La puerta de la misericordia no es giratoria
La puerta de la misericordia no es giratoria
El Papa Francisco abrió en Roma la Puerta de la Misericordia, y mandó que en cada Diócesis el Obispo hiciera lo mismo en la Catedral y otros templos. Pero muchos no entienden lo que esto significa. Piensan que es como un detector de pecados que si no “pita” es que no tengo ninguno; o como un esterilizador que me limpia los microbios del alma; o algo mágico que me cambia de un modo maravilloso, como si fuera un número de circo. Evidentemente que la Puerta de la Misericordia no tiene nada que ver con automatismos y milagritos. La Puerta de la Misericordia tiene mucho que ver con el pecado y el deseo de ser perdonado. Pero ella no perdona por sí sola, quien perdona es Jesucristo en el Sacramento de la Penitencia, en la Confesión.
Los judíos no tienen este sacramento, nadie les dice “yo te absuelvo”. Piensan que por poner por escrito el pecado y meterlo por las rendijas de las piedras del muro de las lamentaciones ya queda uno limpio. Los protestantes tampoco. Pero Jesucristo dijo a los Apóstoles, primeros sacerdotes: “A quien vosotros perdonéis yo le perdono”. El poder de perdonar, de absolver de los pecados lo tiene el sacerdote que obra en nombre de Cristo, o mejor dicho, Jesucristo que obra por medio del sacerdote.
Por eso el Papa nos dice que el Sacramento por excelencia del Año Jubilar de la Misericordia es el de la Penitencia. El que se arrepiente de corazón, confiesa sus pecados y tiene un buen propósito de enmendarse, y cumple los requisitos establecidos gana indulgencia plenaria. Pero no olvidemos que la PUERTA DEL PERDÓN no es giratoria, es decir, no puedo salir lo mismo que he entrado sin experimentar un cambio y volver sin más a las andadas.
El Papa, en el Capítulo II de su último libro recién publicado, habla del REGALO DE LA CONFESIÓN con estas palabras: “Y el señor perdona, enseguida. Pero es importante que vaya al confesionario, que me ponga a mí mismo frente a un sacerdote que representa a Jesús, que me arrodille frente a la Madre Iglesia llamada a distribuir la misericordia de Dios. Hay una objetividad en este gesto, en arrodillarse frente al sacerdote, que en ese momento es el trámite de la gracia que me llega y me cura… Recordemos que no estamos allí en primer lugar para ser juzgados… es estar frente a otro que actúa in persona Christi para acogerte y perdonarte. Es el encuentro con la misericordia” (Pág. 43).
Alguien decía que en lo que llevamos de Año Jubilar no han aumentado las confesiones. Puede ser, pero lo primero que debe haber en cada parroquia, en cada templo, es un buen servicio de confesionario. Sacerdotes disponibles, horario adecuado, fácil accesibilidad, buena acogida, ambiente agradable. No estaría mal que cada mes se celebrara lo que podemos llamar La Fiesta del Perdón. Algunos Obispos ya tienen su horario de confesiones en sus catedrales. ¡Que bonito sería que fueran de vez en cuando a algunas parroquias para que los feligreses pudieran recibir de él el perdón! También en muy práctico facilitar folletos sencillos y claros sobre el Sacramento de la Penitencia, en donde se oriente al penitente para hacer un buen examen de conciencia.
El Papa afirma que no se debe convertir el Confesionario con una tintorería: “Es un ejemplo, una imagen para dar a entender la hipocresía de cuantos creen que el pecado es una mancha, tan solo una mancha, que basta ir a la tintorería para que la laven en seco y todo vuelva a ser como antes…Pero el pecado es algo más que una mancha. El pecado es una herida, hay que curarla, hay que medicarla”. Y para eso estamos viviendo este Año especial, para recuperar la salud perdida.
En definitiva: pase usted por la puerta de la Misericordia, o por otra puerta, y busque al confesor para que, debidamente arrepentido, le perdone y le ponga el debido “tratamiento” para mejorar su salud espiritual. De esa manera estará viviendo el JUBILEO DE LA MISERICORDIA.
PD. Tengo la oportunidad de pasar esta semana en Roma por la PUERTA DEL PERDON de la Basílica de San Pedro y otras Basílicas. Intentaré curar mis heridas y poner remedio
Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com