál era la situación legal de su Eminencia y la suya propia, se les contestó en el Gobierno civil de Guadalajara:
-Detenidos voluntarios.
No cabe duda que la respuesta es ingeniosa.
Detenidos voluntarios, pero rigurosamente incomunicados. Ni aún con la anciana madre del señor Cardenal pudieron comunicarse porque, casualmente, el teléfono del convento de los Padres Paules “estaba descompuesto”. Solamente después de doce horas de detención, fue posible comunicar desde el Gobierno civil.
Aún después de la partida del señor Cardenal, su hermano don Quintín y el capellán siguieron siendo “detenidos voluntarios” hasta la diez de la noche.
LAS ATENCIONES DE UN GOBERNADOR
A lo que parece, de Madrid recibió el señor gobernador de Guadalajara orden de guardar al señor Cardenal todas las atenciones debidas a su persona y elevada jerarquía. Era natural que así fuese, pues no se trataba de ningún delincuente.
Pero el señor gobernador de Guadalajara debe de tener ideas especiales de las atenciones que se deben a un príncipe de la Iglesia, con categoría oficialmente reconocida por las leyes, y que además ejerce autoridad en la provincia.
Se detuvo al señor Cardenal en una habitación del Gobierno civil, harto poco decorosa. Al cabo de un rato se le invita a pasar a otra algo mejor. Y con su Eminencia y con sus acompañantes, en la misma habitación, la Guardia Civil… hasta que su Eminencia hubo de indicar que no pensaba fugarse y que, en todo caso, la Guardia Civil podría vigilar estando fuera de la habitación.
La detención en el Gobierno civil duró seis horas. El señor gobernador, ni aún en el tiempo que su Eminencia estuvo en el Gobierno, se dignó saludarle, comunicándoles todas las órdenes por intermediarios.
¿SE VA DE GRADO EL SEÑOR CARDENAL?
El señor subsecretario de Gobernación ha manifestado a los periodistas que “el cardenal Segura marcha de España de grado”.
Seguimos en la teoría de la “detención voluntaria”.
Pues bien, lo cierto es que su Eminencia, al intimársele la orden de partir, exigió que se le comunicase por escrito. Y la orden escrita se dio: una orden que no ocupa más de cuatro breves líneas, y que quedará como prueba de lo que un señor gobernador entiende por atenciones debidas a un cardenal de la Iglesia romana.
Aún con esa orden su Eminencia manifestó las razones que tenía para permanecer en España. Protestó que no se le dijesen las causas de su expulsión, y solo ante la orden terminante, nuevamente repetida por los agentes de la autoridad, partió para el destierro, sin oponer ya resistencia.
LA ENFERMEDAD DEL SEÑOR CARDENAL
En Toledo nadie ignora el precario estado de salud del señor Cardenal, que se ve obligado a observar un plan médico rigurosísimo.
Precisamente una de las cosas más admirables en él es la fuerza de voluntad para sobreponerse a su enfermedad y trabajar con la sonrisa en los labios, aunque su cuerpo esté lacerado por el dolor.
Al darle diez minutos de plazo para responder a la orden de partida, alegó su malestar, que fue reconocido como cierto por los médicos. ¿Tan urgente era la partida que no se pudiese aplazar un día siquiera? ¿No se hubiera, cuando menos, podido acceder a que hiciese el viaje en tren, para aminorar las molestias?
No es, pues, exacto que el señor Cardenal alegase como excusa para no salir de España su estado de salud. Lo que alegó fue la obligación que tiene de atender al gobierno de su diócesis, y el derecho que le asiste como prelado y como español de residir en España mientras no se demuestre que ha dado motivo para se le expulse.
¿TUMULTOS EN GUADALAJARA?
En varios periódicos se publica la noticia de que hubo tumultos en Guadalajara contra el señor Cardenal.
En la capital alcarreña se sonreirán de estos tumultos de que allí nadie se ha enterado. Basta lo escrito como prueba del apasionamiento con que se ha informado en este asunto. La verdad se abrirá paso. A ello hemos querido ayudar nosotros con estas rectificaciones, que no podemos por hoy alargar más.
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