Sumergirse en el mundo de nuestra alma
Todos sabemos que tenemos cuerpo y alma…, un cuerpo perteneciente al mundo de lo material, que es limitado en el tiempo de su existencia. Todo lo material al final perece. Y un alma perteneciente al orden del espíritu, que es superior al orden material, sencillamente porque fue Dios espíritu puro, como lo es nuestra alma, el que creó el orden de la materia y no al revés. Todo lo que pertenece al orden del espíritu es inmortal vivirá y existirá eternamente.
Para sumergirse o entrar y vivir en uno de estos dos mundos a los que pertenecemos en principio al 50%, aunque el porcentaje varía de acuerdo con la espiritualidad o materialidad de la persona de que se trate, nos hacen falta unos sentidos para relacionarnos con el mundo y una luz que nos alumbre lo que nos rodea porque de nada vale tener unos ojos materiales en nuestra cara, si carecemos de luz material necesaria, para que nos ilumine lo que deseamos ver. A los ojos de nuestra cara le dan luz material para ver el sol y los astros, es lo que se llama luz natural, porque también tenemos una luz artificial creada por el hombre mediante el fuego u otros procedimientos más avanzados, como es la electricidad.
En relación a los sentidos de nuestra alma, todos los tenemos, son inherentes a nuestra alma. Hay que pensar que el día en que nuestro cuerpo fenezca, nuestra alma que ahora está usando los ojos materiales de nuestra cara, quedaría incomunicada, si no tuviese sentidos espirituales. Los sentidos los tiene, pero ahora los tiene atrofiados porque no los usa. Un niño cuando nace no tiene la agudeza visual que un joven adulto, porque cuando se va acercando la senectud la agudeza visual de la persona se reduce. El alma que todos tenemos tiene sus sentidos atrofiados sin desarrollarse.
Son muchas las personas que han tenido experiencias extra corpóreas, y ellas nos cuentan por ejemplo, que tuvieron un accidente y vieron su cuerpo llevado a un quirófano donde una serie de sanitarios trataban de reanimar su cuerpo. Y uno se pregunta: ¿Si su cuerpo estaba en una mesa de quirófano? ¿Cómo pudo ver la persona de ese cuerpo, su cuerpo desde arriba? Indudablemente con los ojos de su alma. Otras personas que las dieron por clínicamente muertas y luego retornaron a este mundo, nos hablan muchas de ellas y sin conocerse de nada de una misma experiencia de un túnel con una luz, que parecía luz y era muy brillante, pero no deslumbraba. No hay la menor duda de que todo esto son visiones de los ojos de su alma, porque los ojos de su cuerpo no estaban en ese sitio.
Uno puede sumergirse en la vorágine de la vida de una ciudad y es su cuerpo más que su alma el que se sumerge. Trabaja y se divierte con las diversas atracciones que la ciudad ofrece. También puede ser que la persona ame más el campo que ciudad y es entonces cuando se sumerge en el contacto con los animales y la naturaleza. Utiliza para adentrarse o sumergirse en su vida, sea urbana o campera, los sentidos de su cuerpo
Pero cuando lo que queremos es que nuestra alma se sumerja, en su vida interior o espiritual, en lo que es lo suyo, instintivamente cerramos los ojos de nuestra cara, evitamos toda clase de ruidos y tratamos de asilarnos del mundo material, para así tratar de poder entrar en el mundo de nuestra alma. Lo cual no es cosa fácil. Es por ello que aquellos que buscan con ansia al Señor, sea su objetivo el desierto. Para el dominico Vicente Borragan “No hay más que un camino que conduce de la esclavitud a la libertad definitiva: y este es el desierto”. Si nuestro objetivo es llegar a la tierra prometida, Nada es tanto, ni tan efectivo como el desierto, porque en él nuestra alma se puede librar con más facilidad, de las ataduras de la materia corporal que la envuelve y puede acercarse con más intensamente al amor de su Señor. El desierto con sus días calurosos y sus frías noches es el lugar donde mejor se templa la fortaleza de nuestra alma, de la misma forma que la fría agua y el fuego templan el acero de las espadas toledanas.
