Depende qué entiendas por diversidad
Depende qué entiendas por diversidad
por Duc in altum!
Hablar y/o escribir con claridad es muy importante; sobre todo, si el tema tiene que ver con la fe. Jesús sabía estar cerca de las personas y, al mismo tiempo, hablarles sin ningún temor o reserva sobre las exigencias de su propuesta. Actualmente, el término “diversidad” tiene varios sentidos. Como católicos, nos toca matizarlo porque es bastante fácil distorsionarlo y darnos un “autogol”. Si por diverso, hablamos de diferentes culturas o gustos gastronómicos y cinematográficos, está perfecto, pues es un hecho que hay diferencias muy interesantes que enriquecen nuestra vida. Ahora bien, cuando por diversidad, entendemos ideología de género, entonces, nada de nada, ya que en ese caso resulta incompatible con la fe. Debemos dialogar, poner puntos sobre la mesa, pero desde una identidad basada en la verdad y no en una suerte de buenismo que avala y/o aplaude todo. La diversidad, desde un enfoque abstracto, cómodo, favorece el avance de la secularización que ha dejado al hombre postmoderno en la soledad. De ahí la importancia de saber ubicar los diferentes sentidos de una misma palabra.
En el caso de la Iglesia, podemos tener distintos enfoques o prácticas pastorales, pero el Evangelio explicado por el magisterio eclesial, no es algo opcional, a la carta. Si lo fuera, sería imposible mantener la unidad. Por ejemplo, iniciar la reunión del grupo juvenil con una lectura o canción es algo discutible, variable, pero la resurrección de Jesús, resulta indiscutible, definitiva. En este último caso, no podemos andarnos con el slogan de la diversidad malinterpretada. Una cosa es dialogar con los que piensan diferente y otra, totalmente distinta, sumarnos a iniciativas y/o mecanismos que le restan valor al proyecto de Dios, violando de una u otra forma la dignidad de la persona humana.
Aquí de ninguna manera estamos hablando de estilos, sino del depósito de la fe. Pueden variar las formas, pero nunca el fondo, la “chispa”, el verdadero atractivo del cristianismo. Se trata de comunicar el Evangelio de forma íntegra. Pasarlo por alto, no nos hace abiertos, sino hombres y mujeres con identidad diluida, débil en medio de tantas interrogantes que no pueden ser respondidas a través de salidas fáciles, como aprobar todo lo que nos digan.
Necesitamos fortalecer nuestro sentido de pertenencia, recuperar la capacidad de distinguir, entre todas las voces, cuál es la de Dios y hacerlo en el marco de la Iglesia, de la comunidad o conjunto de bautizados. Ser críticos, para evitar que nos vayamos con la finta. A partir de la razón iluminada por la fe, ubicar bien los conceptos y, desde ahí, tener las cosas en claro.
En el caso de la Iglesia, podemos tener distintos enfoques o prácticas pastorales, pero el Evangelio explicado por el magisterio eclesial, no es algo opcional, a la carta. Si lo fuera, sería imposible mantener la unidad. Por ejemplo, iniciar la reunión del grupo juvenil con una lectura o canción es algo discutible, variable, pero la resurrección de Jesús, resulta indiscutible, definitiva. En este último caso, no podemos andarnos con el slogan de la diversidad malinterpretada. Una cosa es dialogar con los que piensan diferente y otra, totalmente distinta, sumarnos a iniciativas y/o mecanismos que le restan valor al proyecto de Dios, violando de una u otra forma la dignidad de la persona humana.
Aquí de ninguna manera estamos hablando de estilos, sino del depósito de la fe. Pueden variar las formas, pero nunca el fondo, la “chispa”, el verdadero atractivo del cristianismo. Se trata de comunicar el Evangelio de forma íntegra. Pasarlo por alto, no nos hace abiertos, sino hombres y mujeres con identidad diluida, débil en medio de tantas interrogantes que no pueden ser respondidas a través de salidas fáciles, como aprobar todo lo que nos digan.
Necesitamos fortalecer nuestro sentido de pertenencia, recuperar la capacidad de distinguir, entre todas las voces, cuál es la de Dios y hacerlo en el marco de la Iglesia, de la comunidad o conjunto de bautizados. Ser críticos, para evitar que nos vayamos con la finta. A partir de la razón iluminada por la fe, ubicar bien los conceptos y, desde ahí, tener las cosas en claro.
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