Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Participar de la Verdad. San Agustín

Participar de la Verdad. San Agustín

por La divina proporción

Al fin del mundo todos los cristianos, como los llamados a la hora undécima, recibirán junto con ellos  la felicidad de la resurrección. Todos la recibirán al mismo tiempo, pero fijaos después de cuánto tiempo, la recibirán los primeros. Por tanto si los primeros llamados reciben la felicidad después de tanto tiempo, mientras que nosotros la recibimos después de un breve intervalo, aunque todos la recibimos simultáneamente, parece como si nosotros la recibiéramos primero, por aquello de que nuestra recompensa no se hará esperar. 

En cuánto a recibir  la recompensa, todos seremos iguales: los últimos igual que los primeros y los primeros igual que los últimos, pues aquel denario, es la vida eterna. (San Agustín. Sermón 87, 1.5-6) 

La parábola de los obreros de la Hora Undécima parece un contrasentido. ¿Cómo van a recibir lo mismo quienes trabajan toda una jornada que quienes llegan al finalizar la misma? ¿Cómo puede ser Dios tan injusto? 

Es curioso lo fácilmente de juzgamos a todos, incluso a Dios. ¿Conocemos cual es el plan de Dios? ¿Cómo lo juzgamos entonces? Tanto los que hicieron toda la jornada, como los que llegaron al final, ha sido partícipes del plan de Dios. ¿No es suficiente premio? Participar del plan de Dios es participar de la Verdad, que es Cristo. Participar de la Verdad no puede ser medido con las medidas humanas. Es como querer medir el océano con un vaso, algo imposible porque le Verdad desborda toda medida humana. 

Dios es entonces justo, todos los que han participado merecen estar en la Gloria. Pero también es misericordioso. No se ha guardado el premio para quienes cumplan una condición o medida humana. 

El tiempo y el espacio son dimensiones humanas que podemos medir con medios humanos. La participación en la Verdad no es posible medirla en unidades de tiempo o de espacio. 

La parábola nos puede ayudar a dejar de medir a los demás con nuestras propias varas de medir. La vara que utilizamos para medir a otra persona, dice más de nosotros que de la persona, ya que evidencia cómo intentamos valorar lo que sólo puede ser valorado por Dios. 

Si recordamos la Parábola de las Doncellas prudentes y necias, el novio no valora el tiempo de espera, ni el aceite que cada una de ellas ha llevado para la vigilia de espera. Valora la presencia o la no presencia de las doncellas, en el momento de su llegada. En la Parábola de Banquete de Bodas, el novio echa fuera al que llegó sin estar preparado para el banquete. En la Parábola de los talentos, el Señor valora el rendimiento de los talentos que dio a cada uno de sus siervos. Da igual si el rendimiento fuese más o menos, lo que valora es que entreguen más de lo recibido. 

En todas estar parábolas, la medida es de Dios y se fundamenta en la participación en el plan de Dios. La participación en la Verdad excede cualquier realidad personal o colectiva. Cualquier medida humana deja de tener sentido, cuando no participamos en la Verdad. 

¿Cómo participar en la Verdad? Podríamos traducir esta pregunta en otra ¿Cómo quiere la Verdad que le sigamos? Cristo lo dejó bien claro: 

Y a todos les decía: "Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”. (Lc 9,23)

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