Nemeck F. K. y Coombs M. T. se preguntan “¿Por qué es pues, la soledad tan esencial, para el director espiritual? La respuesta es obvia. No se puede comunicar a los demás, un Dios personal y amoroso sin antes haberlo experimentado, como personal y amoroso. No se puede dar a otro lo que uno aún no ha recibido. Simples conocimientos acerca de Dios no es suficiente... En la experiencia del desierto es donde se recibe de Dios el conocimiento propio y la sabiduría divina necesarios para guiar a otros”. Ha sido Dios mismo el que nos ha puesto de manifiesto la importancia de la soledad y el silencio. Así en los Evangelios, podemos leer: “80* El niño crecía y se fortalecía en espíritu y moraba en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”. (Lc 1,80). Más adelante también en San Lucas: Él siempre se retiraba a un lugar solitario para orar”. (Lc 5, 16) Es también importante que consideremos, la retirada que hizo el Señor al desierto antes de comenzar su vida pública: “Lleno del Espíritu Santo, Jesús se volvió al Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto”. (Lc 4,1).
Para el desarrollo de nuestra vida espiritual, es imprescindible, desconectar con las realidades materiales que nos rodean y para ello es necesario que busquemos la existencia a nuestro alrededor de un desierto, que si no lo puede ser material, al menos creémonoslo a nuestro alrededor en el mundo en que vivimos. Solo dentro de nuestra propia vida espiritual, podremos desarrollar el crecimiento de nuestros sentidos sensoriales de nuestra alma. San Pablo nos decía: “Fija los ojos en lo invisible, no en lo que podamos ver. Lo así visible dura un momento, pero lo invisible es eterno” (3Cor 4,18). Una vez que nuestra alma abandone nuestro cuerpo, de nada nos servirán los ojos de nuestra cara, se quedarán en este mundo descomponiéndose como tarte que sn de nuestro cuerpo. Nuestra futura visón eterna será sobre lo que ahora nos es invisible.
Es por ello que nos conviene ya desde ahora, desarrollar y aguzar la visión de los ojos de nuestra alma, pues ellos serán los que nos proporcione la ansiada visión del Rostro de Dios. Mayor será siempre nuestra gloria si nos preparamos para las visiones celestes. Es de ver tal como Santa Teresa nos dice, que ella nunca vio al Señor, con los ojos de su cara solo con los de su alma, ella misma nos lo confiesa y nos escribe diciéndonos: “Se me presentó Cristo delante con mucho rigor, dándome a entender lo mucho que aquello le dolía. Le vi con los ojos del alma más claramente que lo que pudiera verle con los ojos del cuerpo. Esta visión (la de Nuestro Señor de cuerpo entero), aunque es imaginaria nunca la vi, con los ojos corporales, ni ninguna otra sino con los ojos del alma. Dicen los que lo saben mejor que yo, que es más perfecta la pasada que esta y esta lo es mucho más que las que se ven con los ojos corporales. La que se ve con los ojos corporales dicen que es la más baja y a donde más ilusiones puede hacer el demonio, aunque entonces yo no podía entender tal cosa”.
Se podrá alcanzar un desarrollo de los sentidos y ojos de nuestra alma, pero para ello hemos de aprender a sumergirnos en la vida espiritual de nuestra alma. Conseguirlo es posible solo de nuestra voluntad de amar intensamente al Señor depende.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. AMAR A DIOS.- www.readontime.com/isbn=978461164509
- Libro. ENTREGARSE A DIOS.- www.readontime.com/isbn=8460975940
- Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
- Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- Libro. VIDA DE NUESTRA ALMA.- http://www.readontime.com/ISBN=9788461266364
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