Cristo es Maestro. La Iglesia, escuela. Clemente Alejandrino
Cristo es Maestro. La Iglesia, escuela. Clemente Alejandrino
¿Qué nos enseña Cristo? Muchas cosas, entre ellas las que Clemente de Alejandría nos señala con certeza:
Éstas son las leyes del Logos: las exhortaciones no están escritas en tablas de piedra por el dedo del Señor, sino inscritas en el corazón de los hombres, lo único que no conoce corrupción. Razón por la cual fueron rotas las tablas de los duros de corazón, a fin de que la fe de los niños fuese impresa en las mentes dóciles. Pero, ambas leyes servían al Logos para la educación de la humanidad: una, por mediación de Moisés, y la otra, por medio de los Apóstoles.
Él, en verdad, tomándoos a vosotros, que habéis sido educados con una buena formación, os hará comprender sus palabras. La Iglesia es la escuela, y el esposo, el único maestro, voluntad buena de Padre bueno, sabiduría genuina, santidad de conocimiento.
¡Oh retoños de la bienaventurada pedagogía! Completemos la hermosa faz de la Iglesia y, cual niños, corramos hacia esta buena madre; y si nos convertimos en oyentes del Logos, glorifiquemos la bienaventurada providencia, por la que el hombre es educado y santificado como hijo de Dios y, por ser formado por el pedagogo en la tierra, se convierte en ciudadano del cielo y recibe allí al padre que ha aprendido a conocer en la tierra. (Clemente de Alejandría, El Pedagogo III, fragmentos de los epígrafes 94, 98, 99)
Para aprender, es necesario aceptar que no sabemos. Nadie que se crea en posesión de la Verdad, aceptará otra cosa que sus ideas y creencias personales. En esta postmodernidad que padecemos, nos enseñan que no existe una Verdad Absoluta a la que tomar como referencia. Esto nos lleva a defender que lo que cada cual crear conocer y entender, como una verdad personas que nadie puede rebatir. Se postula que todas estas verdades personales son equivalentes y si se contradicen, se postula que no las llegamos a entender realmente.
Pero como dice Clemente de Alejandría, aunque las tablas de la ley fueron rotas, la ley fue grabada en nosotros mismos. Esta ley está en nuestra naturaleza y ninguno somos indiferentes a ella. La docilidad de la ley impresa en nosotros, no nos impide contradecirla y negarla. Cuando actuamos en contra a la ley natural, sufrimos, por lo que nadie puede negar que se esté equivocando. Lo curioso es que, hoy en día, ese sufrimiento se traslada a los demás y se nos hace responsables de que suframos por nuestra propia ignorancia y soberbia.
Pero si sabemos escuchar la ley inscrita en nosotros, aunque el dolor nos atenace, tendrá un sentido trascendente. Dice Clemente: “si nos convertimos en oyentes del Logos, glorifiquemos la bienaventurada providencia, por la que el hombre es educado y santificado como hijo de Dios”.
Ese es el gran reto dentro de la Iglesia, abajarse como niños es escuchan y aprenden de Cristo presente en la Iglesia. Si lo hacemos seremos educados y encontraremos el camino de la santidad. Demos gracias a la Providencia de Dios, porque Ella nos ha ofrecido estar dentro de la Escuela y nos ha dado la oportunidad de escuchar al Maestro. Corramos con felicidad hacia la Iglesia, que es nuestra Madre y protectora. Pero, ojo, no se trata de entrar corriendo y dando gritos al recinto sagrado, sino de llevar la alegría en nuestro corazón y nuestras palabras. Ser como niños no implica comportarnos de forma irrespetuosa ante el Señor. Al Señor debemos respeto y reverencia, además de esperar de Él que llene nuestro ser con un sentido pleno y profundo.