Escuchar en lugar de suponer
Escuchar en lugar de suponer
por Duc in altum!
Hace falta construir una nueva cultura vocacional; es decir, que los diferentes espacios de la Iglesia (parroquias, movimientos, colegios, centros de espiritualidad, universidades, etc.), sirvan para que las nuevas generaciones conozcan las vocaciones que hay y, tras un buen acompañamiento, elijan una de ellas. Para poder llegar a la meta, necesitamos adaptar la metodología de la pastoral juvenil a los retos de nuestro tiempo. En realidad, la única manera de conseguirlo es dándole prioridad a la capacidad de escucha. En otras palabras, aprender de las personas con las que trabajamos, porque suponer en el 90% de los casos lleva al error. A veces, vivimos de supuestos: “supongo que sabe”, “supongo que le quedó claro”, “supongo que se sintió bien recibido”, etcétera. ¿Cómo enterarnos si lo que estamos haciendo resulta significativo? Escuchando.
Aunque la Iglesia no es una democracia, hay cosas discutibles. Por ejemplo, el día, la hora y el abordaje de la sesión. Lo importante es saber si eso que estamos trabajando les sirve o no a los jóvenes que deciden confiar en nosotros y aprovechar los espacios que hay. Si solamente nos escuchamos a nosotros mismos, a ese ego interior tan traicionero, difícilmente sabremos entrar en un proceso de mejora continua. Nuestras planeaciones deben partir de la realidad y, por ende, de la escucha atenta de todo lo que nos digan. La pastoral juvenil es para los jóvenes y no para los que ya pasamos por ahí. Es decir, ahora no somos nosotros, sino ellos. ¿Qué nos toca? Asesorar, acompañar, dar a conocer el sentido de elegir una vocación y vivirla a tope.
Actualmente, los jóvenes piden otro tipo de cosas. Por ejemplo, razones de fe que, además de estar bien planteadas, se encuentren sustentadas en la propia vida de quienes se las proponen. Es decir, de todos y de cada uno de nosotros. Ellos buscan congruencia, ejemplos creíbles. Lo demás, les parece hasta cierto punto “paja” o “más de lo mismo”. Estando así las cosas, el salto cualitativo implica buscar la manera de responder a esas inquietudes. Una vez que las escuchamos, hay que reflexionarlas ante el sagrario y, posteriormente, responder, actuar.
Aunque la Iglesia no es una democracia, hay cosas discutibles. Por ejemplo, el día, la hora y el abordaje de la sesión. Lo importante es saber si eso que estamos trabajando les sirve o no a los jóvenes que deciden confiar en nosotros y aprovechar los espacios que hay. Si solamente nos escuchamos a nosotros mismos, a ese ego interior tan traicionero, difícilmente sabremos entrar en un proceso de mejora continua. Nuestras planeaciones deben partir de la realidad y, por ende, de la escucha atenta de todo lo que nos digan. La pastoral juvenil es para los jóvenes y no para los que ya pasamos por ahí. Es decir, ahora no somos nosotros, sino ellos. ¿Qué nos toca? Asesorar, acompañar, dar a conocer el sentido de elegir una vocación y vivirla a tope.
Actualmente, los jóvenes piden otro tipo de cosas. Por ejemplo, razones de fe que, además de estar bien planteadas, se encuentren sustentadas en la propia vida de quienes se las proponen. Es decir, de todos y de cada uno de nosotros. Ellos buscan congruencia, ejemplos creíbles. Lo demás, les parece hasta cierto punto “paja” o “más de lo mismo”. Estando así las cosas, el salto cualitativo implica buscar la manera de responder a esas inquietudes. Una vez que las escuchamos, hay que reflexionarlas ante el sagrario y, posteriormente, responder, actuar.
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