Reflexionando sobre el Evangelio Mc 8,27-35
Señor, Tu eres el Cristo, el Ungido
En el evangelio de este domingo tiene muchos aspectos que comentar y relacionar con nuestra vida cotidiana. Lo primero que resalta es la pregunta que hace Cristo y la contestación que Pedro le ofrece. El mismo episodio, pero narrado en el Evangelio de San Mateo, señala algo que es importante. Una vez Pedro contesta que el Señor es el Ungido, el Mesías de Dios, Cristo le dice:
Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. (Mt 16, 17)
Reconocer a Cristo como el Hijo de Dios no parte de nosotros, sino de Dios que nos lo revela desde lo más profundo de nuestro ser. San Juan Crisóstomo nos indica la razón para que Cristo les preguntase sobre qué piensa la “gente” de Él.
Por los mismos términos de la pregunta [hecha por el Señor] les induce a formar un concepto mejor y más elevado de Él, separándolos de las multitudes. La respuesta del jefe de los discípulos, autoridad de los apóstoles, fue en nombre de todos la siguiente: "Pedro, respondiendo, le dice: Tú eres el Cristo". (San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom. 54, 1)
San Juan Crisóstomo señala que la pregunta buscaba que ellos fuesen consciente de qué lugar tiene Cristo en su ser. Actualmente no es fácil decir en público que Cristo es el Mesías y el Hijo de Dios. Confesar nuestra fe resulta insoportable para muchas personas. El temor a se señalados y maltratados, nos hace replegarnos en nosotros mismos y dudar de nuestra propia fe. ¿Qué intereses son los que nos mueven en nuestra vida? Seguro que nos consideramos cristianos y católicos, pero dar el paso de proclamar la fe requiere la fuerza del Espíritu Santo.
El propio San Pedro negó tres veces al Señor (Mt 26:69-75). De igual forma, Pedro afirmó el amor al Señor tres veces y desespero por ser preguntado repetidamente por ello (Jn 15, 21-25). El interés de Pedro era pasar desapercibido, no dar testimonio de su fe. Esto le lleva a negar a Cristo y con ello, negar su propio sentido como apóstol y cristiano. En la historia de la Iglesia la negaciones del Señor son frecuentes. Actualmente negar al Señor es tan actual como siempre lo ha sido. San Pablo, escribe sobre ello a los filipenses:
Espero en el Señor Jesús poder enviaros pronto a Timoteo, para quedar también yo animado con vuestras noticias. Pues a nadie tengo de tan iguales sentimientos que se preocupe sinceramente de vuestros intereses, ya que todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo Jesús. (Flp 2,19-21)
Todos buscamos nuestros intereses y nos olvidamos del sentido de nuestra vida es Cristo. Nos cuesta estar a “las duras y a las maduras”. Buscamos todo tipo de excusas para convencernos a nosotros mismos y a los demás. Si repasamos el episodio evangélico de la Samaritana, veremos lo importante para ella era el trabajo de llevar y traer agua del pozo. Cristo le ofrece el “Agua Viva” que quita la sed para siempre, pero ella lo entiende como un brebaje milagroso que le haría no tener que esforzarse.
La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla. El le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá. Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: “No tengo marido,...” (Jn 4, 15-17)
Beber el Agua Viva necesita de un gran salto en nuestra existencia. Por eso Cristo pregunta a la Samaritana por su marido. ¿Quieres cambiar la vida? Demuéstrate a ti misma que quieres dar ese paso. El Evangelio de hoy señala la fuente del “Agua Viva”, que no es otra cosa que el seguimiento de Cristo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará”. ¿A quien seguimos nosotros? Esa es la gran pregunta. Seguramente seguimos nuestros intereses, como indicaba San Pablo. Intereses que no son los que Cristo nos señaló. No seguimos las huellas de los pies del Señor. No nos negamos a nosotros mismos. No tomamos la cruz que Dios nos ha dado cuando fuimos engendrados.
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Hoy mismo he recibido la noticia del fallecimiento de un estupendo sacerdote de la Diócesis de Córdoba (España) D. Javier Sánchez Martínez. Participó en ReL como blogger (Blog en ReL) Tuvo una intensa actividad en las redes sociales. Su blog personal merece es una verdadera joya: Corazón Eucarístico/ Dios le acoja en su seno y sea misericordioso con él. Si lo tienen a bien, oren por su alma.