Miércoles, 27 de noviembre de 2024

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Toledo, 1 de septiembre de 1936. En el Paseo del Tránsito

por Victor in vínculis

El siervo de Dios Vicente Moreno de la E nació en Orgaz (Toledo) el 27 de febrero de 1874. Tras realizar sus estudios en el Seminario de Toledo, se ordenó sacerdote, con la autorización del Vicario Capitular de Toledo, el 5 de marzo de 1898, de manos de monseñor José María Cos y Macho, obispo de Madrid-Alcalá.

 

Tras la ordenación fue destinado como ecónomo a Cabañas de la Sagra. Ese mismo año de 1898 fue trasladado como coadjutor a la parroquia de Olías del Rey. Dos años después llegó a la Ciudad Imperial para ejercer de coadjutor en la parroquia de Santiago de El Arrabal. En los años veinte pasó, también como coadjutor, a la parroquia de san Pedro (en la Catedral Primada).

 

Cuando estalla la persecución religiosa, en aquel verano de 1936, el siervo de Dios, que ya contaba con 62 años, se encontraba en la cama gravemente aquejado de una úlcera de estómago.

 

El de 2 de agosto, llegaron a su domicilio un grupo de milicianos, capitaneados por uno al que llamaban “Pies planos”; no valieron súplicas ante el decidido propósito de llevarle consigo. Sus familiares se acordaron entonces de que tal vez pudiera intervenir con más eficacia un reconocido marxista, apodado “el Chere”, a quien don Vicente enseñó a leer y a escribir cuando era niño. Recurrieron a él e impidió por entonces el crimen con gran disgusto de sus propio “camaradas” que, para no salir con las manos vacías y compensarse de la contrariedad, se llevaron cien pesetas, un reloj y un documento notarial de propiedad. Los días 4, 7, 16 y 30, tornaron a repetirse las mismas escenas, con los mismos personajes, o con milicianos madrileños del Teniente Castillo o de la FAI.

 

Pero “el Chere”, protector de la familia, salió en aquellas fechas para Valencia, y en la vecindad vivía una miliciana sumamente interesada en la muerte de don Vicente. Ella fue la que,  el 1 de septiembre, instigó a los verdugos para que vinieran definitivamente por él; ella la que los esperó en los alrededores y la que indicó el sitio donde el sacerdote vivía. Los milicianos, con el consabido pretexto de las declaraciones, se llevaron al siervo de Dios. Un niño, desconocido de la familia, seguía de lejos al grupo que, casi en volandas, llevaba al cura, que andaba dificultosamente. Cuando el niño observó que el camino que tomaban era el del Paseo del Tránsito (bajo estas líneas) y no el del comité, volvió a decírselo a la sobrina, la cual salió en su búsqueda. Don Vicente también sabía dónde le llevaban y les rogaba una y otra vez que no le hicieran sufrir más y lo mataran en cualquier calleja. Con dificultad llegaron al Tránsito. Le exigieron que gritara ¡Viva Lenin!; pero él extendió los brazos en cruz y dijo con entereza ¡Viva Cristo Rey! Un solo disparo acabó con su vida. Los familiares lograron el permiso para recoger el cadáver y enterrarlo.



         Es la primera víctima de la persecución religiosa asesinada en el mes de septiembre de 1936.

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