Fuentes del sufrimiento
El sufrimiento humano…, es uno de los grandes temas que el hombre, no acaba de aceptarlo y mucho menos de amarlo, Y sin embargo hay personas que llegan no solo a comprender e incluso amarlo. La clave para alcanzar esta situación, solo se encuentra en muestro amor a Dios. Aquel que más ame a Dios será el que alcance, incluso ya en esta vida, una unión con el Señor. Su nivel de vida espiritual, el dominio de su alma sobre los apegos y tendencias desordenadas que infectan la vida del hombre en este mundo, no constituirán a para él ningún problema, sino que comprenderá fácilmente que el sufrimiento personal unido al del Señor en la cruz, es una fuente de gracias y bendiciones divinas.
Hemos de considerar que hay, tres distintas fuentes de sufrimiento en relación al tiempo: El deseo que es la fuente del sufrimiento en el tiempo presente. El recuerdo que es fuente del sufrimiento en relación al tiempo pasado. Y el temor o miedo, a la vida que se espera, que es fuente de sufrimiento en relación al tiempo futuro.
De las tres clases de sufrimiento, es el referido al presente, el más duro de los tres, En el sufrimiento del momento presente, es aquí donde los sufrimientos pueden ser y son los mayores. Podemos sufrir psíquica y mentalmente, es más, es siempre en el presente cuando se sufre, porque es en el presente, cuando se inicialmente sufrimos por primera vez, la muerte de un ser querido, Es en el presente cuando se nos anuncia a nosotros o a uno de nuestros seres queridos la tenencia de una enfermedad incurable
Todos nuestros sufrimientos todas nuestras ansiedades y deseos se relacionan con el tiempo. El ser humano es la única criatura consciente del tiempo. Solo los seres humanos pueden tener en mente el pasado de manera que este pese sobre el momento presente, con toda su herencia personal y nos haga sufrir y también puede introducir el futuro en el presente, para crearnos imágenes de futuros sufrimientos, el más conocido de todos es la muerte. Pocas son las personas que no solo por amor a Dios no le tengan miedo a la muerte sino que la desean. Conozco a una persona, que dice: Si lo que espero es mucho mejor que lo que ahora tengo, como no voy a querer ver el Rostro de Dios al que tano amo y deseo. En las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, hay una estrofa que dice: “Es locura en el hombre querer vivir cuando Dios quiere que muera”, Dios ha dispuesto que todo hombre o mujer, abandone este mundo, al que han llegado, para pasar una prueba de amor al Señor. El en este mundo vive con Cristo y fallecerá como Cristo murió, pero resucitará para la vida eterna si llegó a superar la prueba e amor que ahora está pasado.
Se puede sufrir recordando el pasado. También se puede sufrir mirando a un futuro que se prevé incierto, pero en ambos casos estamos frente a un sufrimiento de orden psíquico o mental, mientras que el caso del sufrimiento presente, no solo puede sufrirse mental o psíquicamente, sino también y esencialmente con sufrimiento material. Los dolores de una enfermedad se tienen en el presente. No podemos sufrir materialmente en el presente, con una futura o una pasada enfermedad, aunque si podemos sufrir psíquicamente, con el recuerdo de lo pasado o con el temor a lo futuro. Con el temor a lo futuro también solo podemos sufrir psíquicamente, no materialmente tal como ocurre en el caso del sufrimiento en relación al pasado, es decir por razón de los recuerdos. Por lo tanto, de todo lo anterior, nos nace una segunda distinción básica a considerar, en cuanto a las clase de sufrimientos, y es; por un lado, la existencia de sufrimientos psíquicos o mentales, y por otro la de sufrimientos materiales.
En cuanto a los sucesos del futuro, estos no nos deben preocupar demasiado, pues todavía no tenemos la gracia de Dios para enfrentarnos a ellos. Es natural que ahora no tengamos la gracia de Dios para vencer unos obstáculos y aceptar unas cruces que solo existen en nuestra imaginación. Debemos de huir siempre de las elucubraciones sobre el futuro, que o bien pueden ser, ensoñaciones o fantasías, o bien imaginaciones y temores con o sin fundamento. Sobre todo esto Santa Teresa de Lisieux, escribía: “Ocuparse del porvenir es meterse a crear, y es ocupar el lugar de Dios”. Cuando uno se ocupa de la posibilidad de futuros sufrimientos que se esperan, siempre se trata de un futuro que a lo mejor, nunca llega. Tomás de Kempis, escribía hace siglos: “Es vano, y además inútil, afligirse o alegrarse por las cosas del mañana, que quizás jamás sucederán”.
Los deseos humanos son una innegable fuente de sufrimiento de las personas, máxime cuando estos no se materializan La búsqueda de la felicidad es un afán que todo hombre tiene y lleva dentro de sí. El hombre ansía y desea aquello para lo que fue creado, para la eterna felicidad, y la desea y la busca desesperadamente aquí abajo, sin saber que aquí, jamás la encontrará. La felicidad que ansía el hombre, es una felicidad eterna para la cual, fuimos creados y estamos llamados a poseerla. Una felicidad queno sea eterna, es un infelicidad, porque lleva en sí la inquietud de saber cuándo se acabará.
Esta felicidad eterna es distinta de lo que aquí conocemos como felicidad, y hasta que no descubrimos esa diferencia, entre las dos clases de felicidades, el ansia de felicidad terrenal, nos lleva a convertimos en un manojo de deseos que nos acompañarán hasta la muerte. Esta ansia de felicidad es el motor que impulsa la actividad humana. Cuando el hombre llega a comprender que la felicidad que busca, solo puede hallarla en Dios, y que la felicidad terrena, no es realmente la felicidad que él ha de buscar, es cuando comienza a ser feliz, incluso aquí en esta vida, porque anticipadamente, comienza a degustar ya en la tierra, los bienes que le están reservados para el cielo.
