La clase de religión tiene que ver con todo
La clase de religión tiene que ver con todo
por Duc in altum!
La clase de religión, en medio de sus diferentes nombres y métodos pedagógicos alrededor del mundo, forma parte de las asignaturas mayormente ligadas a la interdisciplinaridad. En otras palabras, enseñar la fe católica implica entrar en contacto con varias ciencias humanas y exactas. Si hablamos de economía, está la Doctrina Social de la Iglesia, si hablamos de arquitectura, tenemos las construcciones sacras, si hablamos de apologética, contamos con la filosofía, si hablamos del origen del universo, aparece la teoría del “Big Bang” a cargo del P. George Lemaître S.I, etc. Por lo tanto, no debería ser vista como una materia menor, aburrida o insignificante. Desde luego que influye mucho la preparación y pericia del personal docente. De ahí la importancia de saber cómo plantearla de tal forma que sea un punto de encuentro entre la fe y las inquietudes de las nuevas generaciones.
A nivel general, todo se cuestiona y, en lugar de desanimarnos, deberíamos aprovechar esa efervescencia, para “dar razones de nuestra esperanza” (cf. 1 Pe 3, 5). En dicha cita bíblica, queda de manifiesto el reto de saber explicar en cada época por qué vale la pena seguir a Jesús y, a su vez, como tal seguimiento no supone volvernos ignorantes o desconectados de lo que sucede en las calles. Ya lo decía San Juan Pablo II: “no tengáis miedo”. Es más -siguiendo a Benedicto XVI- “Cristo no quita nada y lo da todo”. Para que la clase de religión sea aceptada, querida y, sobre todo, capaz de atraer hacia el compromiso, tiene que articularse; es decir, integrar todas las ciencias que ofrecen sus bases para exponerla como una materia útil, ligada a la cultura general y a la búsqueda de un cambio social desde una identidad marcada por el Evangelio explicado por el magisterio de la Iglesia Católica.
En los años previos a la universidad; especialmente, al cursar el bachillerato, los estudiantes se plantean qué licenciatura o ingeniería estudiarán. Sin duda alguna, la clase de religión está en condiciones de dar una palabra para cada una de las carreras profesionales, toda vez que está directamente vinculada con el desarrollo científico y tecnológico, sea a partir de inventos a cargo de creyentes o por el simple hecho de haberse gestado en el sistema universitario diseñado por la Iglesia. Ciertamente, la principal tarea de la fe católica, es ayudar a las personas para que sean capaces de alcanzar la salvación, el perdón de los pecados, pero al ser vivida por el ser humano, necesariamente se involucra con el aprendizaje que lo acompaña tanto en lo religioso como en lo profano. Tan es así que Jesús mismo empleaba recursos razonados -pensemos, por ejemplo, en las parábolas- para explicarse mejor y, desde ahí, llevar a cabo una predicación que estuviera a la altura de las circunstancias.
¿Qué toca hacer? Fundamentar bien los temarios, a fin de que sea posible favorecer un sólido proceso de aprendizaje, ocupándose de todos los detalles, como la conducta, el aseo o la ortografía, porque aunque el objeto principal del estudio sea la Biblia dentro de la tradición apostólica, esto no se encuentra peleado o en contraposición con las exigencias académicas. Al contrario, tomando en cuenta que el modelo es de tipo integral, hay que saber conectar la fe con los requisitos indispensables para que un trabajo vaya de acuerdo con el nivel axiológico de quienes tienen la obligación de elaborarlo y presentarlo para alcanzar una nota o calificación aprobatoria. La religión cristiana en el marco de la Iglesia Católica, es una aportación invaluable, apasionante, para la educación y formación de las nuevas generaciones, porque además de aspectos teóricos y prácticos, ofrece valores que son determinantes para la vida y el futuro de la sociedad.
A nivel general, todo se cuestiona y, en lugar de desanimarnos, deberíamos aprovechar esa efervescencia, para “dar razones de nuestra esperanza” (cf. 1 Pe 3, 5). En dicha cita bíblica, queda de manifiesto el reto de saber explicar en cada época por qué vale la pena seguir a Jesús y, a su vez, como tal seguimiento no supone volvernos ignorantes o desconectados de lo que sucede en las calles. Ya lo decía San Juan Pablo II: “no tengáis miedo”. Es más -siguiendo a Benedicto XVI- “Cristo no quita nada y lo da todo”. Para que la clase de religión sea aceptada, querida y, sobre todo, capaz de atraer hacia el compromiso, tiene que articularse; es decir, integrar todas las ciencias que ofrecen sus bases para exponerla como una materia útil, ligada a la cultura general y a la búsqueda de un cambio social desde una identidad marcada por el Evangelio explicado por el magisterio de la Iglesia Católica.
En los años previos a la universidad; especialmente, al cursar el bachillerato, los estudiantes se plantean qué licenciatura o ingeniería estudiarán. Sin duda alguna, la clase de religión está en condiciones de dar una palabra para cada una de las carreras profesionales, toda vez que está directamente vinculada con el desarrollo científico y tecnológico, sea a partir de inventos a cargo de creyentes o por el simple hecho de haberse gestado en el sistema universitario diseñado por la Iglesia. Ciertamente, la principal tarea de la fe católica, es ayudar a las personas para que sean capaces de alcanzar la salvación, el perdón de los pecados, pero al ser vivida por el ser humano, necesariamente se involucra con el aprendizaje que lo acompaña tanto en lo religioso como en lo profano. Tan es así que Jesús mismo empleaba recursos razonados -pensemos, por ejemplo, en las parábolas- para explicarse mejor y, desde ahí, llevar a cabo una predicación que estuviera a la altura de las circunstancias.
¿Qué toca hacer? Fundamentar bien los temarios, a fin de que sea posible favorecer un sólido proceso de aprendizaje, ocupándose de todos los detalles, como la conducta, el aseo o la ortografía, porque aunque el objeto principal del estudio sea la Biblia dentro de la tradición apostólica, esto no se encuentra peleado o en contraposición con las exigencias académicas. Al contrario, tomando en cuenta que el modelo es de tipo integral, hay que saber conectar la fe con los requisitos indispensables para que un trabajo vaya de acuerdo con el nivel axiológico de quienes tienen la obligación de elaborarlo y presentarlo para alcanzar una nota o calificación aprobatoria. La religión cristiana en el marco de la Iglesia Católica, es una aportación invaluable, apasionante, para la educación y formación de las nuevas generaciones, porque además de aspectos teóricos y prácticos, ofrece valores que son determinantes para la vida y el futuro de la sociedad.
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