Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Sólo un corazón limpio puede ver a Dios. San Gregorio

Sólo un corazón limpio puede ver a Dios. San Gregorio

por La divina proporción

A veces nos preguntamos ¿Por qué no somos capaces de ver a Dios en todo lo que nos rodea? Todo ha sido creado por Él, por lo que lleva impresa su huella y conserva el hálito del ser donado por Dios. De todas las cegueras, la más dura es la que nos impide ver a Dios en nuestros hermanos. De ahí vienen los egoísmos, rencillas, envidias y venganzas. 

Cristo nos invita a ver con ojos limpios y profundos, para que quedarnos en la superficie y las apariencias. 

Si tú purificas tu corazón de toda escoria por el esfuerzo de una vida perfecta, la belleza divina volverá a brillar en ti. Es lo que pasa con un trozo de metal cuando la lima lo limpia de toda herrumbre. Antes estaba ennegrecido y ahora es radiante y brilla a la luz del sol. Asimismo, el hombre interior, lo que el Señor llama “el corazón”, recobrará la bondad a semejanza de su modelo, una vez quitadas las manchas de herrumbre que alteraban y afeaban su belleza (Gn  1,27). Porque lo que se asemeja a la bondad, necesariamente se vuelve bueno. 



El que tiene un corazón puro es feliz (Mt 5,8) porque recobra su pureza que le hace descubrir su origen a través de esta imagen. Aquel que ve el sol en un espejo no necesita fijar la mirada en el cielo para ver al sol; lo ve en el reflejo del espejo tal cual está en el cielo. Así vosotros que sois demasiado frágiles para captar la luz, si os volvéis hacia la gracia de la imagen que tenéis esculpida en vuestro interior desde el principio, encontraréis en vosotros mismos lo que buscáis. En efecto, la pureza, la paz del alma, la distancia de todo mal, es la divinidad. Si posees todo esto posees ciertamente a Dios. Si tu corazón se aparta de toda maldad, libre de toda pasión, limpia de toda mancha, eres feliz porque tu mirada es transparente.
(San Gregorio de Nisa. Homilía 6 sobre las Bienaventuranzas) 

A veces creemos que la limpieza de corazón proviene de nuestros ímpetus y acciones. El peligro del pelagianismo es evidente, ya que la transparencia de un cristal no depende de que lo movamos a toda velocidad. La acción no puede ser externa, sino interna, centrándonos en poner nuestra voluntad en desalojar todo lo erróneo que llevamos dentro de nosotros. Después será la Gracia de Dios la que actúe, no nosotros directamente. 

Cristo nos dijo que “Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre” (Mc 7, 23). La Gracia de Dios es el único limpiador eficaz del que disponemos, pero procede de Dios, no es una herramienta que podamos tomar para limpiarnos nosotros mismos. Lo que sí podemos hacer es abrir nuestro corazón y rogar al Señor para que su Gracia penetre en nosotros y restituya la limpieza. 

¿Qué es la suciedad que nubla nuestra mirada? Seguramente más de una vez ha visto a una persona hacer algo e inmediatamente la ha juzgado. Ha visto en ella malas intenciones, egoísmo, envidia o maldad. Lo curioso es que todas esas manchas no proceden de estas personas, sino de nuestro interior. Nosotros se las hemos puesto encima a nuestro hermano y después hemos generado sentimientos negativos hacia el o ella. Lo que estamos viendo son nuestros errores y faltas, proyectado sobre esta persona. Mientras nuestro interior no esté limpio, seremos incapaces de ver la imagen de Dios impresa en nuestros hermanos. 

Cristo nos pedía que amaráramos a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Esa es la clave que necesitamos para empezar la limpieza. ¿Somos capaces de ver la imagen de Dios en nosotros? Somos capaces de amar esta imagen y despreciar las manchas del pecado? Normalmente nos resulta más fácil perdonarnos nuestros pecados y olvidar la imagen de Dios en nosotros, por lo que sería maravilloso ir descubriendo a Dios en nosotros mismos. Seguro que después somos capaces de ver esas mismas señales de Dios en los demás. 

Compasión, buen humor, alegría, orden, rectitud, disposición a ayudar sin hacernos notar, estar con quienes más lo necesitan, decir una palabra de ánimo y apoyo, elogiar lo que otras personas hacen bien, son algunas de las señales que puede haber en nosotros de la imagen de Dios. Habría que tener el ánimo que contagiarlas a los demás y así dejar de medir los errores ajenos. Es todo un reto.

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