Viernes, 22 de noviembre de 2024

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De la exótica herejía cátara, después de una visita a Carcassonne

por En cuerpo y alma

 
 
            He aprovechado estos días estivales, de particular estivalidad este año, para visitar tierras cátaras, y más concretamente, esa preciosa ciudad que fue uno de sus principales baluartes como es Carcassonne, españolizado en la preciosa palabra española “Carcasona”.
 
            La de los cátaros es una de las más exóticas herejías a las que se enfrenta Roma. Aunque los primeros grupos autodenominados cátaros aparecen en Renania a finales del s. XI, pronto se les encuentra en el mediodía francés, donde consta su presencia hacia el año 1140, y concretamente en Albi, en el Languedoc francés, ciudad de la que los cátaros reciben el nombre alternativo de albigenses. A pesar del interés que despiertan, no es en realidad mucho lo que se sabe de ellos, pues sus escritos fueron aniquilados en la tenaz persecución que de ellos hizo el Tribunal de la Inquisición ( y no precisamente la Española, que aún tardaría en nacer más de tres siglos), creado ex professo para combatirlos. En todo caso, de las actas de esos juicios sí se pueden extraer conclusiones suficientes.
 
            Posiblemente enlazados con los bogomilos, de algunos de cuyos pensamientos participan, hablar de los cátaros, que reciben su nombre del griego khataros (=perfeto, puro), es hablar necesariamente del “perfecto”, status supremo reservado a unos pocos y alcanzado mediante la ceremonia del “consolamentum”. La teoría subyacente al mismo es que en el origen de los tiempos, Satán seduce a una serie de ángeles que, aunque dejan su espíritu en el cielo, se entregan en alma al demonio, en una diferenciación entre espíritu y alma que no es la primera vez que aparece en la religiosidad cristiana. Arrepentidas, esas almas buscan el perdón de Dios, pero Satán para borrarles la memoria del pasado, las encierra en cuerpos humanos. Pues bien, la ceremonia del consolamentum supone la unión del alma angelical encerrada en un cuerpo humano, con el espíritu abandonado en el cielo.
 
            Para recibir el consolamentum, los candidatos, que deben ser presentados por otro perfecto, han de superar un año de privaciones que incluye ayunos, períodos penitenciales a pan y agua, abstinencia de comer productos procedentes de coito, y abstinencia sexual. La prohibición de comer carne se justifica pues para los cátaros, los animales son fetos de mujeres embarazadas caídos a tierra durante los combates celestiales entre las huestes divinas y las satánicas. Tan severa existencia tiene, sin embargo, su atractivo: amén de constituir el único camino para escapar de las garras de Satán, la palidez de un perfecto constituye motivo de admiración para los que no lo son, que le deben el melioramentum, saludo ritual con triple genuflexión. El perfecto es asimismo el que oficia la ceremonia de la fracción del pan mientras reza, único que puede hacerlo, el Padrenuestro. Una manera alternativa de obtener el consolamentum es la llamada endura, suerte de suicidio por ayuno ilimitado o por pulmonía voluntariamente contraída, que evita al que la practica llevar a cabo toda una vida de privación.
 
            Alcanzado el status de “perfecto” y acontecida la muerte, el cátaro accede a la salvación. Pero mientras no alcanza dicho status de perfecto, el cátaro no se condena sino que sufre una serie de sucesivas reencarnaciones hasta que en una de ellas reciba el consolamentum.
 
            Los elementos más destacados del catarismo son el dualismo entre las fuerzas del bien y del mal; la creación del mundo por el diablo, identificado con el Jehová veterotestamentario; la negación del purgatorio; la condena de la guerra (si bien cuando tuvieron que hacerla se mostraron heróicos guerreros); la negación de la redención al no admitir la encarnación ni el valor inmolatorio de la crucifixión; el rechazo a la trinidad al subordinar al Padre las otras dos personas, etc.
 
            La lucha contra el catarismo francés se llevará a efecto desde dos instancias igualmente interesadas en ella: la corona francesa (Luis VIII, Felipe Augusto), preocupada por el carácter nacionalista que adoptaba la herejía; y la Iglesia, preocupada por el carácter herético que adoptaba el nacionalismo languedociano. Para combatir la herejía albigense, la Iglesia se valdrá de tres instrumentos: primero, la cruzada del Papa Inocencio III (11981216); segundo, la labor pastoral de la orden creada al efecto por el monje español Santo Domingo de Guzmán (n.1175-m.1221), los dominicos; y tercero, el Tribunal del Santo oficio de la Inquisición, especialmente creado para ello por el Papa Gregorio IX (12271241). Sólo para 1250 puede decirse que la herejía ha dejado de representar un peligro, pero en Narbona, Pamiers y Carcasona, se estuvieron quemando cátaros hasta el año 1383 (unos dos siglos después de su aparición en Francia).
 
            Y bien amigos, con estos apuntes les dejo por hoy, no sin desearles una vez más que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana seguimos, no me falten.
 
            ©L.A.
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