Minoría significativa
Minoría significativa
por Duc in altum!
El reto es pasar de una mayoría anónima que nunca se interesó por vivir el evangelio más que de palabra a una minoría que sea capaz de practicarlo y, en el caso de los laicos, participar con un liderazgo efectivo; es decir, profesional, en las instancias que tengan que ver con la política. Recordemos que para poder ayudar a los pobres, tenemos que hacernos presentes como ciudadanos. No se trata de volver al error del imperialismo católico, sino de dar un aporte concreto a la sociedad que necesita del cristianismo para volver a encontrarse a sí misma e identificar cuáles son las causas que la han llevado a una crisis tal que ha terminado deteriorando sus relaciones. Para lograrlo, debemos coordinarnos mejor. Si tenemos varias de las mejores universidades del mundo, ¿por qué no las aprovechamos para formar políticos con valores y visión? Nuestros detractores nos llamaran ingenuos, utópicos; sin embargo, el poder del cristianismo para desmantelar estructuras inhumanas de manera pacífica, no se debe simplemente a nosotros, sino a Dios que actúa en la historia, aunque respetando nuestra libertad. ¿Por qué le dispararon a Juan Pablo II? Sin duda, porque sus discursos de no-violencia, resultaron más fuertes y convincentes que todo el arsenal soviético. El Papa era uno solo, provenía de una minoría creativa, pero consiguió atraer a propios y a extraños. Aumentó la cantidad sin perder la calidad.
Ahora bien, ¿qué tenemos en contra para conseguir ser significativos en el aquí y el ahora? Sin duda, el problema número uno es la falta de una verdadera experiencia de Dios y, en segundo lugar, el déficit educativo y formativo. Por ejemplo, muchos católicos en su vida han leído a Sto. Tomás de Aquino y cuando los interrogan, caen de golpe, pues no saben dar razones a un mundo que tiene todo el derecho de pedírselas. Otro problema son aquellos que se sienten más parte de su movimiento que de la propia Iglesia, dividiendo y poniéndose por encima de los demás. Y luego están los relativistas, aquellos mal llamados católicos que niegan su propia identidad por quedar bien con las ideas de moda o, en su caso, los fideístas que menosprecian la importancia de la ciencia y de la tecnología al servicio del hombre. Tales realidades deben ser atendidas por cada uno de nosotros en la medida de nuestras posibilidades en clave de propuesta, porque no corresponden a las enseñanzas de la Iglesia y esto deja una impresión equivocada en los que apenas se están acercando. Por último, decir que el que seamos pocos o muchos, no es un pretexto para dejar de vivir la fe en la que creemos. El momento es ahora.
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