Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Los buenos propósitos son oportunidades. Card. T. Spidlik

Los buenos propósitos son oportunidades. Card. T. Spidlik

por La divina proporción

Hay fechas especiales en las que miramos atrás y nos hacemos propósitos, que pueden ser más o menos realistas. Es normal pensar en que debemos adelgazar, hacer más deporte, dedicar más tiempo a algo o a alguien, mejorar en nuestra forma de ser e incluso ser mejor cristiano. 

En estos momentos no es normal pensar en términos de pecado, ya que conlleva dar un paso adelante en lo que hay detrás de los buenos propósitos. Cualquier buen propósito conlleva algo bueno y positivo, lo que implica actuar con más orden, firmeza, consciencia, paciencia y belleza. 

Los buenos propósitos se suelen olvidar al poco tiempo, ya que la constancia interior es muy difícil de mantener. Reflexionando sobre el tema, me he dado cuenta que es difícil poner orden dentro del cómodo caos en el que vivimos. Si arreglamos algo, lo solemos hacer a partir de cambios en las condiciones externas. En resumen, las inercias no se vencen a base de únicamente de voluntad, sino también de una cierta sintonía con lo que nos rodea. Podríamos decir que los buenos propósitos son más fáciles de cumplir, cuando se integran dentro de nuestra vida, de forma armoniosa, equilibrada y bella. ¿Qué tiene que ver la belleza y le pecado? Bastante. Leamos lo que nos dice el Card. Tomás Spidlik: 

… el pecado se manifiesta como lo contrario, el polo opuesto a la belleza, porque es la “ipsedad” (ser en sí mismo) sin relación con el otro, es decir, sin relación con Dios y con la creación. Es el dominio de la oscuridad: “La luz hace que aparezca la realidad, mientras que la tiniebla es la desunión, la dispersión de la realidad, la imposibilidad de aparecer uno ante el otro, la invisibilidad de uno ante el otro”. Contemplar la verdadera belleza de la realidad significa penetrar hasta sus raíces y sólo entonces, se descubre la Verdad. La belleza es la fuerza que penetra a fondo, a través de todos los estratos. Dios es la belleza suprema, participando de ella todo se hace hermoso. (Card. Tomás Spidlik, Teología de la evangelización por la belleza, II, 8) 

Nuestra vida suele reposar en actos o costumbres que le dan estabilidad. Cambiar alguno de estas costumbres conlleva encontrar una nueva estabilidad que sea sostenible a largo plazo. Esto no es sencillo. Por ejemplo, si deseamos andar un rato diario y no tenemos espacio de tiempo que propicie realizarlo, tendremos que crear las condiciones para que sea posible. Esto no sólo nos implica a nosotros, sino a toda la familia, trabajo, amigos y compromisos diversos. Toda acción que nos involucre a nosotros y a los demás es una oportunidad para acercarnos al Señor. 

¿De dónde sacamos fuerzas para cambiar la estabilidad que nos rodea? La respuesta es Dios y su Gracia. Nosotros no podremos ir muy lejos si los cambios que acometamos no están unidos a los demás, a lo que nos rodea y a Dios mismo. Equilibrio, armonía, belleza, son la evidencia de la Voluntad de Dios. Si lo que encontramos en nuestra vida es caos, desorden, desequilibrio y oscuridad, es que el pecado ha acampado de una u otra forma en nuestra vida. 

Pensemos que nuestra realidad es algo propio, personal, vivenciado minuto a minuto. Detrás de esa realidad debe existir orden y belleza, debe estar presente Dios. Si nos decidimos andar todos los días, ¿Por qué no sustentar esa nueva realidad en la Verdad? ¿Por qué no emplear ese tiempo para orar, ver la belleza de la creación, ayudar a las personas que lo necesiten, ofrecer nuestro saludo amable a quien se cruce con nosotros? Sólo así podremos “contemplar la verdadera belleza de la realidad significa penetrar hasta sus raíces y sólo entonces, se descubre la Verdad 

Todo nuestro ser y nuestra propia vida debería desarrollarse como una oración al Señor: Dirán todos mis huesos: Yahveh, ¿quién como tú, para librar al débil del más fuerte, al pobre de su expoliador? (Salmo 35, 10) Lámpara de Yahveh es el hálito del hombre que explora hasta el fondo de su ser. (Proverbios 20, 27), una oración que exprese belleza en cada momento. Incluso en el silencio y el dolor, la belleza evidencia que Dios está en medio de nosotros: “Dios es la belleza suprema, participando de ella todo se hace hermoso 

Aprovechemos los propósitos que nos hagamos para el nuevo año. Estos deberían ser algo más que deseos y voluntades humanas. Deberían llevarnos a unirnos a los demás, a lo que nos rodea y a Dios mismo, de forma que el pecado no encontrara espacio para destrozar, desunir y generar dolor. Seguro que estos buenos deseos pueden ayudarnos a acercarnos más a Dios y a nuestros hermanos.

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