Toledo, 27 de julio de 1936. En el Paseo del Tránsito
El octavo sacerdote asesinado en la ciudad Imperial el día 27 de julio, caerá junto a su hermano en el toledano paseo del Tránsito.
El siervo de Dios Benito Abel de la Cruz y Díaz-Delgado nació el 21 de abril de 1893 en la localidad toledana de Orgaz. Se ordenó el 24 de marzo de 1917 y dos días después cantaba misa en el toledano convento de la Reina. Fue destinado a Novés, primero como coadjutor (1917) y después como ecónomo (1919); capellán de las Damas Catequistas de la beata Dolores Sopeña, en 1922. Coadjutor de la parroquia de Santiago del Arrabal en Toledo (1929) y, en octubre de 1935, lo será de San Martín y de Santo Tomé. Estaba adscrito como sacerdote de la Catedral con el cargo de Vara de plata, que hacía de supervisor de todos los empleados seglares de la Catedral. También era profesor del Seminario.
Don Benito vivía cuidando de sus ancianos padres. Las milicias rojas fueron a su encuentro. Como presagiaba un desenlace semejante, días antes había confesado a sus padres y a uno de sus hermanos, llamado Mariano, para que estuvieran todos preparados por si se avecinaba la hora de la muerte. Los izquierdistas lo tenían marcado pues era director espiritual de destacados dirigentes de derechas, trabajos que ellos denominaban «actividades facciosas».
El 27 de julio de 1936 se produjo la detención y se lo llevaron junto con su hermano Mariano, a quien a golpes separaron de su madre. Mariano fue uno de los promotores de la Mutualidad «Soliss» de accidentes de trabajo, que tanto socorro mutuo y tanta ayuda había facilitado a los operarios y empleados de Toledo. Se llevaban a un protector social.
Primera firma en la nueva sede de Soliss en la calle Juan Labrador. El edificio fue destruido en la Guerra Civil en 1936. En la imagen, el presidente Toribio Palomino y el secretario Mariano Abel de la Cruz. Año 1934.
Al salir, don Benito se despidió de su anciana madre con estas palabras:
-Madre, no se apure usted; nos van a matar, pero vamos al cielo. ¡Qué a gusto vamos a estar allí!
Los condujeron por el Paseo de San Cristóbal, donde comenzó un macabro escarnio contra los dos hermanos quienes, al final y tras una deliberada crueldad por parte de sus ejecutores, fueron eliminados simultáneamente en el Paseo del Tránsito.
El siervo de Dios Benito Abel de la Cruz y Díaz-Delgado nació el 21 de abril de 1893 en la localidad toledana de Orgaz. Se ordenó el 24 de marzo de 1917 y dos días después cantaba misa en el toledano convento de la Reina. Fue destinado a Novés, primero como coadjutor (1917) y después como ecónomo (1919); capellán de las Damas Catequistas de la beata Dolores Sopeña, en 1922. Coadjutor de la parroquia de Santiago del Arrabal en Toledo (1929) y, en octubre de 1935, lo será de San Martín y de Santo Tomé. Estaba adscrito como sacerdote de la Catedral con el cargo de Vara de plata, que hacía de supervisor de todos los empleados seglares de la Catedral. También era profesor del Seminario.
Don Benito vivía cuidando de sus ancianos padres. Las milicias rojas fueron a su encuentro. Como presagiaba un desenlace semejante, días antes había confesado a sus padres y a uno de sus hermanos, llamado Mariano, para que estuvieran todos preparados por si se avecinaba la hora de la muerte. Los izquierdistas lo tenían marcado pues era director espiritual de destacados dirigentes de derechas, trabajos que ellos denominaban «actividades facciosas».
El 27 de julio de 1936 se produjo la detención y se lo llevaron junto con su hermano Mariano, a quien a golpes separaron de su madre. Mariano fue uno de los promotores de la Mutualidad «Soliss» de accidentes de trabajo, que tanto socorro mutuo y tanta ayuda había facilitado a los operarios y empleados de Toledo. Se llevaban a un protector social.
Primera firma en la nueva sede de Soliss en la calle Juan Labrador. El edificio fue destruido en la Guerra Civil en 1936. En la imagen, el presidente Toribio Palomino y el secretario Mariano Abel de la Cruz. Año 1934.
Al salir, don Benito se despidió de su anciana madre con estas palabras:
-Madre, no se apure usted; nos van a matar, pero vamos al cielo. ¡Qué a gusto vamos a estar allí!
Los condujeron por el Paseo de San Cristóbal, donde comenzó un macabro escarnio contra los dos hermanos quienes, al final y tras una deliberada crueldad por parte de sus ejecutores, fueron eliminados simultáneamente en el Paseo del Tránsito.
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