Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Minoría significativa

Minoría significativa

por Duc in altum!

 El cristianismo comenzó siendo una minoría entre los judíos y otros grupos religiosos del siglo I; sin embargo, en todo momento dio un aporte significativo, audaz, grabado por la congruencia de los primeros mártires cristiano-católicos, al punto de rediseñar la cultura romana con toda su proyección occidental. Por ejemplo, el fin de la poligamia y de las prácticas inhumanas del derecho penal en varias partes del mundo, aunque de modo gradual y atendiendo al contexto histórico, fue gracias al cristianismo. Lo interesante es que a pesar de que la Iglesia primitiva no contaba con muchos hombres y mujeres que formaran parte de ella, era capaz de influir positivamente y llegar a donde nadie podía o quería llegar, lo que demuestra que la práctica de la fe no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Actualmente, estamos volviendo a las raíces, porque los católicos somos una minoría a nivel social; sin embargo, ¿acaso no es una buena oportunidad para mejorar nuestra vida humana, espiritual e intelectual y aportar argumentos que despierten al mundo que se ha quedado varado en la anticultura de lo superfluo, preocupándose más por las mascotas que por los niños de la calle? Ciertamente, no hay que conformarse con ser unos cuantos, pero lo cierto es que la prioridad o, en su caso, lo que traerá el cambio, no es conseguir acarreados, gente sin ganas de hacer un buen trabajo, sino atraer con el ejemplo y buscar que las instituciones católicas -como colegios, hospitales y universidades- recuperen el lugar que les corresponde en la sociedad y, desde ahí, contribuyan al bien común, sabiendo innovar pero sin perder de vista el fondo, la razón por la que fueron fundadas. Nada de acabar con nuestro patrimonio, sino de administrarlo mejor, con transparencia y al servicio de la misión.

El reto es pasar de una mayoría anónima que nunca se interesó por vivir el evangelio más que de palabra a una minoría que sea capaz de practicarlo y, en el caso de los laicos, participar con un liderazgo efectivo; es decir, profesional, en las instancias que tengan que ver con la política. Recordemos que para poder ayudar a los pobres, tenemos que hacernos presentes como ciudadanos. No se trata de volver al error del imperialismo católico, sino de dar un aporte concreto a la sociedad que necesita del cristianismo para volver a encontrarse a sí misma e identificar cuáles son las causas que la han llevado a una crisis tal que ha terminado deteriorando sus relaciones. Para lograrlo, debemos coordinarnos mejor. Si tenemos varias de las mejores universidades del mundo, ¿por qué no las aprovechamos para formar políticos con valores y visión? Nuestros detractores nos llamaran ingenuos, utópicos; sin embargo, el poder del cristianismo para desmantelar estructuras inhumanas de manera pacífica, no se debe simplemente a nosotros, sino a Dios que actúa en la historia, aunque respetando nuestra libertad. ¿Por qué le dispararon a Juan Pablo II? Sin duda, porque sus discursos de no-violencia, resultaron más fuertes y convincentes que todo el arsenal soviético. El Papa era uno solo, provenía de una minoría creativa, pero consiguió atraer a propios y a extraños. Aumentó la cantidad sin perder la calidad.

Ahora bien, ¿qué tenemos en contra para conseguir ser significativos en el aquí y el ahora? Sin duda, el problema número uno es la falta de una verdadera experiencia de Dios y, en segundo lugar, el déficit educativo y formativo. Por ejemplo, muchos católicos en su vida han leído a Sto. Tomás de Aquino y cuando los interrogan, caen de golpe, pues no saben dar razones a un mundo que tiene todo el derecho de pedírselas. Otro problema son aquellos que se sienten más parte de su movimiento que de la propia Iglesia, dividiendo y poniéndose por encima de los demás. Y luego están los relativistas, aquellos mal llamados católicos que niegan su propia identidad por quedar bien con las ideas de moda o, en su caso, los fideístas que menosprecian la importancia de la ciencia y de la tecnología al servicio del hombre. Tales realidades deben ser atendidas por cada uno de nosotros en la medida de nuestras posibilidades en clave de propuesta, porque no corresponden a las enseñanzas de la Iglesia y esto deja una impresión equivocada en los que apenas se están acercando. Por último, decir que el que seamos pocos o muchos, no es un pretexto para dejar de vivir la fe en la que creemos. El momento es ahora.

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