¿Abuso espiritual carismático...?
Me veo en la tesitura de tener que corregir algunas cosas con las que no estoy de acuerdo, como ya escribí a su autor hace unas semanas (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=37406&mes=&ano= )
En ese artículo se habla de la “práctica Pentecostal” al hablar de las formas en que se expresa la Renovación Carismática. Los pentecostales son un grupo de las iglesias reformadas caracterizado por su apertura a los carismas del Espíritu Santo, que ciertamente tuvieron influencia en el surgimiento de la Renovación Carismática; sin embargo, hablar de “práctica pentecostal católica” parece un modo indirecto de hablar de estas prácticas como propias de las iglesias reformadas, y por tanto impropias de la católica. Sin embargo, si toda la Iglesia, como dice el autor del blog, ha de ser carismática en tanto abierta a los carismas, que se derramaron de modo pleno en ella el día de pentecostés, habremos de decir que toda la Iglesia es pentecostal, ya que las gracias que viven en ella vienen de Pentecostés.
Hablando con propiedad, podemos decir que la Renovación Carismática es justamente eso, una renovación de los carismas; renovación porque siempre estuvieron pero ahora se renuevan por obra del Espíritu; no es por tanto una “práctica pentecostal”, sino una corriente de gracia cuyo destino inicial NO ERA encerrarse en un movimiento, sino renovar a la Iglesia entera, como de hecho está sucediendo, para gloria de Dios.
El autor hace alusión a que ser “carismático” se basa en tres cauces: insistencia en la actualidad de los dones del Espíritu Santo, un estilo de oración desenfadado, y una insistencia en el tema de la gracia y la misericordia, y la presencia del mal en el mundo. Estas expresiones me parecen una reducción. Para saber los cauces en que se vive la Renovación, recomiendo leer un documento autorizado, como son los estatutos aprobados por la Conferencia Episcopal Española (http://www.rcc-es.com/inicio/sobre-la-rcce/estatutos.html ). Por descontado que esa alusión al estilo de oración desenfadado y desinhibido, podría verse realizado en el pasaje en el que David, lleno del Espíritu Santo, baila desenfadadamente vestido con un roquete de Lino ante el arca de la alianza, frente a la burla de una de sus mujeres, que quedó estéril a partir de aquella burla (1 Crónicas 15, 29ss), pasaje que por cierto el Santo Padre mencionó hace poco, precisamente para criticar a los que critican a quienes hacen alabanza en la comunidad cristiana (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=33610 ). Con respecto a que lo carismático se identifica con un subrayado a la gracia y la misericordia, habremos de decir que toda la Iglesia se ha vuelto muy carismática, ya que es un tema teológico al que se hace muchísima alusión en los documentos magisteriales de los últimos años, tanto papales como episcopales, así como el tema del mal en el mundo, que salta a nuestras pantallas ante el ingente número de influjos y posesiones demoníacas. No obstante, no son estos tres cauces los que le hacen a uno carismático.
