Lunes, 23 de diciembre de 2024

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De Juan Pablo II, el Papa que pedía perdón

por En cuerpo y alma

 
 
            Se cumple hoy veintidós años del día en que en su Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias, Juan Pablo II pedía perdón por la persecución a la que la Iglesia había sometido al astrónomo Galileo Galilei, y de alguna manera, a otros científicos a lo largo de la historia:
 
            “Yo estaba animado de preocupaciones similares […] cuando expresé ante esta misma Academia la esperanza que ‘los teólogos, eruditos e historiadores, movidos por un espíritu de sincera colaboración, examinen profundamente el caso Galileo y, en un reconocimiento leal de los errores de cualquier lado que vengan, hagan disipar la desconfianza que este asunto todavía se opone, en muchas mentes, a una concordia fructífera entre ciencia y fe’”.
 
            Era la primera de una larga serie de sinceras peticiones de perdón que el papa magno, uno de los más grandes personajes que haya producido el s. XX, emitía a lo largo de su pontificado, y a ella siguieron muchas otras. Así, el de 29 de junio de 1995, en su “Carta a las Mujeres”, Juan Pablo se dirigía a ellas en estos términos:
 
            “Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales. No sería ciertamente fácil señalar responsabilidades precisas, considerando la fuerza de las sedimentaciones culturales que, a lo largo de los siglos, han plasmado mentalidades e instituciones. Pero si en esto no han faltado, especialmente en determinados contextos históricos, responsabilidades objetivas incluso en no pocos hijos de la Iglesia, lo siento sinceramente”.
 
            El 18 de diciembre de 1999 en el Simposio Internacional sobre Jan Hus en la Universidad Papal de Letrán, pedía perdón por la ejecución de ese reformador que fue Jan Hus en la hoguera en 1415:
 
            “Hoy, en vísperas del Gran Jubileo, siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Hus, y por la consiguiente herida, fuente de conflictos y divisiones, que se abrió de ese modo en la mente y en el corazón del pueblo bohemio”.

 

   


            El 27 de marzo de 2000 se lo pedía a los judíos en el mensaje que dejaba en el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén, en estos términos:
 
            “Dios de nuestros Padres, tú has elegido a Abraham y a su descendencia  para que tu Nombre fuera dado a conocer a las naciones. Nos duele profundamente el comportamiento de cuantos en el curso de la historia han hecho sufrir a éstos tus hijos,  y, a la vez que te pedimos perdón, queremos comprometernos en una auténtica fraternidad con el pueblo de la Alianza”.
 
            El 4 de mayo de 2001 se lo pedía al Patriarca de Constantinopla por las agresiones realizadas desde Roma contra la Iglesia de Oriente:
 
            “Por las ocasiones pasadas y presentes, en las que los hijos e hijas de la Iglesia católica han pecado de obra u omisión contra sus hermanos ortodoxos, ¡que el Señor nos conceda el perdón que le suplicamos!”.
 
            Y particularmente por una, el ataque a Constantinopla por los cruzados latinos, perpetrado en 1204, con ocasión de la IV Cruzada:
 
            “Pienso en el desastroso saqueo de la ciudad imperial de Constantinopla, que fue durante mucho tiempo bastión de la cristiandad en Oriente. Es trágico que los asaltantes, que habían prometido garantizar el libre acceso de los cristianos a Tierra Santa, luego se volvieran contra sus hermanos en la fe. El hecho de que fueran cristianos latinos llena a los católicos de profundo pesar. No podemos por menos de ver allí el mysterium iniquitatis actuando en el corazón humano”.
 
            El 6 de mayo de 2001 se lo pedía a los musulmanes en la mezquita omeya de Damasco:
 
            “Por todas las veces que los musulmanes y los cristianos se han ofendido recíprocamente, debemos buscar el perdón del Todopoderoso y ofrecérnoslo unos a otros. Jesús nos enseña que debemos perdonar las ofensas de los demás si queremos que Dios perdone nuestros pecados”.
 
            El 22 de noviembre de 2001 en su exhortación apostólica postsinodal “Ecclaesia en Oceania” por los abusos de los misioneros contra los pueblos indígenas:
 
            “El pasado no puede cambiarse, pero un reconocimiento honrado de injusticias pasadas puede desembocar en medidas y actitudes que ayuden a rectificar los efectos perjudiciales tanto para la comunidad indígena como para la sociedad en sentido más amplio. La Iglesia expresa hondo pesar y pide perdón allí donde sus hijos fueron o siguen siendo cómplices de semejantes errores”.
 
            Unas peticiones que se integran todas en esta petición general por los pecados de la Iglesia realizada el 12 de marzo de 2000 en la Homilía que pronuncia en la Misa de la Jornada del Perdón:
 
            “¡Perdonemos y pidamos perdón! A la vez que alabamos a Dios, que, en su amor misericordioso, ha suscitado en la Iglesia una cosecha maravillosa de santidad, de celo misionero y de entrega total a Cristo y al prójimo, no podemos menos de reconocer las infidelidades al Evangelio que han cometido algunos de nuestros hermanos, especialmente durante el segundo milenio. Pidamos perdón por las divisiones que han surgido entre los cristianos, por el uso de la violencia que algunos de ellos hicieron al servicio de la verdad, y por las actitudes de desconfianza y hostilidad adoptadas a veces con respecto a los seguidores de otras religiones”.
 
            Que la Iglesia pida perdón no la convierte en peor que las personas, los grupos y las instituciones que la rodearon en cada momento de la historia, ni siquiera, a menudo, en peor que aquéllos a los que ofendió: la convierte simplemente, en la que sabe pedir perdón, algo que entendió bien Juan Pablo II. Con esta reflexión y con la preciosa Oración universal de confesión de las culpas y petición de perdón, me despido por hoy no sin desearles una vez más y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. ¡Feliz fin de semana!
 
 
            ©L.A.
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