De la Ley de Protección de la Infancia de Ana Mato
por En cuerpo y alma
El Anteproyecto de Ley de protección de la Infancia presentado por el ministerio de Sanidad de la Sra. Mato y aprobado por el Consejo de Ministros contiene entre sus mandatos el siguiente:
“Los menores deben participar y corresponsabilizarse en el cuidado del hogar y en la realización de las tareas domésticas de acuerdo con su edad y con independencia de su género”.
Uno, la verdad, tenía la esperanza de que con el Partido Popular se recuperaría un poquito, si quiera un poquito, de la sensatez y de la mesura que vienen faltando en España desde hace ya una tira de años. A estas alturas, sin embargo, no tiene uno más remedio que reconocer que su esperanza es fatua, -fatua como la que tenían antier el Bayern y ayer el Chelsea a falta de dos minutos para el final del partido, si no más-, y que el lenguaje de lo políticamente correcto, y sobre todo, de la estulticia, está absolutamente instalado en nuestro país, y tanto reina a un lado del espectro como al otro.
El pequeño párrafo elegido está lleno de todos los lugares comunes, topicazos y estupideces propios de un siglo que, en su corto recorrido, se ha mostrado ya pródigo en ellos.
Lo primero que yo le recordaría a la Sra. Mato, tan progre ella y tan maja, es algo tan obvio como que las personas no tienen género, y que si lo tienen, es el género “homo”, es decir, algo que les une y no les discrimina; que el género lo tienen las palabras, y en todo caso, las cosas; que las personas tienen sexo; y que los sexos -más allá de lo que cada uno decida hacer con ellos- son dos, varón y hembra, u hombre y mujer, como prefiera Vd.. A no ser que sea la Sra. Mato de los que, como le ocurre al gobierno australiano, piense que los seres humanos tienen -tenemos- veintidós géneros (pinche aquí si desea conocerlos)… Pero en tal caso, debería explicárnoslo un poquito mejor en esta ley tan maravillosa y completa que prepara su ministerio, ¿o no?
Por lo demás, regular mediante ley cómo se tiene que comportar cada uno de los miembros de una familia dentro de su propia casa, empieza a asemejar excesivamente a las mejores películas de terror futurista y a los peores totalitarismos del siglo XX. A este ritmo se va a acabar decidiendo en un Parlamento -y en España no nos faltan- hasta el número de veces que podemos/debemos hacer uso de la vida conyugal y hasta los orgasmos que estamos autorizados (u obligados, vaya Vd. a saber) a alcanzar cada semana.
Me dirá alguno de Vds. que la cosa no es tan grave, que al fin y al cabo se trata de aspectos meramente declarativos de las leyes. Pues bien, no: el parrafito en cuestión nada tiene ni de casual ni de ingenuo, y representa el principio de un proceso que conocemos excesivamente bien a estas alturas. En este estado totalitario que hasta ayer nos parecía seña de identidad del programa pesoíta y cada vez más vemos absolutamente compartido y asumido por el pepeísmo, no les quepa a Vds. duda de que lo que vendrá detrás es una nueva “policía de familia” -o un “cuerpo de inspectores del hogar”, que queda más fino-, para vigilar que en cada casa se comporta cada uno, -“independientemente de su género”, eso sí-, de acuerdo con los cánones impuestos por la ley. Y eso, mientras a los progenitores se les priva de la autoridad para imponer esos mismos comportamientos, escenificando así de manera bien patente que es la ley y sus agentes la que los legitima, y no, en modo alguno, ni la moral ni la autoridad paterna.
Una manera como otra cualquiera, el nuevo cuerpo de “seguridad estatal”, de crear un puestecito adicional en el que colocar a un amiguete. Y detrás, inmediatamente detrás, lo más interesante de todo: la multita. Una nueva multa, exorbitante y desmesurada como todas las que se imponen en España (pinche aquí si desea conocer algunas), con la que “obsequiar” a los nuevos infractores y gracias a la cual poder pagar a los nuevos paniaguados... ¡que alguien tendrá que hacerlo! (¿o pensaba Vd. que los iba a pagar la Sra. Mato de su bolsillo?).
Y por último, un paso más en lo que viene siendo el gran objetivo de la Casta últimamente: someter a la sociedad, haciendo sentir una vez más al ciudadano medio que sólo quiere trabajar y ganarse honradamente el pan de cada día, el aliento del estado omnipotente y omnipresente en el cogote, reprochándole lo mal que hace las cosas mal, haciéndolo ver que nunca acierta, que es un verdadero desastre, y sobre todo, que alcanzar la condición de “buen ciudadano” pasa necesariamente por comportarse de acuerdo con lo que de él esperan los miembros de la Casta. Hasta en los momentos más íntimos de su existencia. Hasta en su propia casa.
Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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