Yo estuve en Auschwitz
Yo estuve en Auschwitz
Debo aclarar al empezar que yo no fui, lógicamente, recluso del Campo de exterminio. Lo he visitado varias veces, como tanta gente, y siempre me ha impresionado lo que es capaz de hacer el odio y la soberbia. Recorres las instalaciones del Campo y descubres un mundo que jamás debió existir, que uno no se lo explica, pero que es real. Aquello fue una de las ofensas mas graves contra la humanidad.
Este año se cumplen los 75 años de Auschwitz. No es un tiempo para reavivar el odio contra nadie, sino una ocasión para reforzar nuestro amor al ser humano. Pero no viene mal recordar algunas cifras.
Este campo estuvo en activo durante 55 meses. Los primeros en llegar como reclusos fueron 728 prisioneros políticos, y después multitud de judíos, sacerdotes y religiosos, enfermos, tarados, homosexuales, gitanos, etc. Aquello fue una máquina de matar sin escrúpulos ideado por un régimen que pretendía ser el dueño del mundo. La mayor parte morían en las cámaras de gas y después eran incinerados en los hornos crematorios. Este campo llegó a tener 100.000 reos de manera simultánea. Cada una de las cámaras de gas exterminaba a cientos de presos en una tacada, después de pasar por los pabellones en donde los iban despojando de todo, y a las mujeres cortándoles el pelo. Es impresionante el museo que hoy ofrece allí al visitante los restos de aquel fenomenal despojo. Zapatos, vestidos, juguetes de niños, artilugios ortopédicos, pelo de mujer, gafas, maletas… Unas imágenes que te encogen el corazón, y no son pocos los que lloran., sobre todo al ver las cámaras de gas y los hornos crematorios. 1,3 millones murieron en el campo, la mayoría judíos. Y de entre ellos 200.000 niños y adolescentes. Muchos cuerpos eran utilizados para fabricar productos de limpieza, y con los pelos de las mujeres hacían alfombras. Y te preguntas: ¿Todo eso ocurrió en el siglo XX? ¿Hace solo 75 años?
Un capítulo aparte merece los experimentos médicos realizados con presos en vivo, y los trabajos forzados en malísimas físicas. La muerte iba rondando cada día por las filas interminables de los reclusos. El frio y la mala comida remataban la faena de los verdugos.
En Birkenau, campo gemelo de Auschwitz, las cámaras de gas fueron habilitadas para 2.500 prisioneros que morían en media hora bajo los efectos del gas letal. Y las bocas de los hornos que se tragaban los cuerpo muertos, quien sabe si algunos todavía vivos, siguen allí para que el visitante, la humanidad entera, se percate de hasta donde somos capaces de llegar por defender una ideología diabólica. Allí murió el P. Maximiliano Colve, hoy canonizado, como también la filosofa conversa y después carmelita Edith Stein, llamada Santa Teresa Benedicta de la Cruz O.C.D.
Como he dicho al comienzo, yo he visitado varias veces estos campos de concentración. Todas con la misma emoción y rabia contenida al comprobar el horror que provoca la locura. Pero una de las veces viví la visita con más autenticidad. Era el año 2011. Estábamos celebrando el II Congreso Mundial de la Divina Misericordia en Cracovia. Una de las actividades del Congreso era visitar el Campo de Concentración de Auschwitz para rezar por las víctimas del nazismo. Éramos unas tres mil congresistas, y fuimos todos en trenes antiguos atestados de personas. Me acordé de que por esas mismas vías, y en trenes de mercancías, llevaban a los condenados a morir por considerarlos gente de raza inferior, peor que perros. Fui meditando todo el trayecto que duró algo más de una hora. Y allí llegamos. Para muchos era la primera visita a este lugar. Se hizo un silencio religioso. La hora y media que pasamos allí estuvimos rezando y celebrando honras fúnebres por los muertos, y oraciones por la paz del mundo. Salimos en silencio, con el alma encogida, y confusos por la miseria de algunos corazones.
Cuando se celebran 75 años del holocausto yo solicito al lector una oración por las víctimas de la barbarie, y por sus verdugos por si todavía les queda un resquicio para conocer el amor en la otra vida. Y me acuerdo de la cantidad de campos de concentración y exterminio que sigue habiendo en muchas partes del mundo, y los abortorios diseminados por todos los países en los que se sacrifican millones de niños. Pienso que nos queda mucho trecho para aprender a ser hombres con alma y mirada limpia para contemplar y respetar la dignidad de la persona humana.
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com