Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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San Juan Pablo II (11)

por Victor in vínculis

En el día de su canonización, quiero recordarle así: es la conocida actuación del payaso Japo (Diego Poole) con Carlos Torrijos para Juan Pablo II, en Roma en 1990, en una audiencia con estudiantes de todo el mundo, el Domingo de Resurrección. ¡¡¡Santo Padre, bendícenos desde el Cielo!!!





18. NUNCA NOS OLVIDÓ
 
Cuenta el Padre José Carlos Rodríguez, misionero comboniano, que lo que más le impresionó de la visita del Santo Padre a Uganda (África) en 1993 fue la cercanía que mostró Juan Pablo II en todo momento. En todas las Misas que presidía se salía de la solemne procesión de entrada para ir saludando, uno por uno, a los enfermos y minusválidos -normalmente en la primera fila cercana al altar-...
 
Recuerdo cómo en el hospital de Nsambia quiso pasar la tarde bendiciendo a todos los pacientes individualmente, para terminar en la capilla rezando con cinco enfermos terminales de sida. El silencio de aquellas dos horas lo recuerdo como uno de los momentos más impresionantes que he presenciado. No hubo discursos en aquella catedral del dolor.


 
Cercanía cálida que se expresaba a menudo en un asombroso sentido del humor. En uno de los actos litúrgicos, mientras saludaba a los sacerdotes concelebrantes, le presentaron al Padre Bono, comboniano. El anciano misionero había sido dado por muerto en abril de 1979, durante la violenta confusión que siguió al derrocamiento de Idi Amin, y un día durante el rezo del Ángelus en Roma el Santo Padre habló del martirio del P.Bono y elevó plegarias por el eterno descanso de su alma. Al recordarle aquella anécdota, el Papa le miró a los ojos y respondió: “No se preocupe, aquel día no estaba yo hablando ex cátedra”. Tres días después, tras una visita no programada de antemano, mientras dirigía un improvisado discurso a un grupo de combonianos y combonianas en nuestra casa provincial de Kampala, al interrumpirle nosotros con un ovación, sonrió y nos dijo: - ¿Me estáis diciendo con este aplauso que tengo que terminar ya?
 
Cuando murió el Papa el 2 de abril de 2005, sigue diciendo el P. Rodríguez, el comentario que más oí entre la gente fue: “Nunca nos olvidó”. Razón tenían. Mientras el resto del mundo miraba para otra parte, la suya fue una de las pocas voces que recordaba al mundo la tragedia de la guerra interminable del norte de Uganda y su millón y medio de desplazados.
 
 
19. EL GÓLGOTA EN LITUANIA
 
El 4 de septiembre de 1993 Juan Pablo II iniciaba su 61º viaje apostólico internacional por los países bálticos. Durante una semana recorrió Lituania, Letonia y Estonia, tres países que durante cincuenta años pertenecieron a la Unión Soviética. El martes 7 de septiembre el Papa llegaba a Siauliai, tercera ciudad de su peregrinación por Lituania. Allí celebró la Santa Misa en la colina de las Cruces, símbolo de la resistencia del catolicismo lituano contra el ateísmo comunista. La foto en la que aparece Su Santidad el Papa paseando por aquel lugar es impresionante. Como su nombre indica, la colina de las Cruces es una elevación en la que se han colocado cruces de todo tipo y tamaño.


 
Se trata de un auténtico bosque de crucifijos, miles y miles de cruces; las hay de madera, piedra, hierro, ámbar... Algunas tienen seis metros de altura, mientras que otras son tan pequeñas que caben en la palma de la mano. Las primeras cruces empezaron a plantarse en 1863, tras la insurrección contra los rusos, que fue reprimida con suma crueldad.
 
En 1974 los funcionarios comunistas destruyeron 5000 cruces. Con la reconquista de la libertad, ya en tiempos de la caída del comunismo, después de 1989, se reanudó esa antigua tradición.
 
El Papa dijo en aquella ocasión:
 
“El misterio de la exaltación de la cruz es un misterio central en la historia de la salvación. Venimos aquí, a la colina de las Cruces, para recordar a todos los hijos e hijas de vuestra tierra que también sufrieron condenas, fueron encarcelados, enviados a los campos de concentración, deportados a Siberia o a Koluma, y condenados a muerte. Se condenaba a gente inocente. En vuestra patria, por entonces, se había desatado un sistema terrible, caracterizado por la violencia totalitaria. Un sistema que pisoteaba y humillaba al hombre. Ante sus ojos se estaba renovando y completando lo que ya se había cumplido en el Gólgota, donde el Hijo de Dios, "tomando condición de siervo", como hombre "se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte" (Flp 2, 7-8).
 
