Sube al USS Enterprise
por No tengáis miedo
Podría decirte que me conformo con que tengas algo de fe, con que creas en Dios, con que te consideres cristiano, con que bautices a tus hijos y los lleves a las catequesis de primera comunión. Podría decirte que entiendo que no vayas a misa, que te resulta un plomo insufrible. Podría decirte que no pasa nada si no te confiesas. Podría decirte que es suficiente pasar por esta vida haciendo lo que buenamente puedas, sin buscar el mal de nadie, viviendo lo mejor que puedas dentro de las posibilidades a tu alcance, siendo un buen hijo, un buen esposo y un buen padre. Sí, podría decirte que no es poco. Y podría decirte que, efectivamente, esta fe bien puedes vivirla solo, que no necesitas de otros. Y convertirla en una especie de libro de autoayuda, de ésos que te dicen que la clave de tu felicidad está en ti, en tu enfoque de la vida, en tu actitud.
A fin de cuentas, vivir así es un logro. Pues nuestra naturaleza humana no nos llama a la fidelidad, sino a la promiscuidad. Ser fieles es un esfuerzo. En nosotros nace vengarnos del mal recibido. Perdonar es un esfuerzo. Tenemos una insaciable sed de poder. Conformarse es un esfuerzo. Anhelamos las riquezas. Ser honrado es un esfuerzo. Ansiamos reconocimiento. Ser humilde es un esfuerzo. Y podríamos seguir con una larga lista.
Pero si te dijera todo esto, estaría faltando a la verdad. Sería como empujarte a una misión titánica, imposible y sin recompensa. Si Dios no es una experiencia real en tu vida diaria, si no es alguien con quien puedas hablar, si no está presente en todo cuanto haces, es ciertamente un esfuerzo sinsentido. Pues todo esto no puede salir de tus fuerzas, sino de tu corazón. Es tu corazón el que está hecho para amar, para perdonar, para compartir, para ser el más pequeño entre los pequeños. Y esto sólo podrás descubrirlo cuando seas traspasado por el amor incondicional de Dios, por ése que no es una teoría, una creencia, una tradición, sino algo real que sacude hasta el más firme pilar de tu vida, y que le da a todo un significado nuevo. Sin esta experiencia de Dios, ser cristiano es una locura.
Pues, ¿cómo entender que puedas privarte de cosas en tu vida por compartir tus bienes con quienes los necesiten? ¿Cómo soportar la humillación de que otros te corrijan, aun con todo el amor del mundo, en pos de que puedas crecer? ¿Cómo confesar tus peores vilezas a alguien que aparentemente no es sino uno hombre como tú? ¿Cómo desgastar tu tiempo, tu vida, al servicio de otros? ¿Cómo sostener que la muerte, por pronto que sobrevenga, no es una tragedia, sino el último paso antes de llegar al destino soñado? Sí, es realmente una locura. Y sin embargo, en ella está la Verdad.
Muchos se pasan la vida buscando esta Verdad. Algunos inconscientemente, otros denodadamente; meditación, yoga, karma… qué se yo. Puertas que no llevan a ningún sitio, sino a la desesperanza de un mundo que está contra mí, que la ha tomado conmigo porque me tiene manía, o porque las cartas me vinieron mal dadas, o porque yo estaba en el baño cuando Dios repartió suerte.