Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Blog

Beato Rupert Mayer & Hitler (4)

por Victor in vínculis

 

2. PRIMERA DETENCIÓN: STADELHEIM[1]

 

El 5 de junio de 1937 el Padre Rupert Mayer es detenido por la Gestapo y recluido en Múnich en la prisión de Stadelheim hasta el 27 de julio del mismo año.

 

Dejemos continuar al cardenal von Faulhaber, que nos presentaba en el segundo post a nuestro intrépido jesuita con su famosa predicación en la iglesia de San Miguel de Múnich[2]:

 

"En mi calidad de Obispo, hago la siguiente declaración de principios respecto a la detención del padre Rupert Mayer: El Estado no tiene derecho alguno de prohibir a un sacerdote predicar en el recinto de la iglesia, si ese sacerdote cumple con las obligaciones establecidas en el Concordato, y si su Obispo (o su Superior, si se trata de un religioso) le ha encargado la misión de predicar. La predicación es una parte esencial de la cura de almas, y la cura de almas es un asunto netamente eclesiástico. En el artículo XXXII del Concordato con el Reich se dice lo siguiente: El eclesiástico no debe desarrollar actividades partidistas. Con referencia a esto, el gobierno del Reich y el Vaticano convinieron en lo siguiente: La conducta que, en aplicación del artículo XXXII, deben observar en Alemania los eclesiásticos y religiosos, no significa ninguna restricción de la declaración y explicación obligatorias de las doctrinas y principios dogmáticos y morales de la Iglesia. El Estado no tiene, pues, el derecho de prohibir la predicación a un eclesiástico a quien el Obispo encargó al misión de predicar, ni de arrestarlo si se niega a dejar de cumplir con su deber. En tal caso, nos encontraríamos frente a un nuevo episodio narrado ya en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Pueden ustedes leerlo en los capítulos 4 y 5.

 

En los Hechos de los Apóstoles se relata que cuando los Apóstoles fueron encarcelados por primera vez por haber enseñado la palabra de Dios, se reunió el Alto Consejo de los judíos. Llevados ante el Consejo, se les preguntó: ¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros eso?"[3]. Los Apóstoles contestaron: En nombre de Jesucristo de Nazaret, al que vosotros crucificasteis, pero al que Dios resucitó de entre los muertos. Luego les prohibieron predicar y enseñar jamás en nombre de Jesús. Pero los Apóstoles contestaron: Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. Puestos en libertad, volvieron a predicar, fueron detenidos de nuevo y llevados ante el Alto Consejo, donde se les dijo: Os prohibimos severamente enseñar en ese Nombre[4]. Pedro y los Apóstoles respondieron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

                                                                                                       

Mis queridos hijos: Al ser detenido el padre Rupert Mayer, dio comienzo un nuevo capítulo de los Hechos de los Apóstoles, un capítulo de los tiempos del Cristianismo primitivo. Que Dios nos conceda la gracia de que resurja también en los perseguidos el espíritu del tiempo del Cristianismo primitivo, el espíritu de los Confesores y de los Santos Mártires.

 

El miércoles pasado, 30 de junio, fui a ver al padre Mayer a la prisión de Stadelheim, gracias a la complacencia de los empleados de justicia, y, naturalmente, bajo las mismas condiciones en que se admiten, en general, las visitas en las prisiones; es decir, bajo la condición de que un empleado asista a la conversación, y que ésta no dure más de diez minutos. Con esa visita quería yo significar a nuestro querido Presidente que ni el Obispo, ni los hombres de la Congregación Mariana, ni el pueblo católico de Múnich lo han olvidado. Y es una obra de misericordia visitar a los presos. El Padre Rupert Mayer está bien física y moralmente. La conciencia tranquila es, hasta en la prisión, la mejor almohada. Tiene una celda individual, aposento relativamente grande y espacioso, que en otros tiempos estuvo destinado para enfermos; recibe la luz por dos ventanas ubicadas en la parte superior de la pared y está amueblada con sencillez, como la celda del profeta (2 Re 4,10)[5].

