Conozca Vd. mejor a San Lorenzo, el santo del verano
por En cuerpo y alma
Y que como vimos ayer da nombre a las perseidas (puede Vd. pinchar aquí si se lo perdió), pero también, y no menos, al propio sol en el argot de los más modernos. Un santo pues bien asociado al verano, pero ¿quién fue en realidad el veraniego santo San Lorenzo?
En el caso de Lorenzo, como en el de tantos protomártires del cristianismo, poco es lo que las fuentes originales recogen que no tenga que ver propiamente con el modo heroico en el que entregan su vida por la fe.
En el año 258, el Emperador Valeriano, que reina escasos siete años entre el 253 y el 260, emite el Edicto en el que ordena ejecutar a todos los obispos, curas y diáconos de la Iglesia. De resultas de la persecución que el mismo desencadena, el 6 de agosto del año 258 el mismísimo obispo de Roma Sixto II era capturado en una catacumba y llevado al martirio, y con él dos de los siete diáconos de Roma, Felicísimo y Agapito. Cuatro días más tarde, el día 10 de agosto, el último de los siete diáconos, el Lorenzo que celebrábamos ayer, sufría parecida suerte.
La primera mención del hecho en las fuentes tal vez sea la que recoge el Calendario de Filocalo para el año 354, que también informa de que la tumba del venerado mártir se halla en la Vía Tiburtina, donde desde muy temprano se desarrolla un culto que devendrá muy importante en la vida del protocristianismo. El papa español San Dámaso (366-384) (pinche aquí si desea conocer mejor su figura) le dedica un panegírico que coloca sobre su tumba. Pero la consolidación definitiva de su tradición se produce en la diócesis de Milán, donde San Ambrosio de Milán, a quien también y tan bien conocen bien los lectores de esta columna (pinche aquí para recordar los detalles de su vida) en su obra “De officiis” recoge su martirologio, que su asistente, el calagurritano Prudencio (348-410), readapta en su “Himno a San Lorenzo”.
Ambrosio relata cómo interrogado sobre tesoros de la Iglesia, Lorenzo remite sus verdugos a los pobres entre los cuales lo había repartido. Recoge también el encuentro con el Papa Sixto II cuando éste es llevado al martirio, en el cual, el obispo romano le profetiza que en pocos días también él le acompañará. Es también Ambrosio quien relata el tormento que le es dado a Lorenzo en una parrilla de hierro.
A principios del siglo VI se crean otras hagiografías más completas y adornadas, donde se hace referencia además a episodios más o menos legendarios de la vida del mártir antes del martirio, de las cuales bebe, sin duda, ese clásico medieval que es la “Leyenda Aurea” del dominico Jacobo De la Vorágine.
El Emperador Constantino erige el primer oratorio advocado al santo en la cima de la colina donde es enterrado. El Papa Sixto III (432-40) le levanta una gran basílica de tres naves, y en el siglo XIII, el Papa Honorio III (12161227) convierte los dos edificios adyacentes en uno: es la Basílica de San Lorenzo ad Verano (una nueva manifestación de nuestro santo con la estival estación que celebramos estos días) que puede visitar aun hoy el visitante de la Ciudad Eterna. Paralelamente, el Papa Dámaso construye otra basílica en Roma que es la que hoy conocemos como San Lorenzo in Damaso.
©L.A.
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