Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Pastoral del Cardenal Segura de 1931 (3)

por Victor in vínculis

Esta es la tercera entrega de la Carta pastoral del 1 de mayo de 1931 que, con el título Sobre los deberes de los católicos en la hora actual, publicó el cardenal Segura.

 

Deberes religiosos de los católicos en la hora presente

Necesario es insistir apremiantemente sobre los deberes religiosos de los católicos en la hora actual.

El arma poderosa e invencible en todas las necesidades temporales y espirituales, así de los individuos como de los pueblos, es el arma de la oración cuando ésta reúne las condiciones que señaló el Divino Maestro.

En España, en estos momentos difíciles, no se ha orado ni se ora lo bastante, ni se ha hecho la debida penitencia por los gravísimos pecados con que se ha provocado a la divina justicia, y es necesaria una rectificación de conducta si queremos llegar al triunfo de la buena causa.

Nos hemos dejado dominar por el espíritu de naturalismo que nos envuelve y hemos fiado en lograr el éxito de nuestras empresas a los medios humanos cuando hay que buscar en Dios Nuestro Señor el remedio de nuestros males.

Creemos, pues, imprescindible se organice, principalmente por las señoras católicas, una cruzada de oraciones y de sacrificios para impetrar del cielo el auxilio de que en estos momentos estamos tan necesitados.

Provechosísimamente podrán tomar a su cargo esta obra bajo la dirección de los reverendos párrocos las señoras que en una u otra forma militen bajo las banderas de la Acción Católica.

Extensísimo es el campo de acción que se las ofrece, promoviendo con toda intensidad no sólo oraciones privadas por las necesidades de la Patria, sino actos solemnes de culto, preces, rogativas, peregrinaciones de penitencia y utilizando los medios tradicionalmente usados en la Iglesia para impetrar la divina misericordia, conforme a lo que dispusimos en nuestra circular del día 15 de abril.

 

Deberes de los católicos en cuanto al Gobierno provisional

Innecesario es, por sabido de todos, hacer constar que la Iglesia no siente predilección hacia una forma particular de Gobierno.

Podrá discutirse en el terreno de los principios filosóficos cuál es la mejor, y aún puede suceder que entre los filósofos cristianos haya una cierta unanimidad en preferir determinado régimen, pero la Iglesia, sobre este punto, ha reservado su parecer, y es natural que así haya procedido, ya que la mejor forma de Gobierno de una nación no se ha de determinar solamente a la luz de los principios filosóficos, sino ponderando multitud de circunstancias de lugar, tiempo y personas. La tradición, la historia, la índole y temperamento de cada pueblo, su cultura y civilización, sus usos y costumbres, su estado social, hasta su geografía y las circunstancias externas que le rodean, pueden hacer preferible una forma de Gobierno que teóricamente no sea la más perfecta.

Siendo el fin director de la autoridad civil el promover el bien temporal de sus súbditos, no toca a la Iglesia, que tiene un fin mucho más alto, descender a un campo donde se ventilan intereses que, aunque muy respetables, son de un orden muy inferior.

Más no por eso se desentiende por entero del bien temporal de sus hijos. Es misión de paz la suya, y para mantener la paz, que es fundamento del bien público y condición necesaria del progreso, está siempre dispuesta a colaborar, dentro de su esfera de acción, con aquellos que ejerzan la autoridad civil.

Pero, a su vez, pide que ésta respete los derechos que otorgó a la Iglesia su divino Fundador y que, dentro también de la esfera de acción del poder temporal, la ayude, en perfecta concordia, al cumplimiento de sus altísimos fines.

A la luz de estos principios, fácil es determinar cuáles son los deberes que incumben a los católicos con relación al Gobierno provisional que actualmente rige los destinos de nuestra Patria.

La Santa Sede, en ocasiones análogas, ha trazado normas que los católicos deben cumplir con fidelidad.

Según estas normas, es deber de los católicos tributar a los Gobiernos constituidos de hecho respeto y obediencia para el mantenimiento del orden y para el bien común. Sírvanos en este punto de guía para nuestra conducta la prudentísima actitud de la Santa Sede, que al darse por notificada de la constitución del nuevo Gobierno provisional, declaró estar dispuesta a secundarle en la obra de mantenimiento del orden social, confiando que él también, por su parte, respetará los derechos de la Iglesia y de los católicos en una nación donde la casi totalidad de la población profesa la religión católica.

