De los historiadores de la Iglesia: hoy, Eusebio de Cesarea
por En cuerpo y alma
Esta columna está en deuda con Eusebio de Cesarea, personaje cuya obra, y sobre todo, su “Historia Eclesiástica”, hemos citado tantas veces, por lo que es llegado el momento de proceder a saldar la deuda como hacen los buenos deudores.
Así que después de referirnos hace ya unos días a uno de los importantes historiadores de la Iglesia, Cesare Baronio (pinche aquí para conocer mejor al personaje), nos referimos hoy al primero y más importante de todos, que habría incluso obtenido los laureles de la santidad de no haber sido por unas algo más que sospechosas complicidades con algunas de las herejías de su época, si bien no adelantemos acontecimientos y vayamos por cada cosa a su paso.
La principal fuente que existe sobre el importante historiador de la Iglesia es la carta que el propio Eusebio escribe a su diócesis para explicar su adscripción al Credo del Concilio de Nicea de 325.
Aunque todo apunta a que Eusebio habría nacido hacia el 260, -algo antes para algunos autores, algo después para otros-, lo más honesto es reconocer que poco o nada es lo que se sabe de los orígenes de Eusebio. El hecho de haber escapado del martirio mientras otros compañeros no lo hacían o la cercanía que alcanza con Constantino, permiten pensar en una familia de cierta influencia. Como quiera que sea, en el año 296 él, según él mismo refiere en su obra “Vida de Constantino”, ve por primera vez al futuro emperador cuando atravesaba Palestina en compañía de Diocleciano.
En fecha imprecisable, Eusebio conoce en Cesarea a Pánfilo, compilador de la magnífica biblioteca de la iglesia de Cesarea, y director de una escuela en ella, que había vendido todos sus bienes para hacer caridad. Pánfilo copiaba escrituras y en adelante, también los libros del propio Eusebio. Hacia el 307 Pánfilo es arrestado y horriblemente torturado, a pesar de lo cual, sigue trabajando en prisión donde continúa con la edición que realiza de la Septuaginta. Con Eusebio, escribe una “Defensa de Orígenes”. A principios de 309 San Pánfilo y muchos de sus discípulos son decapitados. En honor a él, Eusebio se hará llamar en algunas ocasiones Panfili, es decir, “de Pánfilo”.
Durante la persecución, Eusebio visita Tiro y Egipto y es testigo de muchos martirios como atestigua en su propia Historia Eclesiástica. Una vez es… ¡incluso encarcelado!... pero poco más. Tanta fortuna “no pasa desapercibida” y según relata Epifanio, en el Concilio de Tiro es inquirido por un compañero de prisión al que le habían arrancado un ojo cómo es que había salido ileso, pregunta a la que Eusebio da la callada por respuesta. Con toda probabilidad, Eusebio sucede a Pánfilo en el colegio y en la biblioteca que éste regentaba. Por ese entonces debió de ser ordenado, el caso es que para el 315 ya es obispo.
Hacia el 320, el obispo Alejandro excomulga a Arrio. Eusebio sale en su defensa, prueba de lo cual el fragmento de una carta utilizado en el II Concilio de Nicea para probar que Eusebio era un hereje. Milita en un sínodo de obispos sirios que deciden reinstalar a Arrio con tal de que obedezca a su obispo, y de hecho, Arrio hallará asilo en Cesarea.
No obstante, con esa habilidad que ya le caracteriza para salir bien parado de toda situación comprometida, en el I Concilio de Nicea Eusebio ocupa el primer asiento a la derecha del emperador, y pronuncia el discurso inaugural, en el que intenta una “tercera vía” conciliadora, aunque al final y no sin demoras, se verá obligado a suscribir el credo del concilio.
Entre 325 y 330 se enzarza en una polémica con Eustacio, obispo de Antioquía sobre el credo de Nicea, y sólo un año después participa en el sínodo que celebrado en Antioquía, depone a Eustacio. Tanto que se le ofrece, aunque tiene el detalle de rechazar, la sede antioquena. Toma parte en la campaña contra San Atanasio en los sínodos de Cesarea (334) y Tiro (335). Trasladado por Constantino a Jerusalén, restablece a Arrio. De Jerusalén es llamado a Constantinopla, donde se condena a Marcelo. Muerto el emperador en 337, consta que para el verano de 341, con unos ochenta años, año más, año menos, Eusebio se halla muerto ya.
Y sin más por hoy sino informarles que otro día haremos un repaso de la obra de Eusebio y desearles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos, me despido de Vds. hasta mañana, en que por aquí espero verles.
©L.A.
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