Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Israel: el origen de su nombre

por Vida en abundancia

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 Introducción

La historia de Israel como nación se inició a principios del siglo XIII a.C. con la salida de Moisés desde Egipto al frente de su pueblo. Sin embargo el nombre ‘Israel’ se había originado mucho antes, en pleno siglo XIX a.C. por medio del que llegaría a ser el tercer Patriarca israelita que, según el libro del Génesis, fue un hombre fuerte y precavido, tan astuto como un zorro y profundamente sensible: Jacob.

Jacob: su nacimiento

Jacob y su hermano gemelo, Esaú, nacieron en el siglo XIX a.C. cerca de Beersebá, en la zona meridional de Canaán. Su padre, Isaac, llevaba veinte años casado con Rebeca, sin haber tenido descendencia alguna. Pero tanto Isaac como Rebeca oraron a Yahvé, y ella quedó encinta de gemelos, quienes chocaban continuamente en su seno.

Por ello Rebeca consultó este hecho a Yahvé y Él le repuso: ‘Dos naciones hay en tu seno, dos pueblos se separarán desde tus entrañas. Uno será mas fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor’. Esta profecía resultó cierta para las futuras generaciones: los hijos de Isaac y Rebeca se convirtieron en fundadores de los israelitas y de los edomitas. Salió el primero, rubio y todo él velludo, y se le puso el nombre de ‘Esaú’. Después salió su hermano, agarrado del talón de Esaú, y se le llamó ‘Jacob’, que significa ‘el que agarra por el talón’.

Ambos niños no eran gemelos idénticos; eran claramente diferentes, tanto de aspecto como de temperamento. Esaú, el mayor, se convirtió en un niño activo, revoltoso, fuerte y agresivo. En cambio Jacob, el más joven, era precisamente lo contrario: tranquilo y paciente, pero astuto e inteligente.

La primogenitura

Cierto día Jacob se hizo una sabrosa comida de legumbres y lentejas. Esaú aspiró el tentador aroma del guiso al regresar de la caza, cansado y muerto del hambre, y halló a Jacob comiendo el guiso que se había preparado. Y Esaú le dijo a Jacob: ‘Déjame comer eso rojo que tienes ahí; estoy agotado’. Pero Jacob le respondió: ‘Véndeme primero tu progenitura’. Y mientras comía, Esaú aceptó el trato pensando que eso jamás acontecería.

Pero Isaac, su padre, enfermó de gravedad y quedó ciego. Como no conocía el trato que Jacob había hecho con Esaú, seguía considerando a éste como su primogénito. Le llamó y le pidió que fuera a traerle algo de caza y que le preparara un guisado, porque después de comer le bendeciría confirmándolo como primogénito suyo.

Pero Rebeca, que había oído la conversación, en cuanto Esaú salió al campo en busca de caza, llamó a su hijo Jacob y le pidió que hiciera lo que Isaac había encomendado a Esaú, con la seguridad de que su padre no le reconocería debido a su ceguera. Isaac bendijo a Jacob al confundirle con Esaú, y lo confirmó como su primogénito y heredero.

Cuando su hermano Esaú regresó y le sirvió la comida a Isaac, éste se dio cuenta del engaño, pero ya era tarde. Había confirmado la primogenitura de Jacob y ya nada podía cambiar, a pesar de que Esaú, al darse cuenta de ello, lloró desconsoladamente y con grandes gritos,

Rebeca sugirió a su hijo Jacob que huyera de aquel lugar y que fuera a Jarán para encontrar esposa. Pero cuando Jacob se hallaba a unos ochenta kilómetros al norte de donde habían quedado sus padres, el sol se puso y él se acostó para pasar la noche al raso. Y Jacob tuvo un sueño. Veía una escalera que, apoyada en el suelo llegaba hasta el cielo, y por ella subían y bajaban los ángeles de Yahvé. De pronto, el propio Yahvé le dijo: ‘Yo soy Yahvé, el Dios de tu abuelo Abraham y el Dios de Isaac; la tierra en la que descansaste te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra, te extenderás al este y al oeste, al norte y al sur. En ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra’.

Jacob despertó de su sueño, lleno de temor respetuoso hacia el lugar donde había dormido y por el Dios que había visto. Puso a aquel lugar el nombre de ‘Betel’, que significa ‘la Casa de Dios’. Antes de emprender la marcha hizo un voto personal, reafirmando el pacto de Abraham e Isaac.

Cómo Jacob se ganó una esposa

Jacob, atendiendo las instrucciones de Rebeca, su madre, se dirigió a donde residía su tío Labán, el padre de Raquel.

Después de conocerle, Jacob le manifestó a Labán su deseo de casarse con Raquel. Según la costumbre de la época, el futuro marido tenía que ofrecer un regalo a la familia de la novia, pero como Jacob no llevaba consigo gran cosa, se ofreció para cuidar los rebaños de Labán durante siete años. Al concluir dicho tiempo se casaría con Raquel. Labán accedió y Jacob sirvió durante siete años por Raquel. Sin embargo, Labán tenía un problema. Su hija mayor, Lía, era una joven muy poco agraciada, mientras que Raquel era una auténtica belleza. Labán, el astuto pastor, hizo sus planes sin olvidar esta circunstancia.