La felicidad para ser plena ha de ser eterna, la felicidad que tiene límite en el tiempo, se vicia con la amargura de que un día se acabará, por ello, esta es una de las razones, por las que en esta vida no puede haber felicidad plena, porque cualquier felicidad la máxima felicidad que un ser humano pueda llegar a alcanzar aquí en la tierra, siempre será una felicidad imperfecta al estar limitada en el tiempo. La felicidad mundana, nos consuela de la falta de la felicidad eterna, y lo que debe ser entendido como un sustitutivo de lo que nos espera, el hombre lo transforma en lo definitivo. Se agarra a la felicidad mundana, y es entonces cuando nacen los deseos de alcanzar esa felicidad humana, que es la única que conocemos y palpamos materialmente.
Para San Francisco de Sales: “Cuando el bien al que tiende el corazón y por el que se ve atraído, se encuentra lejos o ausente y no es posible la unión de forma tan perfecta como se pretende, entonces el movimiento del corazón hacia el objeto ausente se llama propiamente deseo”. El deseo nos mueve hacia la consecución del bien amado, y en la medida que tenga la fuerza de atracción que sintamos, por el bien amado, así será de fuerte el deseo que nos embargue. Este movimiento o actividad, será de carácter positivo o negativo, de acuerdo con la propia naturaleza de lo que deseemos.
El deseo nace en el pensamiento, que en la cadena de estructuración del deseo, es este el eslabón anterior, al deseo. Es el primer eslabón de la cadena. Se dice que el pensamiento es la antesala del deseo. Sin pensamiento no hay deseo. La incidencia y remoción del pensamiento en la mente aviva la fortaleza del deseo. El deseo se afianzará más, cuanto más vueltas demos en la mente al pensamiento que engendró el deseo. Si por el contrario luchamos para abandonar la idea del deseo en nuestra mente, este llegará a desaparecer. Dentro de esta cadena tenemos más tarde el eslabón de la voluntad que actuará para materializar el deseo, mediante el ejercicio del acto de voluntad, que escogerá entre el bien o el mal. Puede pasar que la cadena se interrumpa y se pare en el eslabón del deseo, sin pasar al siguiente de la voluntad.
En relación con el tiempo, el deseo actúa siempre en tiempo presente. Lo que deseamos en el pasado ya se realizó o no se realizó. Lo que deseemos en el futuro, lo ignoramos, podemos saber qué es lo que deseamos para el futuro, pero no sabemos cuál será el deseo que tengamos en ese futuro cuando llegue. El hombre es cambiante y voluble en sus deseos, y lo que en un presente puede desear ardientemente, más tarde llegado a un tiempo futuro, puede no desearlo o desear otra cosa diferente, incluso opuesta a la deseada inicialmente.
Se considera que el deseo es la fuente de todo sufrimiento. Si nos ponemos a pensar en ello, nos daremos cuenta, desde luego, que el deseo insatisfecho produce frustración o sufrimiento, y así se puede llegar a la conclusión, de que quien carece de deseos no puede sufrir. Pero la anterior afirmación, de que el deseo es la fuente de todo sufrimiento, si se da con carácter rotundo, no es correcta, pues no todos los deseos son irrealizables ni la no realización de muchos, produce sufrimiento o dolor.
Por otro lado, hay que tener presente, que los deseos no son todos de la misma categoría. Esencialmente, los hay buenos y malos, y materiales y espirituales. La diferencia esencial entre estos dos últimos, es que los espirituales siempre conllevan la idea de eternidad, mientras que los materiales, no pueden durar más allá del término de la vida del sujeto que desea, así que más que de deseos de orden material, podríamos hablar de deseos temporales, porque los deseos materiales son siempre temporales, están limitados en el tiempo. Nos dice el Señor: "19 No alleguéis tesoros en la tierra donde la polilla y el orín los corroen y donde los ladrones horadan y roban. 20 Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen y donde los ladrones no horadan ni roban. 21 Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”. (Mt 6, 19-21).
La vida de cualquier hombre está llena de deseos. Pero cuando se actúa de espaldas a Dios, sin contar con su voluntad, la vida de este hombre, se llena de deseos temporales, de deseos concretos y específicos, que no son precisamente los que generan el ansia de felicidad eterna. Es entonces cuando este hombre, se encuentra en peligro constante, de desilusión, de amargura, enfado o indiferencia, pues la mayor parte de las veces no se cumplen sus deseos, y acaba por sentir que en algún sitio y de alguna manera que ha sido traicionado. Y lo que resulta más paradójico, es que en este caso, presionado por ese afán de auto exoneración que todos tenemos, se le echen las culpas a Dios.
Los deseos, son los motores de nuestra actividad, y en general todos ellos los encaminamos hacia la consecución de lo que creemos que puede ser nuestra felicidad. Y lo mismo que nuestra felicidad, la que nos afanamos en buscar, puede ser de carácter eterno o temporal, del mismo modo, los deseos que nos impulsan, pueden dividirse también en deseos de Luz divina o deseos espirituales, y deseos temporales.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858
- Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298
- Libro. CONVERSACIONES CON MI ÁNGEL.- www.readontime.com/isbn=9788461179190
- Libro. DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ.- ww.readontime.com/isbn=9788461154913
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- Libro. MANDAMIENTOS DE AMOR.- http://www.readontime.com/isbn=9788461557080
La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.
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