Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Beato Rupert Mayer & Hitler (5)

por Victor in vínculis

3. “HAY QUE OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES

 

            El Cardenal Michael von Faulhaber fue el gran valedor del padre Rupert Mayer; no era la primera vez que alzaba su voz para discrepar contra el régimen de Adolf Hitler. Tanto él como el padre Mayer[1] llevaban largo tiempo denunciando los atropellos y persecuciones que sufría la Iglesia Católica en Alemania. Ya el 24 de agosto de 1935 Faulhaber protestaba contra la sistemática persecución a la que se veía sometido el Clero. En la primavera de 1937, sus sermones -publicados bajo el título de Sermones cardenalicios de Múnich- fueron secuestrados y destruidos por la Policía. El Papa Pío XI[2] -que acababa de publicar la encíclica Mit brennender sorge (14 marzo 1937)- con severidad no empleada hasta entonces, en su alocución de Navidad de 1937 comenzó a fustigar públicamente las persecuciones anticatólicas en Alemania.

 

            Esta pues, era la consigna de todos: -del Vicario de Cristo, Pío XI; de un cardenal alemán, el arzobispo de Múnich; y de un religioso jesuita, el padre Rupert Mayer- Hay que obedecer a Dios, antes que a los hombres.

 

            La Gestapo le ofrecía al padre Mayer la libertad si accedía a predicar exclusivamente en la capital bávara. El jesuita declaró: En caso de libertad, y no obstante la prohibición de predicar, seguiré predicando en Múnich y en toda Baviera y seguiré defendiendo a la Iglesia de cualquier ataque.

 

            El 23 de julio de 1937 el prisionero Mayer fue condenado a seis meses de cárcel y a pagar las costas del proceso. Aunque el peso de la opinión pública era prácticamente nulo, la Gestapo accedió a la libertad provisional pedida por el provincial de Berlín. Días después, el 27 de julio, el Padre Rupert Mayer regresaba a San Miguel. La condición impuesta por la Gestapo para ponerle en libertad fue que dejase de predicar. Pronto convenció a sus Superiores de lo contrario: El pueblo católico -afirmó el jesuita- no comprenderá esta actitud y se escandalizará de mí. Dirán que cuando se me amenaza, actúo como los demás. ¡Adiós entonces al Evangelio…![3].

 

            El Provincial accedió, y, a finales de diciembre, el padre Mayer retomó sus tareas de predicación. Durante la Navidad de 1937 la Iglesia de San Miguel estuvo repleta de fieles que deseaban escucharle.

 

            El 5 de enero de 1938 la Gestapo le visitó en la Residencia de los Padres Jesuitas, inquiriéndole sobre si pensaba predicar en la fiesta de la Epifanía, al día siguiente. El Padre Mayer contestó que sí. Detenido nuevamente, se le condujo a la prisión común de Landsberg, ingresando en la sección de inválidos. También ahora el cardenal Faulhaber visitó al Padre Rupert Mayer. Tras esta visita, a los pocos días, pudo comenzar a decir Misa en su celda.

La anexión de Austria al III Reich[4] le devolverá la libertad a través de una amnistía especial que decretó Hitler por tal evento. El prisionero de Landsberg regresaba el 3 de mayo a la Residencia de los jesuitas de Múnich.

 

            En numerosas ocasiones los Obispos habían declarado que la mayoría de los sermones pronunciados en Alemania eran controlados por espías y agentes secretos que, posteriormente, denunciaban a la Gestapo todo aquello que susceptiblemente podría ser interpretado como un ataque al Estado o al Partido. La credibilidad dada por la Policía secreta a estos espías tenía como consecuencia que un sinnúmero de sacerdotes tuviese que comparecer ante los tribunales[5].

 

            Meses después del estallido de la Segunda Guerra Mundial[6] la Gestapo volvía a detenerlo.

            El padre Rupert se dedicaba a pequeños círculos privados y a grupos familiares. En octubre de 1939, un espía de la Gestapo le denunció por abusar de su sacerdocio y hacer propaganda política durante la confesión sacramental. La denuncia era falsa, porque el padre Mayer nunca había confesado a ese hombre que ahora le acusaba. Actuaban sabiendo la reacción del jesuita. El secreto de confesión, sobre el cual la Policía Política intenta sonsacar al padre Rupert Mayer, le llevaría de nuevo a ser encarcelado. La gente se desconcertaría -afirma- si yo fuera a decir a la Gestapo lo que se me dice como sacerdote. Así pues, no hablaré. No me importa el futuro...




[1] De hecho, en el periódico Der Durchbruch, citado ya anteriormente, en su número del 30 de enero de 1936, aparecen sus nombres unidos: “No han de determinar el porvenir alemán los Faulhaber y los Muckermann, los Mayer y los Wurm, los frailecitos y las monjitas, sino el hombre alemán victorioso y consciente de su ontología, por el que fluye la sangre alemana, y que pisa espiritual y religiosamente bajo sus pies un suelo propio”.

[2] El papa Pío XI (Achille Ratti) ocupó la Cátedra de San Pedro del 6 de febrero de 1922 al 10 de febrero de 1939, antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Sus encíclicas nos lo muestran como el gran adversario contra todo poder estatal que pudiera humillar a la persona humana: condenó la Acción Francesa (1926), el fascismo (1931), el comunismo ateo (con la encíclica Divini Redemptoris, 1937) y el nacionalsocialismo (con la encíclica Mit brennender sorge, 1937).

[3] Manuel Alcalá, Rupert Mayer. Misionero popular perseguido por causa del Evangelio. Del pliego Edith Stein y Rupert Mayer: Del infierno al altar, publicado por la revista Vida Nueva el 9 de mayo de 1987 (nº 1.580). En dicho artículo Manuel Alcalá nos ofrece una amplia biografía de la figura del jesuita, de la cual hemos tomado varias citas textuales del padre Rupert Mayer.

[4] El 12 de marzo de 1938 Adolf Hitler hacía su entrada en Viena; las tropas alemanas lo habían hecho el día anterior. Mientras unos hablaban de reintegración, otros hablaban de ocupación. Se cumplía así la antigua aspiración nazi de integrar Austria en el Reich alemán, que desde entonces adopta el nombre de Gran Reich. Recordemos que Hitler nació en Branau, localidad austriaca fronteriza con Alemania. La reunificación de Austria y Alemania fue aprobada mediante un referéndum celebrado el 10 de abril.

[5] Se conocen documentos confidenciales de la Policía Política de Baviera, concretamente uno fechado el 23 de abril de 1935, donde se escribe a todas las Jefaturas de Policía alertando sobre la defensa contra los jesuitas. Estos, según el documento, desarrollaban en Baviera actividades que, de acuerdo a un amplio plan metódico, intentaban minar el III Reich y difamar a sus dirigentes.

[6] El 1 de septiembre de 1939 las tropas alemanas invadían Polonia. Dos días después Francia y Gran Bretaña se declaraban en guerra contra Alemania.

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