 

Deberes de los católicos en la actuación política

Más de una vez se ha repetido en estos últimos tiempos que la Iglesia no debe mezclarse en la política. Pero, como ya advirtió Pío X, «no es ciertamente la Iglesia quien ha bajado a la arena política; hanla arrastrado a ese terreno para mutilarla y despojarla».

¿No se le ha de conceder, cuando menos, el derecho de defenderse en el mismo terreno en que se la combate? «Cuando la política toca al altar -decía Su Santidad Pío XI a la Federación Universitaria Italiana-, entonces la religión, y la Iglesia, y el Papa, que la representa, no sólo tienen derecho, sino deber de dar indicaciones, y normas, que los católicos tienen el derecho de buscar y la obligación de seguir

De aquí que el Sumo Pontífice Pío X reprobó la doctrina que afirma que es un abuso de la autoridad eclesiástica el que la Iglesia prescriba al ciudadano lo que debe hacer.

No se preocupa la Iglesia de intereses puramente temporales, y no quiere invadir ajenas jurisdicciones ni privar a sus hijos de la legítima libertad en aquellas cosas que Dios dejó a las disputas de los hombres; pero tampoco puede consentir que se desconozcan o se mermen sus derechos ni los derechos religiosos de sus hijos.

Cuando esto suceda, cumplirá un deber, al que no puede sustraerse sin faltar su misión divina, advirtiendo a los católicos el peligro, excitándolos a conjurarlo y dándoles normas para el mejor logro de sus fines superiores.

A los católicos toca el acatar y cumplir los mandatos y normas de la Iglesia, que con la asistencia del Espíritu Santo, que la gobierna, y con la experiencia de veinte siglos, sabe hallar siempre, en medio de las mayores oscuridades, el camino de la verdad y del acierto.

La Iglesia, pues, nos enseña, en primer lugar, que “cuando los enemigos del reinado de Jesucristo avanzan resueltamente, ningún católico puede permanecer inactivo, retirado en su honor o dedicado solamente a las negocios particulares”.

«Procurar y acelerar -dice Su Santidad Pío XI en su encíclica acerca de la realeza de Nuestro Señor Jesucristo- la vuelta de la sociedad a Jesucristo con, acción y con las obras es ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno falte a quienes llevan ante sí la antorcha de la verdad. Esta desventaja quizá proceda de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es forzoso que los enemigos de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia».

«A vosotros -decía a su vez a los católicos Pío X en su encíclica Communium rerum-; a vosotros toca resistir valerosamente contra esta funestísima propensión que tiene la moderna sociedad a adormecerse cuando más arrecia la lucha contra la religión, en una inercia vergonzosa, buscando una "vil neutralidad" levantada sobre vanos restos y compromisos; todo en daño de lo justo y de lo honesto, olvidados de aquella infalible y terminante sentencia de Cristo: "El que no está conmigo, está contra Mí».

El mismo Pío X, en su áureo documento Inter catholicos hispaniae, escribió estas palabras. «Tengan todos presente que ante el peligro de la religión y del bien público, a nadie es lícito permanecer ocioso». De lo cual, lógicamente, dedujo nuestro venerable predecesor el cardenal Aguirre, en la primera de sus memorables Normas de Acción Católica y Social «que los católicos no deben abandonar en manos de sus enemigos gobierno y administración de los pueblos».

A esto equivaldría su abstención, pues como advierte el Papa León XIII en su encíclica Inmortale Dei: «Si los católicos se están quietos y ociosos, fácilmente se apoderarán de los asuntos públicos personas cuyas ideas pueden no ofrecer grandes esperanzas de saludable Gobierno».



5 de mayo de 1929. Coronación de la Santísima Virgen de la Encarnación, patrona de Carrión de Calatrava (Ciudad Real), por el cardenal Segura y el beato Narciso de Estenaga, Obispo-Prior de las Órdenes Militares y prelado de Ciudad Real.


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