Sábado, 02 de noviembre de 2024

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El signo de la Paz causa división ¿Es posible? San Atanasio

El signo de la Paz causa división ¿Es posible? San Atanasio

por La divina proporción

El desierto y el abandono de los tumultos de la vida le proporcionan al hombre la amistad de Dios; así Abraham, cuando salió del país de los caldeos, fue llamado "amigo de Dios" (Jc 2,23). El gran Moisés también, en el momento de su salida del país de Egipto […] habló con Dios cara a cara, fue salvado de las manos de sus enemigos y atravesó el desierto. Todos ellos son la imagen de la salida de las tinieblas hacia la luz admirable, y de la subida hacia la ciudad que está al cielo (He 11,16), la prefiguración de la verdadera felicidad y de la fiesta eterna. 

En cuanto a nosotros, tenemos cerca de nosotros la realidad que sombras y símbolos anunciaban, quiero decir, la imagen del Padre, nuestro Señor Jesucristo. Si lo recibimos como alimento en todo tiempo, y si marcamos con su sangre las puertas de nuestras almas, seremos liberados de los trabajos del Faraón y sus inspectores (Ex 12,7; 5,6s). […] Ahora hemos encontrado el camino para pasar de la tierra al cielo… En otro tiempo, a través de Moisés, el Señor precedía a los hijos de Israel en una columna de fuego y de nubarrón; ahora, él mismo nos llama diciendo: "Si alguien tiene sed, que venga a mí y que beba; del que cree en mí, brotarán ríos de agua viva que saltarán hasta la vida eterna" (Jn 7,37s). (San Atanasio de Alejandría. Carta Pascual nº 24) 

El prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cardenal Antonio Cañizares Llovera, ha enviado hace unos días un documento al presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) donde se recogen las conclusiones del debate abierto sobre la oportunidad o no de mantener el signo de la Paz en la forma y el momento que está teniendo lugar durante la Misa. El texto ha sido confirmado y aprobado por el Papa Francisco. En el este texto se indica que se mantiene el rito tal como está ahora, pero se advierte en contra de los excesos y abusos que a veces se cometen. 

El signo de la paz lleva dentro de la celebración eucarística desde los primeros siglos, tanto en Oriente como en Occidente. Durante los siglos IV-V, en Roma se situaba inmediatamente después de la plegaria eucarística y estaba relacionado con ella. Tiempo después se vinculó a la petición de perdón en el Padrenuestro, uniéndose a este como preparación para la comunión. 

¿En qué consiste el signo? En un beso o un saludo que evidencia y comunica que perdonamos, sin restricciones, a quienes nos han hecho daño. Hoy en día este signo ha ido cambiando el significado, haciendo que busquemos saludar a cuantas más personas mejor, divertirnos, cantar y hasta crear coreografías diversas. Se ha convertido en un signo de integración social que rompe el “incómodo rato”, que hemos estado preparándonos para recibir la Eucaristía. Algunas personas ven en este signo de paz una pre-comunión, debido a que la Eucaristía pierde su sentido de comunión con Dios, que se desplaza hacia la comunión con la comunidad. 

En ese sentido, esta nota emitida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, viene a recordarnos qué comunicamos con el signo y la forma correcta de darlo, para que el significado se ajuste al objetivo. 

Es interesante reseñar que muchas personas se han sentido atacadas por este texto, ya que les conmina a ajustar tanto la forma del signo, como su significado. Por ello lo entienden como un ataque de la “jerarquía” a su “religión”. Esta precisión del signo busca que todos celebremos el mismo rito y no ritos adaptados a cada comunidad. Es interesante reflexionar sobre las razones por las que el signo de la Paz puede separarnos. 

Si leemos con tranquilidad el texto de San Atanasio de Alejandría, que he compartido, nos daremos cuenta de la importancia de unir el signo de la Paz con la paz interior. Paz interior que conlleva un adecuado alejamiento de “lo social”: “El desierto y el abandono de los tumultos de la vida le proporcionan al hombre la amistad de Dios”. ¿Por qué la lejanía de los tumultos nos lleva a la amistad con Dios? 

La comunidad permite que Cristo esté entre nosotros, pero la amistad siempre es una relación uno a uno, no de muchos a uno. La unidad con Dios se alcanza cuando actuamos de forma individual, libre y voluntaria. Cuando actuamos como “masa” perdemos la conciencia de compromiso real, ya que la masa absorbe y aniquila cualquier relación. El signo de la Paz no es un signo comunitario, sino un compromiso de cada uno de nosotros. Al realizar un signo, si “marcamos con su sangre las puertas de nuestras almas, seremos liberados de los trabajos del Faraón y sus inspectores”. 

Si el signo de la Paz evidencia un perdón real y profundo, estamos siendo herramientas de Cristo, que se transparenta a través de nosotros a nuestros hermanos. ¿Cómo vamos a discutir por el signo de la Paz? Es un contrasentido que evidencia que el signo había perdido su significado y necesitaba recobrarlo. Deberíamos decir que “tenemos cerca de nosotros la realidad que sombras y símbolos anunciaban” y no simples prácticas sociales que nos hacen sentir bien e integrarnos socialmente. 

Como dice San Atanasio: “En otro tiempo, a través de Moisés, el Señor precedía a los hijos de Israel en una columna de fuego y de nubarrón”, en otros tiempos Dios se hacía presente ante el pueblo de Israel a través de signos físicos extraordinarios. Cuando Cristo nos comunicó la Buena Noticia, estos signos dejaron de ser necesarios. El mismo ser humano debería ser símbolo de Cristo en el mundo. ¿Cómo ser signo de Cristo en el mundo? 

Por ejemplo, comunicando a Cristo a través de signo de la Paz. Paz de verdad. Una paz que compromete, afecta y relaciona a través de la caridad. Hay muchas formas de paz real: la paz de silencio, la paz del desafecto, la paz de la lejanía, la paz de la ignorancia y la paz de inacción. Todas estas paces son reales, pero no son la Paz Verdadera, que es Cristo mismo.

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