Jueves, 21 de noviembre de 2024

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San Juan Pablo II (5)

por Victor in vínculis

8. POLONIA, SEMPER FIDELIS
 
La ciudad polaca de Wloclawek está situada al nordeste de Varsovia, al margen izquierdo del río Vístula, en la región de Kujawy. Durante la Segunda Guerra Mundial la diócesis de Wloclawek sufrió el exterminio del 50% del clero, junto con su obispo auxiliar Michal Kozal, beatificado por Juan Pablo II en 1987. Promociones enteras de sacerdotes y seminaristas dieron testimonio de su fe.
 
En su Catedral fue ordenado en 1924 el futuro cardenal Stefan Wyszynski. Fue el único de su promoción que logró evitar ser enviado a un campo de concentración, gracias a la orden de monseñor Kozal de que abandonara la ciudad pocos días antes de la segunda ola de detenciones de eclesiásticos. Después de la guerra fue profesor de ciencias sociales en el Seminario Mayor, uno de los más antiguos de Polonia.
 
En las aguas del embalse de Wloclawek, el 27 de octubre de 1984, se recuperó el cuerpo sin vida del sacerdote martirizado Jerzy Popielusko.


 
Por tanto, -afirmaba el Papa Juan Pablo II durante su IV peregrinación apostólica a Polonia- junto a todos aquellos que pasaron por esta tierra a orillas del Vístula; junto al padre Jerzy, que encontró la muerte por martirio, a poca distancia de aquí, en el dique del Vístula, me arrodillo ante el Padre y oro por "la consolidación de las fuerzas del hombre interior", por todos los hijos e hijas de nuestra patria, en el umbral de los tiempos que ya han llegado, y de los tiempos futuros. (...)
 
Aquí, en esta tierra de Kujawy, en esta ciudad de mártires, es necesario decir esto en voz alta. La cultura europea fue creada por los mártires de los tres primeros siglos; la han creado también los mártires al Este de nuestra tierra, durante los últimos decenios, y también aquí entre nosotros, siempre durante los últimos decenios. Sí, la ha creado el padre Jerzy. Es el patrono de nuestra presencia en Europa a causa del ofrecimiento de su vida, así como Cristo; como Cristo tiene el derecho de ciudadanía del mundo, tiene el derecho de ciudadanía de Europa, puesto que dio la propia vida por todos nosotros. (...)

Queridos hermanos míos, perdonadme estas palabras ardientes, quizá son así porque la jornada es un poco fría, pero está también el "genius loci". "Genius loci" es este lugar extraordinario. Tal vez no sea muy conocido en el mundo. En Europa, Wloclawek no es muy conocida; lleva consigo esta inscripción misteriosa de nuestro siglo, que es como la respuesta   a esa inscripción de la civilización total del odio, de la muerte: esta inscripción de la civilización de la vida, de la vida a través de la muerte, como Cristo, como el corazón de Dios. Su último testigo, testigo de esta inscripción, es precisamente el padre Jerzy. (...) Es necesario verlo y leer su figura en la verdad total de su historia[1].


 
El padre Jerzy Popielusko fue ordenado el 28 de mayo de 1972 por el cardenal Wyszynski. Fue nombrado consiliario de los estudiantes de Medicina, y capellán de las enfermeras de Varsovia. En junio de 1979 se le confió la asistencia médica de la primera visita del Papa Juan Pablo II. Para ello se rodeó de un personal altamente preparado que hizo de su tarea un importante éxito. Por su eficacia le fue encargado el mismo servicio durante los funerales del cardenal Wyszynski, así como de la segunda visita del Papa en junio de 1983. En los dos viajes tuvo ocasión de ver de cerca al Papa polaco, pero nadie se imaginaba que en el próximo encuentro estarían los dos a solas.
 
El 19 de octubre de 1984 el padre Popielusko fue salvajemente asesinado por agentes del Gobierno del régimen comunista del general Jaruzelski, a causa de su intensa dedicación al mundo obrero[2].
 
En 1987, el Papa Juan Pablo II regresaba a su patria para beatificar en Varsovia al que fue obispo auxiliar de Wloclawek, Michal Kozal, asesinado en el campo de concentración de Dachau. Terminada la ceremonia, el Papa fue a visitar la Iglesia Parroquial de San Estanislao de Kostka; en sus jardines se encuentra la tumba del padre Jerzy Popielusko.