 

El padre Rupert Mayer sobrelleva su licencia involuntaria con la férrea decisión con que, durante la Guerra, cruzó a través de una cortina de fuego para reunirse con sus soldados[6]. Pasa este lapso de silencio con la misma imperturbabilidad filosófica con que en la ambulancia del frente oriental estaba tendido sobre la mesa de operaciones cuando le amputaron la pierna. Hasta observó con cierto deje de humor que desde hacía veinticinco años no había dado paseos como los que ahora da todos los días en el lugar de su encierro, y que hallándose en libertad nunca ha tenido tanto tiempo para estudiar seguidamente como lo tiene ahora en la cárcel. No pasa los días meditando sobre su situación, sino rezando, haciendo ejercicios y estudiando.

 

Digo esto para desvirtuar ciertos rumores absurdos que circulan, sobre que el padre Mayer habría sido llevado a Coblenza, y otros, que no han sido ideados por el corazón de oro de los hijos de Múnich, sino por lenguas de hojalata. Después de la visita a Stadelheim escribí a la madre del padre Rupert Mayer, para tranquilizar a esa señora, que tiene ahora 83 años. En mi carta le dije que su hijo estaba bien de salud, que se mantenía valiente y firme, y que conservaba aquella sagrada devoción en que tanto insistió San Ignacio en sus Ejercicios.

 

Hombres católicos, la detención del padre Rupert Mayer tiene además de su significado individual otro que va más allá de los límites de lo individual. Esa detención es un síntoma de que la kulturkampf por la destrucción de la Iglesia Católica en Alemania ha entrado en una nueva fase. Se acerca la decisión. El Hijo del Hombre ha tomado en la mano el aventador para apartar el grano de la paja. Sube el humo de las almenaras[7], y uno de estas señales es la detención de nuestro varón apostólico de Múnich.


Como ya recordamos en artículos anteriores, el cardenal Faulhaber ordenó al papa Benedicto XVI. Sobre estas líneas, en el momento de imponerle las manos a Joseph Ratzinger (ver vídeo al final del artículo).

 

En el gran discurso de Fürstenfeldbruck[8], la detención del padre Rupert Mayer fue presentada como relacionada con la actual situación general político-eclesiástica. Allí se dijo: Con pesar mío he de hacer constar que todavía existe una fuerza y un poder cuya influencia perturbadora se hace sentir en la vida de nuestro pueblo. Esa fuerza son las Iglesias. ¿No lo entendemos mal? ¿Esa fuerza no serían los francmasones, ni los comunistas, ni los bolcheviques? ¿Este último poder hostil al Estado, que ahora debe ser aniquilado, serían las Iglesias? Son ellas "los únicos" que no se incorporan a la comunidad del pueblo. Esa palabra nos indica, como guía, adónde hemos llegado. No hace mucho que se tildó al bolchevismo de enemigo público número uno. Hoy ya no se habla de este enemigo del Estado. Por lo menos, ahora vemos claro.

 

Sin pretender tratar aquí todos los puntos tocados en el discurso de Fürstenfeldbruck, me limito, desafiado por el discurso mismo, a estas breves observaciones: Allí se habló de los subsidios que el Estado da a la Iglesia, así como de los sueldos de los Obispos. Muchas veces hemos oído eso en la época de los marxistas, y muchas veces lo hemos leído en los diarios de los comunistas. Pero notamos la falta de datos exactos relativos a los sueldos de los Ministros y las cantidades que disponen para gastos. Que nadie se haga ilusiones: la cuestión que se acaba de plantear, la cuestión de los sueldos y gastos, seguirá siendo discutida en amplios sectores de la población, sobre todo en los círculos obreros. Y lamentamos mucho que no se haya dicho al pueblo, al cual se instiga contra la Iglesia, que esos subsidios que el Estado de Baviera concede a la Iglesia Católica, lo mismo que los sueldos que perciben los Obispos de acuerdo a lo estipulado en el Concordato, no son sino pagos a cuenta por todo cuanto el Estado de Baviera quitó a los Principados Eclesiásticos y a conventos. Que el Estado de Baviera restituya a la Iglesia los terrenos, edificios y, sobre todo, los extensos bosques que robó a la Iglesia en la secularización, y nosotros renunciaremos a todas las subvenciones del Estado y a todos los sueldos.

