Los sacramentos al alcance de los niños (3)
por Un obispo opina
TEMA: LA EUCARISTÍA
En el artículo anterior hablamos de la confirmación; vamos a hablar en éste de la Eucaristía como sacramento principal.
Niño: Anda, pues la confirmación es más importante de lo que yo creía. Cuando la recibimos ¿ya somos cristianos completos, es decir, somos ya como debemos ser, o falta algún otro sacramento?
Jesús: Para ser cristianos completos, falta el sacramento principal, la Eucaristía.
Niño: Yo creía que el principal era el bautismo porque nos hace cristianos, que es lo más grande que podemos ser.
Jesús: El bautismo os hace cristianos, y es lo más grande que podéis ser; pero ¿sabes de dónde le viene al bautismo la fuerza para haceros cristianos?
Niño: ¿De dónde? De ti ¿no?
Jesús: Sí, de mí; pero al bautismo le viene la fuerza de la Eucaristía, que es donde yo estoy presente como tú estás aquí.
Ahora te hago una pregunta: ¿qué es más importante para beber, el grifo o el manantial?
Niño: ¡Hombre!, el manantial, porque si no hay manantial, por muchos grifos que haya...
Jesús: Muy bien. Pues la eucaristía es la fuente o el manantial de vida divina, y esta vida que brota de la eucaristía, es la que van comunicando todos los demás sacramentos, como los distintos grifos comunican el agua que mana del manantial.
Niño: Y ¿por qué la Eucaristía es el manantial? Porque yo creía que la eucaristía era muy importante, pero tanto...
Jesús: Atiende bien. ¿Tú sabes quién os ha salvado?
Niño: Tú.
Jesús: ¿Cómo os he salvado?
Niño: Con todo lo que hiciste en tu vida, sobre todo, muriendo en la cruz por nosotros.
Jesús: Sí. Muriendo en la cruz, ofrecí al Padre toda mi vida en sacrificio por vuestra salvación. El Padre aceptó el sacrificio de mi vida, os perdonó y manifestó que os perdonaba resucitándome y sentándome a su derecha.
Todo esto ¿sabes cómo se llama?
Niño: No.
Jesús: Se llama el Misterio Pascual.
Niño: Lo he oído muchas veces pero no sabía lo que era.
Eucaristía, sacrificio y banquete
Jesús: Ya lo sabes pues. Pero ¿sabes que la eucaristía es la renovación del sacrificio que hice de mi vida, muriendo y resucitando?
Niño: O sea, que es la renovación del Misterio Pascual.
Jesús: Muy bien. ¿Y sabes la única diferencia que hay entre mi pasión y muerte hace más de 2000 años y la eucaristía? Pues que en la cruz me ofrecí al Padre por vosotros sufriendo; por lo que el Padre me resucitó y me entronizó a su derecha; fue la coronación de mi Pascua.
En la eucaristía continúo ofreciéndome al Padre, pero sin sufrir. Por eso en la eucaristía se renueva mi sacrificio de la cruz, en el que sigue presente el ofrecimiento de “toda mi vida” desde que me encarné hasta mi muerte y resurrección.
¿Entiendes ahora por qué la eucaristía es lo más importante? Porque del sacrificio de mi vida en la cruz brota la vida que os comunico por los sacramentos y que es la misma vida divina que yo tengo.
Niño: Yo creía que la eucaristía era un banquete y una fiesta.
Jesús: Y lo es. Pero primero, es sacrificio; en el banquete se come lo que se ha sacrificado. Para que haya banquete ha de haber algo que comer. Y lo que hay en la eucaristía para comer, es mi cuerpo y sangre que se han sacrificado en la cruz.
Además de sacrificio, la eucaristía es también una fiesta, porque todos nos alegramos; también el Padre y yo, porque habéis sido salvados. Y lo celebramos en el banquete de la misa.
Niño: Entonces ¿qué es más importante, el sacrificio o el banquete?
Jesús: Las dos cosas son importantes, pero recuerda que no puede haber banquete sin sacrificio. Aunque hay algunos que van a gusto al banquete, pero les cuesta unirse a mí en el sacrificio. Tú no eres de esos ¿verdad?
Niño: ¡Qué va!
¿Te gusta pues que comulguemos siempre que vayamos a misa?
Jesús: Sí; pero también ahora te hago otra pregunta: ¿Al banquete van los amigos o los que no lo son?
Niño: Los amigos.
Jesús: ¿Y sabes quiénes son los amigos de Dios?
Niño: Los que están en gracia.
Jesús: Pues para participar en el banquete de la comunión hay que estar en gracia, es decir, sin pecado mortal; si estás en pecado, debes pedir perdón en el sacramento de la penitencia antes de comulgar; de lo contrario, irías al banquete sin ser amigo. Y eso no estaría bien.