El autor continúa diciendo que hay épocas en las historia en que se da un revivir de los carismas, que simplemente pasa de largo, y que los mal llamados “fenómenos pentecostales” tratan de institucionalizar esos momentos, apelando a que la dinámica de la vida cristiana no es especial. Aquí sí que me rebelo, pacíficamente, en varios sentidos. En primer lugar, con el Evangelio en la mano, hemos de decir que de los signos carismáticos que acompañan a la evangelización (diferentes de los dones del Espíritu), no se dice que vayan a darse sólo en determinados momentos especiales de la historia donde se de un “revival” carismático aleatorio. Los textos no condicionan los carismas a momentos de la historia, sino a la predicación del Evangelio. Tomemos sólo un ejemplo: “Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc 16, 17 – 18). Aquí el Señor une esos signos a la fe en su Nombre, y no a determinadas épocas de la historia. No se puede establecer una dualidad entre una vida cristiana “carismática” y una vida cristiana “no-especial”. La vida del alma, la vida espiritual del creyente, es guiada por el Espíritu Santo, y en ella se crece de un modo silencioso y ordinario, como nos enseñan los místicos y santos. La evangelización, sin embargo, requiere muchas veces de signos, que el mismo Dios ha prometido a los que crean en Él, cosa que también vemos en la vida de los mismos místicos y santos que mencionábamos ahora mismo. ¿No era acaso extraordinaria la vida carismática de Santa Teresa, de Santa Faustina o del Padre Pío? Y sin embargo, su vida espiritual era ordinaria, normal, no-especial. ¿O era extraordinaria, rara, especial? ¿Qué es una vida cristiana especial y no especial, qué es una vida cristiana extraordinaria u ordinaria? ¿No es extraordinaria la vida del Espíritu en el alma, que le mueve a profundizar silenciosamente en su fe y al mismo tiempo le mueve a los signos portentosos de evangelización? ¿Por qué ponemos puertas al campo? ¿Por qué tratamos del enseñar al Espíritu Santo cuándo y cómo actuar? Ciertamente en el uso de los carismas se pueden dar abusos. Y en el uso de la autoridad. Y en los sacramentos. Y en las enseñanzas. Y en el compromiso. En todas las facetas de la vida cristiana. Pero pienso que no es bueno decir que lo que hace la Renovación sea en sí un abuso espiritual.
Me llamó la atención que se hable de que el descanso en el Espíritu es una práctica “claramente desaconsejada por la Iglesia”, invocando los documentos de Malinas. En primer lugar, los documentos de Malinas (que me ha facilitado el mismo autor del blog) NO SON MAGISTERIO DE LA IGLESIA, sino reflexiones de algunos teólogos destacados del siglo pasado, que vienen muy bien, ciertamente, a nivel teológico, pero no se pueden esgrimir como magisterio autorizado; en segundo lugar, el poco calado que han tenido en el mundo carismático y su ignorancia masiva dejan entrever que el mundo carismático no se ha visto indentificado con ellos (a esto dedicaré otro blog, Dios mediante); en tercer lugar, el último de los documentos no desaconseja la práctica del descanso en el Espíritu, sino que llama a la prudencia, se exhorta a no buscarlo, y se recomienda que se llame “descanso” sin más al no estar clara siempre la fuente de ese don. En cualquier caso, no es la IGLESIA quien lo desaconseja, sino unos teólogos quienes llaman a la prudencia.
Respecto de la música, diremos, evidentemente, que hay cantos que ayudan más a orar que otros, y que van al gusto de la época como siempre ha sido así. Yo soy músico, instrumentista y compositor, no me considero inexperto en estos temas; podemos encerrarnos en el mal gusto de la gente que no admira las corales de Bach o no conoce las sutilezas de los matices “cum iubilo” gregorianos, pero considero más evangelizador partir de lo que hay que de lo que debería haber. A esto la Iglesia ha llamado siempre la inculturación.
Con respecto al sentimentalismo y a la sanación física, también escribiré, pues me veo impelido a ello, pero en otro blog, que éste ya es muy largo. En fin, necesitaba esclarecer ciertas cosas, para dejar tranquila mi conciencia y ofrecer otra voz alternativa. Escribo todo esto sin ánimo de ofender o de sentar cátedra; ciertamente me ha movido a ello el desconcierto causado en algunos hermanos en la fe, escandalizados o dubitativos ante el blog anteriormente mencionado.
Si bien es cierto que se puede dar un abuso, creo que hemos de dar fe a la Palabra de Dios, que nos excede y nos saca de nuestros esquemas, y abrirnos a las nuevas formas en que el Espíritu Santo permite que se exprese el Evangelio, con la mirada puesta en la nueva evangelización, cuyo contenido es el mismo, pero cuya expresión, método y ardor, varía según los tiempos, como decía San Juan Pablo II.