Distinguir entre celebración, clase y retiro

 Trabajar a favor de la educación cristiana de los niños, adolescentes y jóvenes es un reto desde el punto de vista, no solo de la evangelización, sino de la pedagogía. Formar integralmente a una persona, implica diferentes plataformas y estrategias. Aunque tienen una meta común, es muy importante distinguir entre celebración litúrgica, clase y retiro, pues, si no lo tenemos en cuenta durante las planeaciones, corremos el riesgo de repetir muchas cosas, eliminando el aporte particular de cada una. Se trata, por decirlo de algún modo, del mismo campo semántico; es decir, de la evangelización, pero entendiendo que hay diferencias metodológicas, de enfoque. Por ejemplo, si hablamos de fútbol, existe el entrenamiento y el partido. Se trata de dos partes que buscan alcanzar un mismo objetivo, pero a la hora de la práctica, cada una tiene esquemas y/o modalidades concretas. Igual pasa con la educación. 

 En clase, podemos preguntar cuántas veces lo consideremos necesario en un marco de equilibrio, pero en una celebración; sobre todo, tratándose de la Misa, lo principal es encontrarnos con Jesús, escucharlo. Si el tiempo se va en hacer preguntas a los fieles sobre doctrina, hay estrés y falta de concentración. Las celebraciones, valga la redundancia, nos sirven para celebrar el misterio que tuvimos que haber estudiado, conocido, durante las clases de religión. Se trata de dos realidades metodológicamente distintas y, al mismo tiempo, interconectadas. El retiro, por otro lado, aunque incluye momentos celebrativos, tiene otra forma de abordaje. En la clase, se conoce quién es Jesús, mientras que en los ejercicios espirituales se busca iluminar la propia existencia a partir de los aprendizajes adquiridos. Ya no hay datos, sino un salto a la vida. Es verdad que todo profesor católico debe esforzarse para que los contenidos no caigan en el intelectualismo, pero para una mayor profundización, viene bien aprovechar los días o periodos de retiro. Las dinámicas que se emplean en este caso, tienen que ser distintas a las del aula. Por ejemplo, durante una hora-clase, no se pueden tener cincuenta minutos de silencio, de adoración eucarística, mientras que, en el marco de una mañana de retiro, esto sí es posible. Ahora bien, pueden coexistir los tres momentos en un solo día; sin embargo, aun tratándose de un espacio compartido, será necesario respetar los tiempos de cada parte. ¿La razón? Variedad de propuestas que buscan responder a las diferentes dimensiones del ser humano.