Viernes, 22 de noviembre de 2024

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La píldora de la fidelidad

por Alfonso G. Nuño

"Se ha llegado a afirmar que, en el futuro, un simple análisis de sangre podrá ser suficiente para saber si la relación de dos personas está llamada a ser duradera o no". Así se las han gastado unos cientifíficos brasileños, según leo en un artículo de El País. Todo lo cual no tiene por qué extrañarnos. En el campo de las neuro-ciencias, lo mismo que en otras muchas, el materialismo campea por sus respetos. Para muchos, la neutralidad de la ciencia consiste en hacer un acto de fe -natural claro está- en que solamente hay un tipo de realidades: las materiales. Lo cual es sumamente problemático, no solamente por la creencia de base, sino porque la neutralidad suplanta a la búsqueda de la verdad. Así, este tipo de científicos se creen más objetivos y, como no podía ser menos, cuando estudian algo humano, lo que estudian es un objeto. Ciertamente, en su labor, la ciencia tiene que poner entre paréntesis algunas cosas y ceñirse a lo propio suyo, pero esta epoché es algo muy distinto a una creencia que envuelve toda la vida y que además está ahí inconscientemente, sin que de ello se hagan cuestión. Pero esta mentalidad decimonónica en la ciencia está sumamente extendida en la sociedad. De entrada, solamente somos materia mientras no se demuestre lo contrario. Aunque claro, de momento está por demostrarse, con un mínimo rigor científico, que solamente haya materia. Y esto no son solamente divagaciones filosóficas, tiene sus consecuencias en la vida cotidiana, en cómo nos entendemos las personas y la sociedad. Si solamente somos materia no somos libres y, por tanto, tampoco responsables de nuestros actos. En pocas palabras, el mundo moral desaparece y pasa a ser un conjunto de convenciones sociales o miedos penales. Detrás de muchos de los desastres de nuestra época está, en gran medida, esta concepción del hombre. Si un feto no es más que materia, ¿por qué va a tener un tratamiento privilegiado respecto a un montón de estiercol? Si no soy responsable, no tengo por qué dar cuenta de mis robos y corrupciones. Si solamente somos materia, hablar de felicidad es exagerado, lo propio será hablar de placer. En esta línea, la fidelidad matrimonial es cosa de hormonas y, por tanto, algo que se podrá solucionar con una píldora. Aunque, si no somos responsables, qué más da si somos o no fieles. Pero no voy a ser injusto, hay algo más que esto. Juan Arias, en este artículo, comentaba: "Hasta ahora, solemos explicar el hecho de que unas relaciones duren más que otras a causas sociales o éticas. Sin negar que esas causas sean importantes, la neurociencia busca otros caminos para dicha explicación. Los busca en la química. De ahí la esperanza de que pueda llegar a encontrarse la forma, con un aumento por ejemplo de la oxitocina, para favorecer la monogamia o una larga fidelidad". Pero, en realidad, es más de lo mismo. La química, en realidad, sería una causa concurrente. Sí, aquí está la cuestión, en que solamente se habla de causas, aunque sean sociales o éticas. ¿No habría que hablar en el hombre, además de causas, de motivos? Y tratándose de un ser libre, ¿no sería mejor hablar de una sola causa: su voluntad? Tal vez esté hoy un poquito sutil, pero es que no me veo movido por causas. Es verdad que nuestra libertad es condicionada, en algunos momentos mucho, pero no estamos determinados por ninguna ni por el conjunto de ellas. El ejercicio de nuestra voluntad libre es el que nos auto-determina. Incluso, para portarnos como animales, necesitamos decidir dejar de decidir libremente. Y a esto no hace excepción la vida de la gracia. Es verdad que, sin ella, mi voluntad no puede lo que está más allá de lo creatural, pero la gracia no puede meterme en el cielo sin mi voluntad. "¿Quieres a N. por esposo/a?" Esta fórmula o semejantes, desde determinados planteamientos, resulta completamente obsoleta. En el amor entre un varón y una mujer, concurren muchos factores, pero, para poder hablar propiamente de amor, la que tiene que llevar la voz cantante es la voluntad. Si no, habría que pensar en algo así: "¿Concurren causas suficientes para declararos marido y mujer?" Aunque buena gana de preguntarlo, mejor sería recurrir a un estudio científico.

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