Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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¿Quién llegó primero: la Iglesia o la Biblia?

¿Quién llegó primero: la Iglesia o la Biblia?

por El Patio de los Gentiles

 Quisiera empezar diciendo que Cristo no bajó del cielo con la Biblia en Sus manos, y mucho menos pasó Sus 33 años en la tierra escribiendo un best seller. Más aún, ni siquiera les dijo a Sus seguidores que escribieran algo. En vez de esto, escogió reunir a mucha gente a su alrededor, para enseñarles sobre el Reino de Dios, y formarlos en una comunidad fundada en Pedro y los Apóstoles. Formó una comunidad que ahora conocemos como la Iglesia.

Esta Iglesia empezó cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles, y empezaron a anunciar la Buena Nueva, invitando a la gente al seguimiento de Cristo y a bautizarse. No fue sino muchos años después (382 años para ser preciso) que los escritos del Nuevo Testamento (y eventualmente la Biblia como un todo) fueron producidos por la Iglesia. Todo esto nos lleva a responder la pregunta antes de la explicación profunda: fue la Iglesia, y no la Biblia, la que existió primero.

Lo explico…

Es posible que para la mayoría de nosotros, que hemos crecido en un ambiente de tradición cristiana, sea imposible imaginarnos un tiempo sin la Biblia. Podemos ir a cualquier tienda (bueno, no a cualquiera, pero ustedes me entienden) y comprar una variedad de traducciones de la Biblia en cualquier momento (o bueno en los horarios que atienda la tienda, pero ustedes me entienden). Podemos incluso encontrar la Biblia en internet a la distancia de un par de clicks.

Sin embargo, si nos detenemos a pensar por un momento en el contexto del que estamos hablando y la pregunta que está como título de este artículo, pues definitivamente no es el caso. Sabemos que Cristo no anduvo por las calles de Jerusalén repartiendo Biblias a diestra y siniestra. Tuvo sí, el Antiguo Testamento (que por cierto, para el tiempo de Jesús, no se llamaba “Antiguo” Testamento, sino simplemente “las Escrituras”), pero incluso las primeras partes del Nuevo Testamento no fueron escritas sino 30 años después de la muerte y resurrección de Jesucristo. Además, debemos recordar que el Nuevo Testamento no fue escrito por una sola persona y de una sola vez. El Nuevo Testamento es una colección de diferentes escritos, de diferentes personas y en diferentes tiempos y lugares. Estos escritos fueron recopilados mucho tiempo después. Es probable que esto sea raro para una época – como la nuestra – en la que estamos acostumbrados a que todo quede documentado, sin embargo los evangelistas no escribían las palabras y hechos de Jesús en el mismo y exacto momento en que estaban sucediendo.

¿Por qué todo es importante?

Porque muchas personas – como Martín Lutero[1]– han querido ver en la Biblia la única regla y base de las enseñanzas cristianas, la línea de fondo cuando se trata de verificar si algo es verdadero o falso. Pero esto sólo podría funcionar si es que la Biblia hubiese existido antes que la Iglesia. Sin embargo, el criterio se cae en pedazos si es que la Iglesia existió antes que la Biblia.

¿Y entonces? Primero que nada, sabemos que Jesús vino a fundar una Iglesia. Le dijo a Pedro, “Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”[2]. Cristo deja clarísimo que está construyendo una Iglesia, y que esta Iglesia será construida en Pedro y los demás apóstoles. Después de todo, ellos fueron los únicos que recibieron la tarea de anunciar la Buena Nueva y hacer discípulos de todas las naciones[3].

Bueno, Jesús vino a fundar esta Iglesia y les dio el mandato a los apóstoles, pero ¿cuándo inicia propiamente esta Iglesia?... los Hechos de los Apóstoles[4] nos relatan claramente el momento de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo desciende en forma de lenguas de fuego, sobre cada uno de los presentes, seguido de lo cual, tenemos a Pedro saliendo como guerrero de la fe, a predicar a Jesucristo muerto y resucitado por nuestros pecados. Es la primera vez que el mandato de Cristo (hacer discípulos de todas las naciones) se cumple, dejando como resultado la conversión y bautismo de 3000 personas que aceptaron el mensaje de Pedro. A través del Espíritu Santo, la Iglesia nace, y por la predicación de los apóstoles, la comunidad de los creyentes empieza a crecer.

Esto nos deja una cosa muy clara: la Iglesia estaba viva y creciendo antes de la Biblia. Los apóstoles estaban proclamando el Evangelio mucho antes de que los evangelios fueran escritos. La comunidad cristiana estaba creciendo y rezando antes de que cualquiera de las cartas del Nuevo Testamento fueran escritas por san Pablo. De hecho, todos los libros (individualmente) del Nuevo Testamento fueron escritos y repartidos, desde dentro de la Iglesia. Y fue la Iglesia (específicamente los obispos católicos) quienes tuvieron que decidir, después de cientos de años, qué libros deberían o no, formar parte del Nuevo Testamento.

Conclusión

“No creería en el Evangelio, si no fuera por la autoridad de la Iglesia Católica que me lo ordena”[5]

Sabemos que a más de uno nos han acechado con la clásica pregunta de “¿dónde dice en la Biblia…?”, sin embargo, luego de comprender este punto, se hace evidente que la regla de fe, es decir, el marco referencial en el cual se basaba la Iglesia Primitiva para juzgar si algo era consecuente con el mensaje de Jesús, no era la Biblia (pues aún no estaba escrita), sino la enseñanza de los apóstoles. Esta enseñanza se encuentra únicamente en la Iglesia, específicamente en las enseñanzas de los papas y obispos fijados por Pedro y los apóstoles para que continúen la misión que Cristo les había encomendado. Esta es la razón por la cual san Pablo le dice a Timoteo que la Iglesia es el pilar y fundamento de la verdad[6]. Es la Iglesia – aquellos que siguen a Cristo bajo el liderazgo de aquellos enviados a proclamar y resguardar el Evangelio (el papa y los obispos) – la que garantiza la verdad de la Biblia.

 


[1] Monje católico que se reveló contra la autoridad de la Iglesia y fundó el luteranismo. Se le conoce como el padre de la “Reforma” protestante.

[2] Mt. 16, 18

[3] Mt. 28, 19

[4] Hch. 2, 1-4

[5] San Agustín, Contra la Carta de Mani llamada “La Fundación”. 5,6

[6] 1 Tim. 3, 15

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