 

Mis queridos hombres católicos, sube el humo de las almenaras. Semana tras semana, los periódicos y revistas alemanas atacan, por medio de la palabra y de las ilustraciones, a los Obispos católicos, a los dogmas y a las instituciones de la Iglesia; los insultan y los calumnian de la manera más baja, sin que nosotros tengamos la posibilidad de señalar la mentira como tal, ya sea por la radio, o por una agencia informativa, o, siquiera, por nuestros "boletines". Nuestra conciencia nos obliga a acatar la autoridad del Estado, y hemos de ver que la autoridad del Estado permanece impasible ante el hecho de que, semana tras semana, la autoridad eclesiástica es desacreditada y salpicada de lodo. Hay discursos y artículos periodísticos que, en cuanto a sus efectos psicológicos, equivalen a una llamada a eliminar a los "elementos romanos antinacionales" y "enemigos del Estado". Un diario llegó a tildar a los Obispos alemanes de "traidores a la patria". La procesión del Corpus, de carácter meramente religioso, manifestación pública de la creencia en el más dulce Misterio de la Fe, fue calificada de "manifestación de hostilidad al Estado". El Durchbruch[9] publicó artículos difamatorios sobre el final de la procesión del Corpus de este año en Múnich, reproduciendo, en apoyo de sus afirmaciones, dos fotos que datan de años pasados y que dicen -lo cual es mentira- haber sido tomadas en la procesión del Corpus de este año.

 

Así pues, llamo almenara del tiempo a la detención del padre Rupert Mayer. Al prohibírsele pronunciar alocuciones en reuniones fuera de la iglesia, obedeció a tal prohibición. Lo hago constar expresamente: a partir de entonces, él ya no pronunció discursos en reuniones fuera de la iglesia. Pero cuando se le prohibió predicar dentro de la iglesia su conciencia no le permitió obedecer tal orden. Es hora de callarse, y es hora de hablar. Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres.

 

En los círculos allegados al Gobierno causó indignación que periódicos extranjeros informaran de la detención del padre Rupert Mayer, mencionando también mi carta al Ministro de Asuntos Eclesiásticos. Tengo por principio no dar ninguna información a periódicos extranjeros, y en estos mismos días me he negado a contestar a un pedido de informes cablegrafiado de Londres, y a otras tentativas de sonsacarme noticias. Por otra parte, no puedo menos de expresar mi asombro al oír que la indignación por las informaciones de la prensa extranjera sobre hechos incontestables  es mayor que la producida por los hechos mismos, en nuestro caso por la detención del padre Rupert Mayer. Es lo que el Evangelio llama "colar mosquitos y tragar camellos". La noticia de la detención del padre Rupert Mayer no puede haber sido enviada al extranjero por ninguna autoridad eclesiástica de Múnich, por la simple razón de que contiene datos inexactos, que todos los hijos de Múnich saben inexactos, como, por ejemplo, la información propalada por la Radioemisora de Estrasburgo indicando que el Padre Mayer había sido puesto en libertad.




 

La detención, que fue llevada a cabo el 5 de junio, suscitó vivos  comentarios en todas las esferas de Múnich. La Curia Arzobispal hizo leer desde los púlpitos de Múnich una declaración en la que se advertía que las autoridades eclesiásticas estaban realizando toda clase de gestiones a fin de conseguir la libertad del Padre Rupert Mayer, y que yo había enviado una carta al gobierno del Reich. La Curia Arzobispal hizo esa declaración para evitar que el pueblo irritado organizara manifestaciones callejeras y diera pasos desconsiderados. Los corresponsales de los periódicos extranjeros en Múnich serían ciegos y sordos si no se hubieran enterado de todos estos sucesos. Por lo demás, no hay necesidad de mandar informes al extranjero. Los diarios y semanarios del interior publican continuamente un material tan abundante que los periódicos extranjeros, sin necesidad de informes especiales, basándose en los diarios y revistas alemanes, pueden formarse un juicio sobre la situación del clero católico de Alemania.