Jesús, realmente presente en el sagrario
Niño: Bueno, Jesús, quería preguntarte otra cosa, y es que, cuando estamos en la iglesia, doblamos la rodilla al pasar por delante del sagrario. ¿Por qué?
Jesús: Hombre, me gusta que me hables del sagrario, porque muchos niños no saben que el sagrario es esa pequeña casita que hay cerca o encima del altar, que es donde yo estoy de verdad y no por imágenes.
Niño: Pero tú estás en todas partes.
Jesús: ¿Crees que estoy en todas partes?
Niño: Claro que sí. ¿No eres Dios?
Jesús: Sí, soy Dios; y como Dios, estoy en todas partes. Pero soy también hombre; y, a ver cómo me contestas esta pregunta: ¿como hombre también estoy en todas partes?
Niño: También.
Jesús: Pues no. Te he hecho la pregunta porque hay niños que se olvidan de que estoy en el sagrario o creen que en el sagrario estoy como en una imagen, o en una estampa, o en una medalla, algo así como tú estás en una foto.
Pero, de verdad, de verdad, donde estoy como hombre ya resucitado, es en el cielo y en la eucaristía. Por eso tiene tanta importancia la eucaristía que se guarda en el sagrario. No te extrañará pues, que me guste que mis amigos, los niños, estén un ratito en la iglesia junto al sagrario y que charlen un poquito conmigo.
ORACIÓN
Gracias, Padre, por haberme hecho hijo tuyo. Me has creado para eso. Desde mi Bautismo soy hijo tuyo de verdad. Quiero llamarte con toda el alma: ¡PADRE! Es así como Jesús nos enseñó a llamarte.
Para poder vivir como hijo tuyo, me has dado tu Espíritu en el sacramento de la Confirmación. Que tu Espíritu me vaya cambiando el corazón; no quiero ser de esos hijos que se olvidan de su Padre Dios, en vez de estar siempre pendientes de Él. Que tu Espíritu me ayude a trabajar para que todos mis amigos te conozcan y te amen.
Te doy gracias, Jesús, de manera especial, por el sacramento de la Eucaristía porque en ella renuevas cada día el ofrecimiento de tu vida que hiciste al Padre al morir en la cruz.
Y te doy gracias porque te has quedado para siempre con nosotros en el Sagrario. Ahora que lo comprendo mejor, estaré más veces contigo junto al sagrario, porque allí estás tú de verdad de verdad. ¿Te gusta? ¡A que sí!
José Gea
En el artículo anterior hablamos de la confirmación; vamos a hablar en éste de la Eucaristía como sacramento principal.
Niño: Anda, pues la confirmación es más importante de lo que yo creía. Cuando la recibimos ¿ya somos cristianos completos, es decir, somos ya como debemos ser, o falta algún otro sacramento?
Jesús: Para ser cristianos completos, falta el sacramento principal, la Eucaristía.
Niño: Yo creía que el principal era el bautismo porque nos hace cristianos, que es lo más grande que podemos ser.
Jesús: El bautismo os hace cristianos, y es lo más grande que podéis ser; pero ¿sabes de dónde le viene al bautismo la fuerza para haceros cristianos?
Niño: ¿De dónde? De ti ¿no?
Jesús: Sí, de mí; pero al bautismo le viene la fuerza de la Eucaristía, que es donde yo estoy presente como tú estás aquí.
Ahora te hago una pregunta: ¿qué es más importante para beber, el grifo o el manantial?
Niño: ¡Hombre!, el manantial, porque si no hay manantial, por muchos grifos que haya...
Jesús: Muy bien. Pues la eucaristía es la fuente o el manantial de vida divina, y esta vida que brota de la eucaristía, es la que van comunicando todos los demás sacramentos, como los distintos grifos comunican el agua que mana del manantial.
Niño: Y ¿por qué la Eucaristía es el manantial? Porque yo creía que la eucaristía era muy importante, pero tanto...
Jesús: Atiende bien. ¿Tú sabes quién os ha salvado?
Niño: Tú.
Jesús: ¿Cómo os he salvado?
Niño: Con todo lo que hiciste en tu vida, sobre todo, muriendo en la cruz por nosotros.
Jesús: Sí. Muriendo en la cruz, ofrecí al Padre toda mi vida en sacrificio por vuestra salvación. El Padre aceptó el sacrificio de mi vida, os perdonó y manifestó que os perdonaba resucitándome y sentándome a su derecha.
Todo esto ¿sabes cómo se llama?
Niño: No.
Jesús: Se llama el Misterio Pascual.
Niño: Lo he oído muchas veces pero no sabía lo que era.
Eucaristía, sacrificio y banquete
Jesús: Ya lo sabes pues. Pero ¿sabes que la eucaristía es la renovación del sacrificio que hice de mi vida, muriendo y resucitando?
