Jueves, 21 de noviembre de 2024

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El libro de los Salmos o el Salterio

por Vida en abundancia

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 ‘Los Salmos son poemas, y poemas para ser cantados: no son tratados doctrinales, ni siquiera sermones. Deben leerse como poemas para pode entenderlos, de lo contrario perderemos lo que hay en ellos y pensaremos ver lo que no es’.

C. S. Lewis (18981963)

Introducción

La oración es la expresión más privilegiada del encuentro y diálogo entre Dios y el hombre. A través de ella el hombre logra encauzar experiencias y sentimientos espontáneos de lamento, súplica, confianza, arrepentimiento, gratitud, alabanza, admiración, profesión de fe, etc.

Cuando estos sentimientos y experiencias se convierten en lenguaje, llegan a adoptar notables expresiones poéticas. Y cuando se hacen acompañar de música, se convierten en canción. Todo esto, oración, poesía y canción, es el libro de los Salmos, verdadero culmen de la experiencia religiosa de Israel, y una de las joyas poéticas de la literatura bíblica universal.

Ambientación histórica

El libro de los Salmos está formado por ciento cincuenta oraciones o cantos de muy diversas épocas y autores, los cuales se fueron agrupando en distintas colecciones hasta alcanzar su disposición actual. En la Biblia hebrea este libro ocupaba la parte conocida como ‘los Escritos’ y llevaba el nombre de ‘Tehillim’, cuyo significado es ‘alabanzas’ o ‘himnos’. En la versión griega adoptó el nombre de ‘Libro de los Salmos’ o ‘Salterio’, los cuales se han conservado en la versión latina.

Al hablar de la fecha de su composición, hay que distinguir entre la composición del libro en su conjunto y la composición de los distintos Salmos. En su forma actual la colección debía existir ya en el siglo III a.C. Sin embargo, algunos de los Salmos que la componen son muy antiguos, anteriores incluso al mismo Israel, que los supo recoger adaptándolos a su fe y a sus necesidades religiosas. Podemos decir que la historia de la formación del Salterio es la historia del pueblo de Israel, cuyos sucesivos momentos quedan aludidos o reflejados en los distintos Salmos.

Características literarias

Las siguientes son las distintas características literarias del libro de los Salmos:

1.- División

Tal y como nos ha llegado, el Salterio está dividido en cinco libros, a imitación del Pentateuco: Salmo 1-41; 42-72; 73-89; 90106; 107150. Al final de los primeros cuatro libros encontramos esta aclamación: ¡Bendito el Señor, Dios de Israel, por siempre! Amén, amén. (Salmo 41; 72; 89; 106).

Pero también se sugieren otras divisiones dentro del mismo libro. Así, se habla de Salmos Yahvistas (3-41; 90150) y Salmos Elohistas (42-83), según el nombre de Dios que predomina, Yahvé o Elohim. Atendiendo a las indicaciones de los títulos, se habla de ‘Salmos de David (3-41; 51-71; 108110; 138145), de ‘los hijos de Coré (42-49; 84-85; 87-88), de ‘los hijos de Asef (50; 73-83), Salmos de ‘Yahvé, rey’ (93-99), Salmos ‘de las subidas’ o de peregrinación (120134), y Salmos ‘aleluyáticos’ (113118; 136; 146150).

2.- Títulos de los Salmos

Ciento dieciséis Salmos vas precedidos de los llamados ‘títulos’ o indicaciones iniciales, que pueden ser de tres tipos:

a.- Información técnica (nombre del Salmo) y musical, e instrucciones para su ejecución.

b.- Nombre de los autores (Moisés, David, Salomón, Asaf, hijos de Coré, Hemán, Etán) a los que tradicionalmente se atribuyen los Salmos.

c.- Datos históricos o litúrgicos, los cuales pretender situar los Salmos en la historia concreta de David o de Israel, o bien sugieren su preciso contexto litúrgico.

Estos títulos no son originales, sino tradicionales; es decir, fueron añadidos posteriormente por la tradición judía. Sin embargo, algunos de ellos se remontan a una época muy antigua, como lo prueba el hecho de que los primeros traductores de la versión griega desconocían el sentido exacto de muchas de estas indicaciones. En cualquier caso, pueden servirnos para reconocer antiguas tradiciones judías sobre el uso de los Salmos.

