Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Carta de un cura (5): en el Seminario

Carta de un cura (5): en el Seminario

por Un alma para el mundo

 CARTAS DE UN CURA (5): MI VIDA EN EL SEMINARIO

                Sigo leyendo las cartas de un cura que nos va hablando del origen de su vocación y de la historia de su sacerdocio. En esta carta nos cuenta el inicio de la vida en el Seminario de su diócesis. Es interesante conocer esta experiencia en un  joven que se ha dejado deslumbrar por esa llamada de Jesús a seguirle de cerca. Y esto nos dice:

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                El Seminario para mí era entonces un mundo desconocido. Había oído hablar de él, pero como algo lejos de mis intereses. Cuando ya me vi envuelto en esta aventura divina, y tras conocer in situ este centro diocesano, comencé a vivir mi vida como uno más de esa comunidad juvenil que intentaban recorrer el mismo camino.

                Al principio todo fueron sorpresas, descubrimientos, de una vida desconocida por mí hasta ese momento. Tengo que decirte que me resultó muy grato el ambiente que empecé a respirar. Pronto me hice amigo de todos, con los que abría de compartir tantas cosas que teníamos en común: alojamiento, clases, capilla, comedor, ratos de recreo… Y siempre con mi sotana puesta, que me trasformaba en algo distinto del resto de los mortales. Yo pensaba. -¡Si mis amigos del colegio y del pueblo me vieran se reirían! Bueno, es natural, para muchos que no tienen fe, o no la viven, este estilo de vida resulta raro, como una locura.

                Un momento especial para mí era el rato de oración en silencio de la capilla  cada mañana, y la santa Misa. No sabía mucho meditar, pero pensé que iría aprendiendo con el paso del tiempo. Todos los compañeros solían utilizar algún libro como ayuda. Yo me llevé un librito que me regaló mi párroco, y que se llamaba Consideraciones espirituales, escrito por un sacerdote español llamado Josemaría Escrivá,  y editado en Cuenca. Eran pensamientos muy incisivos, que te llegaban directos a la mente y al corazón. Y este fue mi lazarillo en esa búsqueda de Dios en la penumbra de mis primeros pasos en el camino de la oración mental.

                Debo aclarar que, efectivamente, en aquellos años de principios del siglo XX el Fundador del Opus Dei editó en Cuenca un pequeño libro con ese título, efectivamente, de Consideraciones espirituales, para ayudar a los jóvenes que empezaban a seguir el camino que Dios le inspiró, y que hoy todos conocemos. El mismo autor los fue regalando a sacerdotes y amigos. El párroco del autor de este epistolario se ve que tuvo la suerte de recibir un ejemplar, que él regaló a la primera vocación sacerdotal de su parroquia. Este librito sería el germen del famoso Camino, que tan popular se habría de hacer con el paso del tiempo. Yo también recuerdo con agrado que el libro que me regaló mi padre cuando me iba a marchar al Seminario fue un ejemplar de Camino, de la edición de bolsillo. Me acompañó durante toda mi vida de seminario, y después como sacerdote hasta hoy, ya en ediciones más modernas. El ejemplar pequeño, que tiene más de cincuenta años, lo conservo como oro en paño.

                Y continuamos leyendo la carta: Una de las virtudes que aprendí y consideré como algo muy importante era la reciedumbre. La vida del seminario, y después la de sacerdote en cualquier lugar, debe ser muy varonil, muy recia, al mismo tiempo que muy amable para estar en nuestro sitio y hacer el bien a los demás. Los temperamentos  blandengues y niñoides comprendí perfectamente que no eran aptos para un estilo de vida que iba a exigir mucha personalidad. Pude comprobar que algunos de mis compañeros habían errado el camino, y poco a poco se iban quedando en la cuneta. Lo sentía, pero lo veía lógico. La inmadurez es propia de la edad adolescente, pero hay que superarla con la formación y la lucha ascética. Yo tuve la ventaja de haber estudiado en un colegio en el que los profesores tenían bien claro que lo que querían era formar personas, en los chicos y en las chicas, empezando por la cabeza y pasando por el corazón. Mi librito de meditación –Consideraciones espirituales-  me hizo mucho bien porque iba por ese camino.

                Nuestro querido autor, que Dios lo tenga en la gloria, nos está proporcionando mucha materia de reflexión. Esta carta continua contando detalles del Seminario que no han de faltar en otros documentos que guardo en mi carpeta, y que ya irán saliendo poco a poco. Nos quedamos con esta aportación que nos hace sobre la vida de oración, los medios para ayudarnos a dialogar con Dios, y la necesidad de la virtud de la reciedumbre. Continuaremos aireando este tesoro. 

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