Niño: O sea, que es la renovación del Misterio Pascual.
Jesús: Muy bien. ¿Y sabes la única diferencia que hay entre mi pasión y muerte hace más de 2000 años y la eucaristía? Pues que en la cruz me ofrecí al Padre por vosotros sufriendo; por lo que el Padre me resucitó y me entronizó a su derecha; fue la coronación de mi Pascua.
En la eucaristía continúo ofreciéndome al Padre, pero sin sufrir. Por eso en la eucaristía se renueva mi sacrificio de la cruz, en el que sigue presente el ofrecimiento de “toda mi vida” desde que me encarné hasta mi muerte y resurrección.
¿Entiendes ahora por qué la eucaristía es lo más importante? Porque del sacrificio de mi vida en la cruz brota la vida que os comunico por los sacramentos y que es la misma vida divina que yo tengo.
Niño: Yo creía que la eucaristía era un banquete y una fiesta.
Jesús: Y lo es. Pero primero, es sacrificio; en el banquete se come lo que se ha sacrificado. Para que haya banquete ha de haber algo que comer. Y lo que hay en la eucaristía para comer, es mi cuerpo y sangre que se han sacrificado en la cruz.
Además de sacrificio, la eucaristía es también una fiesta, porque todos nos alegramos; también el Padre y yo, porque habéis sido salvados. Y lo celebramos en el banquete de la misa.
Niño: Entonces ¿qué es más importante, el sacrificio o el banquete?
Jesús: Las dos cosas son importantes, pero recuerda que no puede haber banquete sin sacrificio. Aunque hay algunos que van a gusto al banquete, pero les cuesta unirse a mí en el sacrificio. Tú no eres de esos ¿verdad?
Niño: ¡Qué va!
¿Te gusta pues que comulguemos siempre que vayamos a misa?
Jesús: Sí; pero también ahora te hago otra pregunta: ¿Al banquete van los amigos o los que no lo son?
Niño: Los amigos.
Jesús: ¿Y sabes quiénes son los amigos de Dios?
Niño: Los que están en gracia.
Jesús: Pues para participar en el banquete de la comunión hay que estar en gracia, es decir, sin pecado mortal; si estás en pecado, debes pedir perdón en el sacramento de la penitencia antes de comulgar; de lo contrario, irías al banquete sin ser amigo. Y eso no estaría bien.
Jesús, realmente presente en el sagrario
Niño: Bueno, Jesús, quería preguntarte otra cosa, y es que, cuando estamos en la iglesia, doblamos la rodilla al pasar por delante del sagrario. ¿Por qué?
Jesús: Hombre, me gusta que me hables del sagrario, porque muchos niños no saben que el sagrario es esa pequeña casita que hay cerca o encima del altar, que es donde yo estoy de verdad y no por imágenes.
Niño: Pero tú estás en todas partes.
Jesús: ¿Crees que estoy en todas partes?
Niño: Claro que sí. ¿No eres Dios?
Jesús: Sí, soy Dios; y como Dios, estoy en todas partes. Pero soy también hombre; y, a ver cómo me contestas esta pregunta: ¿como hombre también estoy en todas partes?
Niño: También.
Jesús: Pues no. Te he hecho la pregunta porque hay niños que se olvidan de que estoy en el sagrario o creen que en el sagrario estoy como en una imagen, o en una estampa, o en una medalla, algo así como tú estás en una foto.
Pero, de verdad, de verdad, donde estoy como hombre ya resucitado, es en el cielo y en la eucaristía. Por eso tiene tanta importancia la eucaristía que se guarda en el sagrario. No te extrañará pues, que me guste que mis amigos, los niños, estén un ratito en la iglesia junto al sagrario y que charlen un poquito conmigo.
ORACIÓN
Gracias, Padre, por haberme hecho hijo tuyo. Me has creado para eso. Desde mi Bautismo soy hijo tuyo de verdad. Quiero llamarte con toda el alma: ¡PADRE! Es así como Jesús nos enseñó a llamarte.
Para poder vivir como hijo tuyo, me has dado tu Espíritu en el sacramento de la Confirmación. Que tu Espíritu me vaya cambiando el corazón; no quiero ser de esos hijos que se olvidan de su Padre Dios, en vez de estar siempre pendientes de Él. Que tu Espíritu me ayude a trabajar para que todos mis amigos te conozcan y te amen.
Te doy gracias, Jesús, de manera especial, por el sacramento de la Eucaristía porque en ella renuevas cada día el ofrecimiento de tu vida que hiciste al Padre al morir en la cruz.
Y te doy gracias porque te has quedado para siempre con nosotros en el Sagrario. Ahora que lo comprendo mejor, estaré más veces contigo junto al sagrario, porque allí estás tú de verdad de verdad. ¿Te gusta? ¡A que sí!
José Gea
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