3.- Géneros literarios

Tanto por su origen o contexto vital en el que surgieron, así como por su forma literaria, temática o por su naturaleza individual o colectiva, los Salmos pueden ser catalogados y agrupados en géneros o familias.

Es importante identificar y conocer el género literario de cada Salmo, pues ello nos permite introducirnos mejor en la historia de cada uno de ellos, distinguir sus particularidades y captar más plenamente su sentido original. Aunque se han dado distintas clasificaciones de géneros, para facilitar la identificación concentraremos lo Salmos en tres grandes géneros:

1.- Los himnos, cuyo rasgo distintivo es la alabanza a Dios y la exaltación de sus atributos.

2.- Los Salmos de súplica, cuyo contexto inmediato son las situaciones difíciles de la vida del hombre o del pueblo, que hacen dirigirse a Dios en busca de auxilio y solución a sus problemas.

3.- Salmos didácticos o de instrucción, los cuales no se tratan solamente de Salmos sapienciales, y cuya finalidad última es la de enseñar, instruir en determinados aspectos, y exhortar al individuo o al grupo.

Podemos distinguir cuatro tipos de Salmos dentro de este último peculiar grupo: Salmos históricos, Salmos litúrgicos, Salmos proféticos y Salmos sapienciales.

También debemos tener en cuenta dos consideraciones. La primera es que, a pesar de las distintas clasificaciones, hay que contar con la existencia de muchos ‘Salmos mixtos’, en los cuales los temas, los motivos religiosos y las formas literarias, se encuentran mezclados.

La segunda consideración es que hay que aprender a leer los Salmos en el contexto de la literatura del Antiguo Testamento, de la cual forman parte y a la que remiten constantemente.

Claves teológicas

Los Salmos se dirigen a Dios, pero también hablan de Dios. Y hablan también del hombre y del pueblo de Israel en su relación con Dios.

En los Salmos se alaba a Dios por lo que es, por su grandeza, por las maravillas que ha hecho en la naturaleza y en la historia del hombre, por su lealtad, por su fidelidad, por su capacidad inagotable de perdonar, de hacer justicia y de dispensar sus beneficios a los hombres y, de una manera especial, al pueblo de Israel a lo largo de su historia. A Dios se le suplica el perdón, la vida, la prosperidad, la reivindicación de la propia inocencia o el castigo a los malvados.

Los Salmos son la oración de Israel. Constituyen la experiencia religiosa de un pueblo plasmada, a lo largo de los siglos, en esas oraciones apasionadas o serenas, llenas de confianza en el Señor o de impaciencia porque su intervención salvadora parece retrasarse. En los Salmos, a Dios se le habla de tú a tú con una increíble libertad.

En Cristo esta revelación llega a su plenitud. El propio Jesús vivió la espiritualidad de los Salmos y los utilizó en su oración, como buen judío. Y los primeros cristianos se sirvieron de ellos para entender el misterio de Dios hecho hombre, y para explicarlo en sus catequesis,

Conclusión

Fiel a su Maestro, la Iglesia ha seguido orando con los Salmos: son la Palabra que el propio Dios nos enseña para que se la dirijamos. Puede que nos resulte difícil en algunas ocasiones conectar con alguno de los Salmos pero, contemplados a la luz de Cristo, de la propia experiencia personal y de la vida de su comunidad de salvación, siguen siendo un manantial privilegiado de oración para los cristianos, sobre todo si aprendemos a entenderlos y a incorporarlos a la oración cristiana por excelencia, el Padrenuestro, en la que también están presentes la confianza absoluta en Dios, la alabanza, la súplica y la petición de perdón, todo ello enseñado y vivido por el propio Hijo de Dios.

Bibliografía

El libro de los Salmos  -  A. González Núñez, 1992.

Los Salmos noche y día  -  P. Beauchamp, 1980.

Treinta Salmos: poesía y oración  -  L. Alonso Schöbel, 1981.

Los Salmos y Jesús, Jesús y los Salmos  -  M. Gorgues, 1983.

Teología de los Salmos  -  H. J. Kraus, 1985.

Orar con los Salmos  -  M. Mannati, 1986.

Para comprender los Salmos  -  H. Raguer, 1996.

 

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