Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Toledo, 31 de julio de 1936. En el Paseo del Tránsito (2)

por Victor in vínculis

Generosidad y devoción

Como todas las almas grandes, en cuanto a don Juan Carrillo de los Silos  sus recursos se lo permitían, se mostraba espléndido con todo el mundo, de un modo especial con las religiosas, y aún más si cabe, con las hijas de Santo Domingo. A las religiosas de Madre de Dios les regaló una hermosa Virgen del Rosario, un Santo Domingo, los Sagrados Corazones y dos ángeles de adoración, sin embargo todo, desgraciadamente, desapareció durante la persecución religiosa en el verano de 1936. A las religiosas de Jesús y María les regaló una Virgen del Rosario, la Sagrada Familia, la Virgen de Lourdes y Santa Catalina. A las monjas de Santo Domingo el Real un San Joaquín. A las religiosas Gaitanas unos ángeles de adoración. También a las Dominicas de Segovia, a las de Ajofrín (Toledo) y a otras comunidades… ¡cuántos regalos les hizo! ¡Y cuántas cosas más que su humildad ocultó, y que no tuvieron más testigo que el Cielo!

Su amor a María y a Santo Domingo era sin límites. Jamás se desvistió de su gran escapulario, que llevaba como buen terciario dominico. Muchas veces decía: “-Por las noches, me envuelvo en mi rosario de quince misterios, porque si me muero quiero que el rosario sea mi mortaja y mi compañero hasta en la tumba”. Todo esto nos hace adivinar lo que había en el fondo de su alma.

Se dice que muchas veces Don Juan había previsto los acontecimientos que iban a sobrevenir y, como de cosa conocida hablaba de ellos en la intimidad.

Peregrinaciones

De cuando en cuando interrumpe sus ocupaciones habituales (predicar, confesar, misiones, retiros o los ejercicios espirituales a las comunidades religiosas, a las que se sabe atendía por toda la diócesis…) para emprender viajes a diferentes santuarios y así poder explayar su espíritu. Tres o cuatro veces peregrina a Lourdes, Roma y Bolonia. En muchas ocasiones, aquí en España, visita Caleruega (Burgos) y Segovia.

Por ejemplo, entre las peregrinaciones se encuentra la que casi cada año realizaba a la Santa Cueva de Segovia.

Se trata de una cueva, ahora transformada en capilla, donde Santo Domingo de Guzmán oró, se disciplinó y recibió extraordinarias gracias del Señor, entre ellas, la de que se reprodujesen en su alma y en su cuerpo todos los pasos de la Sagrada Pasión. Esto sucedió siendo ya Santo Domingo fundador de la Orden, cuando en 1218 regresó, desde Roma, a España.
 


Muchos santos a lo largo de los siglos visitaron el lugar, entre ellos Santa Teresa de Jesús en 1576, cuando va a fundar a Segovia. Cuenta la historia que nuestro Señor le comunicó a la gran santa de Ávila: “-Aquí te traigo a mi amigo Domingo para que te recrees con él”. Entonces se le apareció Santo Domingo, el cual le dijo que se alegraba que hubiese ido a aquel lugar, y que no perdería nada, porque él y sus hijos la habían de ayudar en sus fundaciones. También le contó las gracias extraordinarias que allí había recibido del Señor. Todo esto consta por declaración que después la santa hizo a su confesor, el dominico Padre Yanguas.


Los terciarios y las terciarias dominicos de Madrid, dirigidos por los Padres del Convento de Ntra. Sra. de Atocha, tenían la piadosa costumbre de pasar en la Santa Cueva toda la noche del 24 al 25 de septiembre, víspera de una de las fiestas del santo.

Una religiosa dominica da testimonio afirmando:

-Nosotras asistimos una vez y nunca hemos visto cosa que más se pareciese al cielo, o si se quiere al culto de las catacumbas. Pues a estas peregrinaciones solía asistir Don Juan y pagar el viaje para que fuese algún seminarista de Toledo.

