El mismo firme y distintos caminos vocacionales
por Un obispo opina
Seguro, queridos jóvenes, que a vuestra edad os estáis planteando cuál va a ser vuestro futuro; uno querrá ser futbolista, otro, médico, otro abogado, otro, sacerdote, otro misionero… a lo mejor hay alguien que le está dando vueltas para ver la manera de vivir lo mejor posible, trabajando lo menos posible. Planteáoslo bien, porque en esto sucede como cuando en matemáticas se plantean los problemas; si no se plantean bien, no hay manera de dar con la solución correcta. Hay muchas vidas rotas por no plantearlas bien.
Cada uno somos un proyecto de Dios. En función de este proyecto está nuestra vida, y para realizarlo, entra en juego la libertad de la persona y también su responsabilidad. En la vida caminamos hacia una meta y hemos de escoger un camino. Pero, al escoger el camino, debemos estar seguros de que conduce a la meta. Y ¿cuál es el camino? Jesús, sí. Y ¿cuál es la meta? El Padre.
Hablando con los apóstoles y haciendo referencia al Padre, Jesús tuvo esta conversación con los discípulos: "A donde yo voy sabéis el camino. Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Le dice Jesús: « Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn. 14, 4-6).
Por eso, a la hora de optar por un camino, los discípulos de Jesús hemos de optar por Jesús, no por caminos que, por mucho que nos puedan gustar, no nos conduzcan al Padre, ni por caminos que no conducen a ninguna parte, ni por caminos que nos conducen a “nuestra meta”, no a la meta de Jesús de salvar a todos los hombres. Por lo que no es cuestión de si me gusta, ni de si me va o no. Es cuestión de llegar a la meta que Dios me ha señalado: el Padre, por el camino de Jesús. Lo cual supone que vamos con Jesús, y no como mudos o sordos, sino dialogando con Él. Como los discípulos de Emaús.
También hoy sigue hablando a quienes quieren escucharle y sigue invitando a seguirle de distintas maneras. Es cuando podemos descubrir la propia vocación y, animados por Jesús, emprender el camino hacia ella.
Una vez descubierta la propia vocación, en actitud de fe y de amor a Jesús, hay que decidirse por ella, pero conscientes de que en todas las vocaciones hay algo común, el firme sobre el que se asienta el camino del amor a Jesús. Sin este firme del camino de amor a Jesús, cualquier vocación, sea matrimonial, sacerdotal o de consagración, se cuarteará y se hará intransitable.
Vuestro camino como cristianos, es de santidad. Sin miedos y sin complejos, vivid la gran aventura de vuestra santidad con fidelidad a Cristo, nuestro hermano y amigo que cuenta con todos nosotros para salvar al mundo.
Y cuando llegue el momento de las decisiones, hay que optar con fidelidad, recordando siempre aquello que dice el Señor para todos: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará" (Mt. 10, 37-39). Estas palabras no las dijo sólo para quienes quieren dedicarse al Señor en exclusiva, o sea sólo para sacerdotes y consagrados, sino para todos los cristianos que quieren seguirle.
¿Te animas a plantearte, con seriedad y de cara al Señor, qué es lo que va queriendo de ti? Es algo que has de solucionar por ti mismo sin estar siempre dándole vueltas y sin atreverte nunca a tomar decisiones.
El próximo tema: Audacia para responder sí
José Gea
Cada uno somos un proyecto de Dios. En función de este proyecto está nuestra vida, y para realizarlo, entra en juego la libertad de la persona y también su responsabilidad. En la vida caminamos hacia una meta y hemos de escoger un camino. Pero, al escoger el camino, debemos estar seguros de que conduce a la meta. Y ¿cuál es el camino? Jesús, sí. Y ¿cuál es la meta? El Padre.
Hablando con los apóstoles y haciendo referencia al Padre, Jesús tuvo esta conversación con los discípulos: "A donde yo voy sabéis el camino. Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Le dice Jesús: « Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn. 14, 4-6).
Por eso, a la hora de optar por un camino, los discípulos de Jesús hemos de optar por Jesús, no por caminos que, por mucho que nos puedan gustar, no nos conduzcan al Padre, ni por caminos que no conducen a ninguna parte, ni por caminos que nos conducen a “nuestra meta”, no a la meta de Jesús de salvar a todos los hombres. Por lo que no es cuestión de si me gusta, ni de si me va o no. Es cuestión de llegar a la meta que Dios me ha señalado: el Padre, por el camino de Jesús. Lo cual supone que vamos con Jesús, y no como mudos o sordos, sino dialogando con Él. Como los discípulos de Emaús.
También hoy sigue hablando a quienes quieren escucharle y sigue invitando a seguirle de distintas maneras. Es cuando podemos descubrir la propia vocación y, animados por Jesús, emprender el camino hacia ella.
Una vez descubierta la propia vocación, en actitud de fe y de amor a Jesús, hay que decidirse por ella, pero conscientes de que en todas las vocaciones hay algo común, el firme sobre el que se asienta el camino del amor a Jesús. Sin este firme del camino de amor a Jesús, cualquier vocación, sea matrimonial, sacerdotal o de consagración, se cuarteará y se hará intransitable.
Vuestro camino como cristianos, es de santidad. Sin miedos y sin complejos, vivid la gran aventura de vuestra santidad con fidelidad a Cristo, nuestro hermano y amigo que cuenta con todos nosotros para salvar al mundo.
Y cuando llegue el momento de las decisiones, hay que optar con fidelidad, recordando siempre aquello que dice el Señor para todos: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará" (Mt. 10, 37-39). Estas palabras no las dijo sólo para quienes quieren dedicarse al Señor en exclusiva, o sea sólo para sacerdotes y consagrados, sino para todos los cristianos que quieren seguirle.
¿Te animas a plantearte, con seriedad y de cara al Señor, qué es lo que va queriendo de ti? Es algo que has de solucionar por ti mismo sin estar siempre dándole vueltas y sin atreverte nunca a tomar decisiones.
El próximo tema: Audacia para responder sí
José Gea
Comentarios