Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Unidad de la Renovación carismática (2)

por Contemplata aliis tradere


 

            Algún lector de los que hayan leído la primera parte de este escrito se habrá preguntado: ¿Qué diferencia hay entre movimiento y corriente de gracia? Esta última, es una expresión nueva que es posible que despiste a muchos y no le concedan la valía que tiene, sobre todo en la evangelización.  Aunque ya lo explicamos en la primera entrega vamos a insistir hoy un poco más en ello porque dependiendo de lo que aceptemos, vamos a vivir espiritualidades distintas.

            El siglo XX fue el siglo de los movimientos y los hubo de muchas clases. Desde su inicio surgieron una serie de movimientos de renovación  como el movimiento litúrgico, el bíblico, el movimiento seglar, el eucarístico, el ecuménico y otros varios. Estas grandes tendencias convergieron en el Vaticano II y le dieron sus contenidos difuminándose en él.

            En la misma línea y por el mismo tiempo aparecieron otros movimientos ya más cohesionados, a veces incluso al estilo de las Órdenes religiosas, como El Opus Dei, El Regnum Cristi, los Propagandistas, la Acción católica y otras muchas asociaciones cuyos objetivos contribuyeron al Vaticano II al que dieron vida pero en el que perdieron también, unos más y otros menos,  su vitalidad y frescura. A estos se unieron otra serie de movimientos muy conocidos actualmente como Los Focolares, Cursillos, Taizé y Comunión y liberación entre otros.

            Los movimientos citados van en general a la formación y propagación de la fe. Giran en torno a contextos de fe y cultivan su consolidación en el mundo seglar implicando a estos en temas religiosos. Inician ya una serie de compromisos, incluso con el mundo laboral, como la Acción católica. El movimiento cultiva siempre una faceta, un  carisma, una parte dentro del todo de la Iglesia que tratan de sacar a la luz y renovar. El Opus, por ejemplo, insiste mucho en la santificación del trabajo en el mundo.

            Los movimientos que nacieron después del Vaticano II, citando entre los más conocidos a los Catecumenales y los Carismáticos, ya no van a la formación en la fe sino a  engendrarla mediante una predicación kerigmática. Ninguno de los dos quiere identificarse con la palabra movimiento, porque su acción no es una faceta sino la renovación de la Iglesia entera. Para eso lo que buscan es rebautizar a la gente; los unos mediante una gran acción catequética y los otros mediante la acción directa del Espíritu como en los Hechos de los Apóstoles. Los Catecumenales se definen como itinerario espiritual y los segundos como corriente de gracia. Ambos representan una gran novedad pero los Papas han tenido suficiente luz para comprenderlos y acogerlos

            Ahora podemos captar algo mejor por qué los carismáticos quieren ser corriente de gracia y no movimiento. No tratan de renovar alguna parcela de la Iglesia sino que van al bautismo que es el origen de todo. Para eso los nuevos o neófitos pasan por un breve curso o seminario en el que se les predica los temas fundamentales del kerigma y se les imponen las manos para que reciban el Espíritu Santo. Con este empuje espiritual quieren vivir su fe sin convertirse en una estructura más de la Iglesia sino a lo más como fermento o sal. No quieren ser nada que esté dentro del elenco jurídico de la Iglesia, ni en el Derecho canónico, ni en ninguno de sus estamentos o estructuras. Quieren vivir privadamente una vida espiritual fuerte como efecto del pentecostés o experiencia espiritual que han recibido. El Cardenal Suenens, en una definición famosa dijo que: La Renovación no era un movimiento dentro de la Iglesia sino la Iglesia en movimiento.

            Con esta filosofía o, mejor, teología, el lector puede comprender que todo lo que acerque a un carismático al mundo de la organización, la burocracia, las leyes, los estatutos, todo lo que huela a estructura es fuertemente rechazado por él. De ahí que la más mínima tendencia que vaya en esa línea toque las fibras más íntimas del ser carismático y de ahí que la división que hemos tenido, aun siendo entre gente de altura espiritual, fuera dura y sangrante.

            Si las cosas son así no nos es difícil entender mejor, creo yo, la diferencia entre movimiento y corriente de gracia. El Papa Francisco siempre nos define como corriente de gracia. Sabe muy bien lo que dice porque tuvo que tratar el asunto cuando todavía era cardenal en Buenos Aires. Nos dice en el discurso citado de Roma: La Renovación viene de Dios y va a Dios. El papa Pablo VI bendijo esto y en sintonía con el Cardenal Suenens dijo que el primer error que es necesario evitar es el de incluir a la Renovación carismática en la categoría de movimiento, porque no es un movimiento especial. Renovación no es un movimiento en el sentido sociológico común, no tiene fundadores, no es homogéneo e incluye a una gran variedad de realidades, es una corriente de gracia, un flujo de gracia,  un soplo renovado del Espíritu Santo para todos los miembros de la Iglesia, también para laicos, religiosos y obispos.

 Chus Villarroel O P, 2015

 

 

 

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