Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Ni Dios, ni prójimo, ni nada de eso: yo

por Un obispo opina

En la actualidad estamos viendo cantidad de casos de corrupción en la mayoría de los partidos. Nos asombramos al ver tantas personas que todos teníamos por honradas y de honradas, nada; robando cantidades de dinero y subiendo económicamente a niveles que asustan.

Pero no es esto sólo. Es que hemos llegado a niveles en la falta de honradez que cuando, por ejemplo, compramos algo y nos preguntan a la hora de pagar: ¿con iva o sin iva?, la contestación sale rápida: sin iva. Hemos llegado a una situación tan negativa en el orden moral, que cada uno es como un mundo cerrado en sí mismo y no se preocupa más que de sus conveniencias personales y de sus intereses.

El cristiano se pregunta: ¿el espíritu y el seguimiento de Jesús tienen cabida en el mundo actual? Eso de amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo ¿sigue teniendo validez? ¿dónde lo vemos? ¿en qué partido? Tal vez no brille en ningún partido como tal; pero como el mundo no se acaba con los partidos, hemos visto en estos años de crisis que hay mucho corazón, mucho amor al prójimo, y en muchas personas. Terminamos por creer que el mundo es lo que escuchamos o leemos en los informativos, en su inmensa mayoría, noticias negativas. Contadísimas veces escucharemos testimonios dignos de ser imitados, que los hay, que no hacen tanto ruido, y que están en medios con menos publicidad.

No hay ningún código de conducta que supere los Mandatos de Dios, la guía que Él nos ofreció por nuestro bien. Cada acción condenable que vemos en nosotros y en los demás, no es sino una transgresión de la ley de Dios. No lo reconocemos así, y por eso hemos de acudir a otras leyes y normas que de poco sirven en muchos casos para frenar nuestro mal proceder. A la vista están.

¿Qué nos mueve a cada persona, cuando hacemos unas cosas o dejamos de hacer otras? Cuando nos movemos por amor a nuestro yo, nos oponemos tanto al amor a Dios como al amor al prójimo. A mi modo de ver, la falta de amor es el gran problema de los humanos. Nos desorienta, nos pierde, nos enloquece el ego. Si no nos mueve Dios, ni el prójimo, el egoísmo no tiene límites.

Y ese problema de falta de amor, tiene solución. ¿Cómo no va a ser posible que cada uno de nosotros pongamos en nuestros pensamientos, acciones, reacciones y deseos, una dosis de amor? Aún sin llegar al heroísmo, y si llegamos ¡mucho mejor!, la vida tendría mejor color para todos. Adonde no hay amor, pon amor y sacaras amor, nos dice San Juan de la Cruz. Pero unos nos dedicamos a mirar el mal que hacen otros, y olvidamos el bien que dejamos de hacer en el supuesto de que no hagamos mal.

Pues si no nos mueve el verdadero amor, nuestro inquieto corazón hecho para amar, algo tiene que amar. Si a Dios y al prójimo nos les damos amor, ¿qué otros amores pude haber? Verdaderos, no. Falsos muchos: el dinero, la fama, el placer, el prestigio, el poder... todos ellos a un alto precio, como llegar a ser verdaderos esclavos de esos dioses, que un día u otro nos abandonarán y nos dejarán vacíos.

Como católico, me atengo a las palabras de Jesús: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas" (Mt. 22, 37-40).

¿Cómo vamos a encontrar la paz si no hay justicia? ¿Y cómo va a haber justicia si cada uno trata de aprovecharse de todo lo que puede, sin respetar los derechos de los demás? Porque los bienes de la tierra son para todos los hombres y si no estoy amando a Dios ni a los hombres sino a mí mismo, si no queremos llegar a ser hombres nuevos como nos quiere Jesús, NO HAY SOLUCIÓN. Habrá enfrentamientos, tensiones, luchas, pero no paz. Testigo, la Historia.

Y acabo citando unas palabras de San Agustín: “Lo que das, ¿de quién es sino de él? Si dieras de lo tuyo, sería generosidad, pero porque das de lo suyo, es devolución”. No busquemos lo que no es nuestro y colaboremos, desde arriba y desde abajo, a que cada uno pueda tener lo que es suyo, pero que le ha sido arrebatado. Si no volvemos a los caminos del amor no encontraremos ni la justicia ni la paz porque ambas van juntas.

Está siendo actual una carta que se atribuye a Einstein, escrita a su hija, aunque otros dudan de su autenticidad. Como creo que viene al caso con lo anteriormente expuesto, la añado, con la confianza de que os agradará.

“Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo.

"Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.

"Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR.

"Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.

"El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.

"Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo".
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