Kateri Tekakwita, el lirio de los mohawks.
‘La vida de Kateri Tekakwitha fue el vínculo de dos tradiciones culturales, la americana nativa y el catolicismo. Ambas tradiciones me han hecho personalmente más fuerte. Tenemos nuestros valores tradicionales y nuestros valores cristianos, y encuentro que los dos son compatibles en mi vida para caminar por el sendero en forma más fuerte y con mayor dedicación’
Hermana Kateri Mitchell
Directora ejecutiva de la Conferencia Nacional Tekakwitha de la nación mohawk
PRESENTACION
En el inmenso territorio descubierto en el siglo XVI por el enviado de la Corona española, Cristóbal Colón, se establecieron colonias de todas las procedencias. Desde 1614 los holandeses se establecieron a lo largo de la parte baja del río Hudson, donde fundaron Nueva Ámsterdam en la isla de Manhattan. En 1674 los Países Bajos cedieron su territorio a Inglaterra, el cual fue renombrado como Nueva York. Con la división de las Carolinas en 1729 y la colonización de Georgia en 1731, se establecieron las trece colonias británicas que luego se convertirían en los Estados Unidos de Norteamérica.
En el territorio donde se estableció la presencia holandesa y luego la inglesa vivió una joven india mohawk llamada Kateri Tekakwitha, quien vivió mucho en muy pocos años.
SU VIDA
Kateri Tekakwitha nación en 1656 en Ossessernon, la actual Auriesville, en el estado de Nueva York. Su madre, una joven india algonquina, fue raptada por los indios iroqueses y casada con un jefe mohawk.
A los cuatro años de edad Kateri perdió a sus padres y a su hermano menor durante una epidemia de viruela que se extendió por toda aquella zona, de lo cual los indios responsabilizaron a los colonos por la introducción de la viruela y de otras enfermedades mortales entre la comunidad indígena. Kateri sobrevivió, pero quedó con cicatrices en el rostro y con problemas de visión, por lo cual fue denominada ‘Tekakwitha’, que significa ‘la que se tropieza con las cosas’.
Kateri fue adoptada por su tío quien, cuando ella tenía ocho años de edad, la emparejó con un niño para que más adelante se casaran, de acurdo con las costumbres iroquesas. Pero Kateri, quien ya conocía el cristianismo por medio de los misioneros jesuitas, dijo que ella quería dedicar su vida a Dios, a lo cual su tío se opuso radicalmente.
En 1966, cuando Kateri tenía diez años de edad, un grupo de soldados franceses apoyados por indios canadienses, destruyó los asentamientos de los indios mohawk, incluyendo el lugar en donde vivía Kateri y su familia. Los mohawks sobrevivientes se trasladaron a la parte norte del río Hudson, al norte del Estado de New York, donde construyeron un pueblo cerca de la actual ciudad de Fonda.
Allí Kateri comenzó su instrucción en la fe católica, aunque en total secreto, hasta que ello llegó a conocimiento de su tío, quien finalmente cedió y dio su consentimiento para la conversión de Kateri, a condición de que ella no tratara de salir de la aldea india. Debido ello Kateri fue ridiculizada y despreciada por los aldeanos, fue sometida a acusaciones injustas, e incluso su vida fue amenazada.
Al ser bautizada Kateri a sus 20 años por los misioneros jesuitas, su vida se volvió aún más difícil. Pronto tuvo que sufrir por su fe grandes abusos y también el rechazo por parte de familiares y la comunidad india. La persecución fue tal que Kateri tuvo que huir de su pueblo. Caminó unos 320 kms. hacia el norte, hasta llegar a Sault Ste. Marie, un pueblo cristiano ceca de Montreal, Canadá, en 1966.
El pueblo en donde se instaló en Canadá era conocido como Kahnawake. Allí Kateri fue conocida por su dulzura, amabilidad y buen humor. El día de Navidad de 1677 Kateri recibió la Primera Comunión, y en la festividad de la Anunciación de 1679 hizo voto de virginidad perpetua. Asimismo se ofreció a la Virgen María para que la aceptara como hija suya.
Durante su estancia en Canadá, Kateri enseñaba oraciones a los niños y trabajaba con ancianos y enfermos. Ella solía ir a Misa dos veces al día, al amanecer y al atardecer. Era conocida por su gran devoción al Santísimo Sacramento y a la Cruz de Cristo.
Durante los últimos años de su vida, Kateri sufrió una grave enfermedad y, debido a ello, murió en Kahnawake el 17 de abril de 1680, poco antes de cumplir los 24 años de edad. Sus últimas palabras fueron: ‘Jesos Konoronkwa’, que significa: ‘Jesús, te amo’. Los testigos de su muerte informaron que a los pocos minutos de su muerte, las marcas de la viruela desaparecieron por completo y su rostro resplandecía con un encanto radiante.
CONCLUSION
La vida de Kateri Tekakwitha no fue fácil, pero sí fu extraordinaria. Fue una mujer tenaz y valiente que no dudó en abrazar la fe, aún consciente de que tal decisión le provocaría el rechazo y el desprecio de su pueblo.
Su espíritu de mortificación, a veces para expiar los excesos carnales de su pueblo, y en otras ocasiones como acto de amor y agradecimiento a Cristo y a la Santísima Virgen María, le llevó incluso a colocarse brasas encendidas entre los dedos de sus pies mientras estaba orando sobre la nieve, e incluso a dormir en un lecho de espinas, tal como hacía San Luis Gonzaga.
Kateri Tekakwitha se erige como un ejemplo heróico de cómo integrar el misterio de la Cruz con el misterio de la Resurrección de una manera que da honor y gloria a Dios, y que garantiza un servicio de amor a su pueblo.
Cincuenta años después de la muerte de Kateri se estableció un primer convento de monjas indias en México, las cuales oraban constantemente para que la Iglesia reconociera la santidad de Kateri.
Kateri Tekakwitha es conocida popularmente como ‘el lirio de los mohawks’. Fue declarada venerable por el Papa Pío XII en 1943 y beatificada el 22 de junio de 1980 por el Papa Juan Pablo II. El 21 de octubre del 2012 el Papa Benedicto XVI la declaró santa en la Basílica de San Pedro.
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