 

Hombres católicos: En esta hora tan grave es necesario comprender el misterio de la Cruz. Así es la ley y el misterio en el Reino de Dios: la Iglesia debe llevar en todo momento los estigmas sagrados de su Maestro divino, y es por esos estigmas, precisamente, por lo que se la conoce como el Cuerpo Místico del Señor, como la verdadera Iglesia de Cristo. No debemos, pues, empezar a dudar de esta Iglesia porque veamos a nuestra Madre, la Iglesia, llevar al igual que su Fundador Divino el manto burlesco, la corona de espinas y la cruz, ni siquiera cuando tengamos que consumar sacrificios personales por nuestra Fe.

 

                        Cuando suba el humo de las almenaras,

                        entonces el mundo necesitará de hombres,

                        que sólo nacen junto a la Cruz.

 

            Ha llegado la hora de la decisión. A cada uno se le planteará la cuestión: ¿Crees en Dios, o profesas la fe de Cristo y de su Iglesia? Creer en Dios no tiene, en esta nueva estadística de religiones, su antiguo significado de primer artículo de fe; hoy creer en Dios sólo significa: únicamente creo en Dios del mismo modo que los turcos y hotentotes creen en un dios, y reniego de Cristo y de su Iglesia. Quien pretende creer en Dios de tal manera ha renegado de Cristo y se ha separado de la Iglesia Católica. Ha llegado la hora de la decisión. Así pues, cuando se os pregunte individualmente: "¿crees en Dios?", entonces es hora de hablar y de hacer profesión de fe sin rodeos, sin vacilaciones y sin componendas. Entonces el católico debe declarar francamente, hasta por escrito si se lo exigiesen: yo soy católico. No solamente creo en Dios, sino también en Cristo y en su Iglesia. Yo soy católico. Yo soy católico, sí. Amén".



[1] En la prisión de Stadelheim fue fusilado Ernst Röhm en la famosa "noche de los cuchillos largos". El Comandante alemán Röhm creó en 1921 las Secciones de Asalto (SA) del Partido Nazi -grupo reducido que formaba el cuerpo de guardaespaldas de Hitler-. Ante la gradual importancia que dicha organización había alcanzado dentro del Partido, Hitler ordenó la defenestración de sus más altos dirigentes. Las labores paramilitares realizadas por las SA hasta entonces pasan a manos de las temibles SS de Heinrich Himmler.

[2] La célebre homilía Die flammenzeichen rauchen (Cuando suba el humo de las almenaras) del 4 de julio de 1937, se recoge en la obra de TESTIS FIDELIS, El cristianismo en el Tercer Reich (Buenos Aires 1941). La presentamos prácticamente íntegra a pesar de su extensión por la información que nos ofrece y por presentarnos la realidad que vivía el catolicismo alemán.

[3] Hc 4,7.10.19.

[4] Hc 5,28-29.

[5] El Cardenal Faulhaber se refiere aquí al episodio narrado en el Libro segundo de los Reyes, cuyos protagonistas son el profeta Eliseo y una mujer principal de Sunem. Eliseo siempre que pasaba por la casa de esta mujer, impelido por ella, se quedaba a comer. Tras consultarlo con su marido, decidieron construirle una pequeña alcoba en la terraza y le pondremos en ella una cama, una mesa, una silla y una lámpara... (4,10).

[6] También es conocido aquel otro episodio en el cual el padre Mayer, gracias a su prestigio personal y a su actitud varonil, había hecho entrar en razón y llevado a la línea de fuego a una compañía desmoralizada y a punto de amotinarse.

[7] Se entiende por almenara el fuego que como señal se hacía en atalayas y torres. Un almenar es un pie de hierro en el cual se clavaban teas para alumbrar.

[8] Localidad cercana a Múnich donde se celebraron diversas convenciones del Partido.

[9] El periódico de lucha Der Durchbruch (La brecha), órgano de combate por la fe alemana, por la raza y por la nación alemana, superaba ampliamente todo lo que en odio y vulgaridad contra el Cristianismo pueda hallarse en toda la literatura del Tercer Reich en conjunto.


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