 
Rechazó el hermoso reclinatorio que le habían preparado y, más que arrodillarse, se arrojó sobre la tierra cubierta de flores que rodea la tumba. Colocó sobre la cruz de granito rojo un ramo de flores blancas y, luego, se derrumbó materialmente sobre la piedra. Su frente tocaba las asperezas de la losa y se sumergió en ese denso silencio que caracteriza la oración del Papa Wojtyla... Cuantos asistieron a la escena entendieron que acaban de asistir a una especie de beatificación anticipada. Sobre la tumba se leía un nombre: Jerzy Popielusko. Y un único título: sacerdote. Pero todos los polacos entendían cuánto dolor, cuánta sangre, cuántas esperanzas yacían bajo aquella cruz de granito rojo...
 
El Beato Juan Pablo II celebró la Santa Misa en la ciudad de Wloclawek, durante su IV Peregrinación Apostólica, el 7 de junio de 1991, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Durante la homilía recordó a la Iglesia perseguida durante el difícil siglo XX:
 
Mirarán al Crucificado. Fijarán la mirada en su Corazón. Estas palabras contienen la clave       del  misterio central de la solemnidad de hoy. No sólo la clave. Es la clave de la historia del alma de tantas personas que a través de esta herida abierta en el costado de Cristo crucificado, visible exteriormente, llegan a lo que está escondido a la vista. Miran su corazón. Fijan la mirada en su corazón.
 
¿Cuántas personas así, con la mirada fija en el Corazón del Redentor, pasaron a través de esta tierra a orillas del Vístula, a través de esta ciudad, sede episcopal? ¿No fue el Beato abad Bogumil, más tarde arzobispo de Gniezno, y sucesivamente ermitaño, una de estas personas?; ¿o la Beata Jolanta, Princesa de Piast, ambos en siglos lejanos?
 
Y en nuestro difícil siglo XX ¿no lo fueron San Maximiliano María Kolbe y el Beato Obispo Michal Kozal? ¿No lo fue el cardenal Stefan Wyszynski, Siervo de Dios y gran Primado del milenio? Y aun antes de él, ¿no lo fueron todos los mártires de los campos de concentración nazi en los que la diócesis de Wloclawek debió pagar un tributo de sangre particularmente alto? Contando sólo los sacerdotes, durante la última guerra murieron 220, lo que constituyó más de la mitad del clero de vuestra diócesis. Todos fijaban la mirada en el Corazón     traspasado en la cruz y encontraban la fuerza sobrehumana para dar testimonio de vida y de muerte[3].
 
El Padre Popielusko fue beatificado el 6 de junio de 2010.  Cerca de cien mil fieles acudieron a la misa de beatificación. Junto al arzobispo Angelo Amato, en calidad de enviado especial del Papa Benedicto XVI, 1.600 sacerdotes y 100 obispos.
 
También estuvo presente la madre del Beato Jerzy Popieluszko, Marianna, a la que la Iglesia quiso agradecer el sufrimiento y el sacrificio de su hijo. Días antes en una entrevista declaraba: “La muerte de Jerzy ha sido para mí el dolor más grande. Pero no juzgo a nadie. Dios juzga. La alegría más grande será para mí cuando las personas que mataron a Jerzy se conviertan”.
 
[1] De la homilía pronunciada el 7 de junio de 1991 en el aeroclub de la ciudad de Wloclawek, publicado en L'Osservatore Romano, 28 junio 1991 (nº 1.174).
 
 [2] El prestigioso sacerdote José Luis MARTIN DESCALZO narraba para el diario ABC la vida del joven Popielusko: “Extraña historia la de este sacerdote de treinta y siete años, una especie de "converso de la clase obrera". Hasta 1980 nadie hubiera descubierto en él una vocación de héroe o de mártir... Pero todo cambió para él un domingo de agosto de 1980, cuando los obreros de las fábricas polacas se encerraron en una larga huelga y pidieron al cardenal Wyszynski que les enviara un sacerdote para poder oír misa sin salir de sus lugares de trabajo... El cura que esperaba convertir a los obreros se encontró convertido por ellos. A su lado descubrió el dolor de la condición obrera, entendió sus sufrimientos y su opresión. Descubrió el valor de la palabra libertad. Y el concepto de "Patria" que, hasta entonces, era para él algo retórico, se volvió sangrante y doloroso. Allí nació el mártir. Las "misas patrióticas" que comenzó en 1982 fueron sólo una consecuencia de aquel día. Popielusko, el débil curita de cara de niño, se convirtió en un hombre peligroso para el Estado tiránico. Empezaron los procesos. Y tras ellos la muerte violenta, después de la feroz tortura... Popielusko es hoy un símbolo de los sueños polacos.
[3] L'Osservatore Romano, 28 junio 1991 (nº 1.174).
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