También dice el dominico Padre Perancho:

-La hora santa que nos predicaba era algo extraordinario. El último año se la tomaron taquigráficamente y corrían varios ejemplares entre las terciarias de Madrid, que se leían con gran provecho. Recuerdo en la última ocasión que en su misa de madrugada, después de comulgar, empezó un fervorín de despedida y rompió a llorar con tal ímpetu, que no pudo terminar. Acabado el último Evangelio quiso reanudar el hilo de la plática, pero los sollozos volvieron con tanta fuerza que le fue imposible decir la mitad de lo que pretendía.

Otra testigo insiste:

-¡No olvidaremos nunca aquellas noches en que, con los peregrinos de Madrid, se pasaba velando en la santa cueva de Segovia, que parecía trasunto de paraíso!

A Don Juan estos recuerdos santos le electrizaban y decía: “¡Yo, el más grande pecador, el último de los hijos de Santo Domingo, orar y predicar en donde nuestro Padre oró y predicó!”. El júbilo y entusiasmo delirantes de nuestro terciario, en semejantes ocasiones, era imposible describirlo.
 
 
1936, comienza la persecución
 
Constante, con absoluta entrega y sin retrocesos, siempre mostrándose digno sacerdote y con el celo de un apóstol, se fue deslizando la vida de nuestro mártir.

Según relata su hermana, un día, al regresar a su casa, se le veía profundamente conmovido. Una gran tristeza se reflejaba en su semblante. Eloísa, cariñosa, enseguida le pregunta:

-Pero, Juan, ¿qué te pasa?, ¿qué te han dicho?, ¿qué te han hecho?

-Nada, nada, responde, que el Obispo nos ha dicho que, dado el cariz que van tomando las cosas, nos fuéramos preparando algún traje de paisano.

Entonces mirando a la Santísima Virgen, exclamaba:

-¡Madre mía, de paisano no, de sacerdote siempre! Que me concedas la gracia de derramar toda mi sangre, dar mi vida yo, yo el culpable, pero vistiendo mis hábitos talares.


Aquel día no pudo comer.

La casa de Don Juan era para la orden de los dominicos, que pasaban o llegaban a Toledo, como su propia casa. Por eso, su hermana también recuerda a unos dominicos que se dirigían a La Habana (Cuba) de misiones y que querían despedirse de su hermano. Estando allí Eloísa le propone lo siguiente:

-¿Sabes, hermano, lo que se me está ocurriendo?

-No sé, contesta.

Pues que te podías marchar con estos Padres… ya ves cómo se están poniendo las cosas.

Reflexionó unos minutos y contestó:

-¿Por qué me dices esto? ¿Es que mi presencia en tu casa podía comprometeros, a ti y a los tuyos?

Ella, entristecida, responde:

-Hombre, eso no lo digas siquiera.

Don Juan terminó diciendo:

-Si es compromiso, me podría marchar, de lo contrario de ningún modo: el Señor aquí me tiene, y si es su voluntad, derramaré por él mi sangre.

El capítulo más inmediato será, antes del 18 de julio, la novena de la Virgen del Carmen, que predica del 8 al 16 de julio en donde vierte toda su elocuencia y su amor apasionado por María; se supera a sí mismo, habla de la atmósfera asfixiante que se respira y de los acontecimientos que están por venir.

Por su hermana también sabemos que, meses atrás, estando ella en casa enferma y sujeta a una difícil operación quirúrgica, una tarde don Juan se queda mirándola con pena; y, con una ternura indefinible mientras lo observaba todo como si fuera la primera vez que entraba en esa habitación, le dice:

-¡Qué jaula dorada más hermosa, aunque se quedará vacía, ya que los pájaros volarán!

-¡Calla Juan!, ¿qué dices?, con lo enferma que estoy y que se te ocurra decirme esas cosas, replica la hermana.

-¿Es que voy a morir?, prosigue angustiada mujer.

-No, no, tú vivirás y los demás moriremos, y te quedarás sola.
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