Trascurridos los siete años, Jacob recordó a Labán su acuerdo, y éste preparó inmediatamente una gran fiesta nupcial con muchos invitados. No hubo ceremonia religiosa: las formalidades acostumbradas ya habían sido concretadas por Labán y Jacob. Generalmente el matrimonio se consumaba legalmente la primera noche.

Ya entrada la noche se acompañó a la novia a la oscura tienda de Jacob, con el rostro oculto tras el velo tradicional. Jacob se alegró por haber conseguido al fin a su amada Raquel, y en la mañana siguiente descubrió que, en realidad, con quien se había casado era con Lía. Labán le había engañado y Jacob fue preso de la furia. Se dirigió inmediatamente a Labán pidiéndole una explicación, pero éste le dijo que a quien primero tenía que casar era a su hija mayor, Lía.

Después Labán sugirió tranquilamente que Jacob se casara con Raquel y le sirviera otros siete años más como regalo por el segundo matrimonio. Jacob tuvo que aceptar, pues comprendió que no tenía otra alternativa.

Los hijos de Jacob

Lía le dio cuatro hijos a Jacob: Rubén, Simeón, Laví y Judá. Pero Raquel seguía sin tener hijos, motivo por el cual surgió una grave rivalidad entre las dos hermanas, ya que los hijos varones continuaban el linaje familiar. Por lo tanto no es de sorprender que la esterilidad fuese una gran calamidad. Si había más de una esposa, la que tenía más hijos se sentía superior, e incluso la estéril podía llegar a ser rechazada por su esposo.

Desesperada, Raquel recurrió a un acuerdo legal del que se había servido Sara, la abuela de Jacob. Labán le había dado a Raquel una sierva, Bala, como presente de boda. Raquel entregó a Bala a Jacob y le pidió que la tratara como esposa, diciéndole: ‘Llégate a ella, quien dará a luz sobre mis rodillas y así yo también tendré hijos por medio de ella’. A todo niño que así naciera se le consideraría hijo de Raquel. Pero Lía, para no verse superada, entregó a Jacob su doncella,

Cuando hubo transcurrido casi por completo el período de los siete años adicionales del servicio de Jacob, éste tenía una hija, Diana, y seis hijos más: Dan, Neftalí, Gad. Aser, Isacar y Zabulón, todos de Lía y las criadas. En total Jacob ya tenía once hijos. Además, Raquel por fin había concebido a José, y posteriormente dio luz a Benjamín. Poco después Jacob comunicó a Labán que su servidumbre había terminado y le pidió llevarse a sus mujeres e hijos a su hogar en Canaán, Jacob tardó otros tres años en sacudirse del dominio de Labán, pero durante ese tiempo acumuló gran cantidad de ovejas y cabras de su propiedad.

La huida de Jarán

Al notar la creciente hostilidad de Labán y sus hijos ante su prosperidad, Jacob decidió abandonar Jarán y espero para ello una buena oportunidad. Ante el temor de que se opusieran a su marcha, Jacob decidió marcharse mientras Labán, sus hijos y criados, estaban lejos, ocupados en esquilar sus ovejas.

Tan pronto como Labán y los demás hubieron partido, Jacob reunió a toda su familia y ganado y se marchó a escondidas en dirección hacia Canaán. Pero, sin que Jacob lo supiera, Raquel se había llevado los ídolos familiares de Labán, unas pequeñas imágenes de barro que eran los símbolos del derecho de herencia. Si Jacob poseía los símbolos de Labán podía pretender ser legalmente el heredero de éste.

Labán se enfureció al regresar y ver que Jacob, su familia, ganado y los ídolos habían desaparecido. Él y sus criados persiguieron y alcanzaron a los fugitivos al este del río Jordán. Jacob afirmó que era inocente del robo, y Labán buscó los ídolos en las tiendas de Lía y de Raquel, sin poderlas encontrar ya que Raquel estaba sentada encima del lugar donde los había escondido. Finalmente Labán, apaciguada su ira, abandonó la búsqueda y se despidió de Jacob tras jurarse amistad formal, un acto de paz.

El origen de Israel

Esaú, ahora también próspero, recibió amistosamente a su hermano Jacob al volverse a encontrar. Pero la noche anterior a su encuentro con Esaú, Jacob peleó con un desconocido. Valientemente y contra toda posibilidad, Jacob luchó victorioso contra su adversario hasta el amanecer. Durante la lucha, Jacob, que reconoció a su adversario como a un emisario divino, se negó a soltarle hasta haber recibido una bendición.

El extraño bendijo a Jacob y le dio un nuevo nombre: Israel, ‘porque has luchado contra Dios y contra los hombres y has vencido’. Por ello el pueblo descendiente de Jacob llevaría así su nuevo nombre: israelitas.

Jacob se dirigió después al oeste, hacia Canaán, y acampó cerca de Siquem, nueva ciudad amorita, al norte de su lugar de nacimiento, Beersebá. Siquem dominaba los pasos centrales a través del país montañoso septentrional de Canaán. En el verde valle que se extendía junto a la ciudad, Jacob compró tierra de pasto y en ella se estableció por algún tiempo. También construyó un altar de toscas piedras y lo dedicó a Yahvé, el Dios de Israel.

Nota: La historia de Jacob, sus esposas e hijos, se relate en los capítulos del 25 al 50 de libro del Génesis.

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