[...] Los hijos e hijas de vuestra tierra traían a esta Colina cruces semejantes a la del Gólgota, en la que murió el Redentor. De esa manera proclamaban la certeza de su fe, o sea, que sus hermanos y hermanas que habían muerto -o más bien que habían sido asesinados de diferentes maneras- tenían la vida eterna”.
 
 
20. LA SENCILLEZ DE CADA DÍA
 
Fue en el verano de 1997. Un matrimonio, amigo del Papa, se hospedaba con él en la residencia de Castelgandolfo…
 
Una mañana Juan Pablo II, durante el desayuno, preguntó a sus invitados si por las mañanas les molestaba el bastón que precisaba para caminar, ya que ellos dormían debajo de las habitaciones del Papa. Los Malecki respondieron que en absoluto suponía una molestia para ellos, ya que a aquella hora solían levantarse para Misa.

-Pero ¿por qué te levantas tan temprano?, le preguntaron intrigados.

-Me gusta contemplar el amanecer, respondió el Papa.

 
 

21. LA PEREGRINACIÓN MÁS DESEADA
 
Está claro que uno de los momentos más intensos de la peregrinación a Tierra Santa que durante el Año Jubilar realizó el Papa Juan Pablo II fue el 23 de marzo de 2000 cuando pudo celebrar la Santa Misa en el Cenáculo (bajo estas líneas, al salir del Cenáculo). Allí el Papa repitió las mismas palabras que Jesús pronunció en aquel santo lugar. Esto es mi Cuerpo. Celebró el Sacrificio donde, según la tradición, Cristo el Señor nos dio su Cuerpo y su Sangre. El Papa decía:
 
“Reunidos en el Cenáculo, hemos escuchado la narración evangélica de la Última Cena. Hemos escuchado palabras que brotan de lo más profundo del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús toma el pan, lo bendice y lo parte. Y luego lo da a sus discípulos diciendo: “Esto es mi Cuerpo”. La Alianza de Dios con su pueblo está a punto de culminar en el sacrificio del Hijo, con la entrega del Señor; el Verbo eterno, hecho carne, que se da por nosotros.
 
Las antiguas profecías están a punto de cumplirse. “Sacrificio y oblación no quisiste. Pero me has formado un cuerpo. Aquí estoy, Señor. Aquí vengo a hacer, oh Dios, tu Voluntad”. En la Encarnación el Hijo de Dios, que es uno con el Padre, se hizo hombre y recibió un cuerpo de la Virgen María. Y ahora, en la víspera de su muerte, dice a sus discípulos: “Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros”.
 
Con profunda emoción –dice el Papa- escuchamos una vez más estas palabras, pronunciadas aquí en el Cenáculo hace dos mil años. Desde entonces han sido repetidas de generación en generación por quienes participan del sacerdocio de Cristo a través del sacramento del Orden sagrado. De este modo, Cristo mismo repite continuamente estas palabras mediante la voz de sus sacerdotes en todos los rincones del mundo: “Este es el cáliz de mi Sangre; Sangre de la Alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros, por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”.



 
 
22. LOS FRUTOS DEL JUBILEO DEL AÑO 2000
 
En el número 8 de “Novo millennio ineunte”, documento preparatorio para el nuevo milenio, el Papa Juan Pablo II hacía su propio balance particular de lo acontecido a lo largo del Año Jubilar 2000:
 
Mi mirada en este año ha quedado impresionada no sólo por las multitudes que han llenado la Plaza de San Pedro durante muchas celebraciones. Frecuentemente me he parado a mirar las largas filas de peregrinos en espera paciente de cruzar la Puerta Santa. En cada uno de ellos trataba de imaginar la historia de su vida, llena de alegrías, ansia y dolores; una historia de encuentro con Cristo y que en el diálogo con él reemprendía su camino de esperanza.
 
Observando también el continuo fluir de los grupos, los veía como una imagen plástica de la Iglesia peregrina, la Iglesia que está, como dice San Agustín, “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”. Nosotros sólo podemos observar el aspecto más externo de este acontecimiento singular. ¿Quién puede valorar las maravillas de la gracia que se han dado en los corazones? Conviene callar y adorar, confiando humildemente en la acción misteriosa de Dios y cantar su amor infinito: “Misericordias Domini in aeternum cantabo!”.




