Los sacramentos
por Un obispo opina
En la primera parte hemos visto cómo es Dios y cómo es el hombre. Hemos visto también qué es lo que Dios quiere del hombre, es decir, que se porte como hijo suyo, imitando a Jesús, Hijo único del Padre.
En esta segunda parte vamos a ver cómo Dios nos hace hijos suyos y hermanos de Jesús, y cómo nos ayuda para que podamos desarrollar nuestra filiación respecto del Padre, y nuestra fraternidad respecto de Jesús y de los hombres.
El Padre realizó nuestra salvación de una vez para siempre, por medio de Jesús. Y Jesús se hace presente en los sacramentos para seguir salvándonos y santificándonos.
De ahí la importancia de los sacramentos, ya que lo que salva son las acciones de Jesús, no nuestras propias acciones.
Tres de los siete sacramentos, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, son llamados de la “Iniciación” porque nos estructuran como cristianos ya que con ellos recibimos la vida divina y la fortalecemos.
Dos sacramentos, la Penitencia y la Unción de los Enfermos, son llamados Sacramentos de Curación porque curan nuestras heridas espirituales con el perdón, y nos alivian en la enfermedad.
Los otros dos, el Orden y el Matrimonio, son considerados como los sacramentos al servicio de la comunidad; el primero para que Jesús nos siga salvando por medio de su sacerdocio; y el segundo, para que los esposos se sirvan uno al otro amándose y sirvan a sus hijos queriéndoles mucho y educándolos cristianamente.
De los siete sacramentos, tres (Bautismo, Confirmación y Orden) producen un efecto que se llama carácter, es decir, que nos configuran con Cristo como Hijo (bautismo), como Testigo del amor del Padre (confirmación) y como Sacerdote (orden sacerdotal). Los tres son definitivos e irrepetibles porque configuran a la persona en función de la misión que Dios le asigna; no son como un título o un cargo que se obtiene, al que se puede renunciar o que se puede perder.
Y todos los sacramentos son una celebración de la Pascua del Señor. Y puesto que en toda celebración pascual, está implicada la comunidad, hemos de tener en cuenta que celebramos los sacramentos en familia. En esto consiste fundamentalmente la Liturgia.
José Gea
En esta segunda parte vamos a ver cómo Dios nos hace hijos suyos y hermanos de Jesús, y cómo nos ayuda para que podamos desarrollar nuestra filiación respecto del Padre, y nuestra fraternidad respecto de Jesús y de los hombres.
El Padre realizó nuestra salvación de una vez para siempre, por medio de Jesús. Y Jesús se hace presente en los sacramentos para seguir salvándonos y santificándonos.
De ahí la importancia de los sacramentos, ya que lo que salva son las acciones de Jesús, no nuestras propias acciones.
Tres de los siete sacramentos, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, son llamados de la “Iniciación” porque nos estructuran como cristianos ya que con ellos recibimos la vida divina y la fortalecemos.
Dos sacramentos, la Penitencia y la Unción de los Enfermos, son llamados Sacramentos de Curación porque curan nuestras heridas espirituales con el perdón, y nos alivian en la enfermedad.
Los otros dos, el Orden y el Matrimonio, son considerados como los sacramentos al servicio de la comunidad; el primero para que Jesús nos siga salvando por medio de su sacerdocio; y el segundo, para que los esposos se sirvan uno al otro amándose y sirvan a sus hijos queriéndoles mucho y educándolos cristianamente.
De los siete sacramentos, tres (Bautismo, Confirmación y Orden) producen un efecto que se llama carácter, es decir, que nos configuran con Cristo como Hijo (bautismo), como Testigo del amor del Padre (confirmación) y como Sacerdote (orden sacerdotal). Los tres son definitivos e irrepetibles porque configuran a la persona en función de la misión que Dios le asigna; no son como un título o un cargo que se obtiene, al que se puede renunciar o que se puede perder.
Y todos los sacramentos son una celebración de la Pascua del Señor. Y puesto que en toda celebración pascual, está implicada la comunidad, hemos de tener en cuenta que celebramos los sacramentos en familia. En esto consiste fundamentalmente la Liturgia.
José Gea
Comentarios