23. EL SACERDOTE DE TODO EL MUNDO
 
El 1 de noviembre de 2001 Juan Pablo II al cumplir 55 años de su ordenación sacerdotal, hacía las siguientes preguntas:
 
Ya he escuchado las preguntas que queréis hacerme: ¿Cómo podemos llegar a ser santos si hay tantos obstáculos en nuestro camino? ¿Cómo podemos ser honrados si hallamos atropellos y corrupción a nuestro alrededor? ¿Cómo podemos llegar a ser santos si el camino más seguro para ganarse la vida es destacar y explotar a los otros? ¿Cómo podemos ser santos si vivimos en un mundo que devalúa el verdadero amor o no  aprecia la belleza del amor casto? Escucho estas preguntas y otras muchas. Dios Padre conoce vuestras dificultades, pero también conoce la profundidad con que queréis hacer bien las cosas; la profundidad con que queréis seguir a Cristo, porque sabéis que “Él es el camino, la verdad y la vida”.
 
La santidad, más que una conquista, es un don que se concede: el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
 
Un santo es, en su vida y en su muerte, una traducción del Evangelio para su país y su época. Cristo no vacila en invitar a sus discípulos al seguimiento, a la perfección. El Sermón de la Montaña es la única escuela para ser santos. ¡No tengáis miedo ante esa palabra! ¡No tengáis miedo ante la realidad de una vida santa!
 
 

24. LA DIVINA MISERICORDIA
 
Barrio de Lagiewniki, Cracovia, 18 de agosto de 2002. Su Santidad el Papa Juan Pablo II se encuentra nuevamente en su Polonia natal para celebrar la dedicación del Santuario de la Divina Misericordia, levantado en tres años al lado del convento donde vivió y murió Santa Faustina Kowalska (19051938), y así llevar el mensaje de aquella joven mística polaca a todos los habitantes de la tierra. Al final del acto, llevado por la emoción, confesó espontáneamente: “¿Quién iba a pensar que alguien que llegaba aquí caminando con zuecos de madera llegaría un día a consagrar esta Basílica?”, recordando que a pocos metros del Santuario se encontraba la cantera de Solvay, en la que Karol Wojtyla trabajó en sus años de juventud, durante la dominación nazi.
 
Sobre el altar se elevaba el ya famoso cuadro de Jesús Misericordioso sobre un enorme sagrario de oro en forma de globo terráqueo, rodeado por un arbusto sacudido por el viento, imagen de la lucha del ser humano contra su propia debilidad.
 
Con voz emocionada, Juan Pablo recordó en la homilía:
 
“En este santuario encomiendo hoy solemnemente el mundo a la Misericordia Divina, y lo hago con el deseo ardiente de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado desde aquí por Santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene los corazones de esperanza. ¡Cuánta necesidad de la misericordia de Dios tiene el mundo de hoy! ...Es necesaria la misericordia para lograr que toda injusticia en el mundo encuentre su término en el esplendor de la verdad”.
 
Luego el Papa citó las palabras de Jesús recogidas en el Diario de Sor Faustina:
 
“Desde aquí saltará la chispa que prepara el mundo para mi última venida. Es necesario, concluyó diciendo, encender esta chispa de la gracia de Dios. Es necesario transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la Misericordia de Dios el mundo encontrará la paz; y el hombre, la felicidad”.
 
Al día siguiente el Papa al abandonar Polonia confiesa:

“-¡Es una pena marcharse!”
 
"-¡Quédate con nosotros!”, le respondieron gritando las 20.000 personas que se reunieron en el aeropuerto internacional de Cracovia que lleva el nombre del Pontífice. El acto se convirtió en una auténtica fiesta musical, en la que los cantos trataron de arrancar lágrimas al Pontífice y de convencerle para que no se marchara.
 
              “Escucha tu corazón, vuelve aquí”, cantó durante muchos minutos el coro. El Papa, sin embargo, trató de superar la melancolía pensando en el futuro. “Muchos me han esperado. Muchos han querido encontrarse conmigo. No todos lo han logrado. Quizá la próxima vez...”, dijo en su discurso. Después pudimos saberlo: fue el último viaje del Papa a su amada Polonia.

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