Venezuela, la última oportunidad
La semana pasada me referí a la gravísima situación que se vive en Venezuela, donde un gobierno que es cada vez más dictatorial intenta imponerse a las legítimas reivindicaciones de libertad de su pueblo mediante el terror. Elogiaba el valiente papel de los obispos, al denunciar la situación, y reclamaba mayor presión internacional para que no siguieran sembrándose las calles de las ciudades venezolanas de heridos y cadáveres.
Algo ha debido suceder -sin duda que como fruto de las oraciones de tantos- para que el régimen haya dado una muestra de cordura y se haya abierto a un diálogo con la oposición, supervisado por instancias internacionales. Entre éstas, en lugar destacado, está el Vaticano. El secretario de Estado, cardenal Parolín, no ha aceptado aún la petición pública hecha por el Gobierno de Maduro y ratificada por la oposición de Caprile, porque debe asegurarse de que se respeten por ambas partes las condiciones imprescindibles para que la mediación sea útil. Mientras tanto, el Papa Francisco ha enviado una larga carta a todos los venezolanos apelando a la necesidad del diálogo y a que se haga un esfuerzo, incluso heroico, para favorecer la reconciliación, perdonando a aquellos que les han hecho daño, por grande que haya sido.
Estoy seguro de que los católicos venezolanos harán caso al Papa y extenderán la mano a los que las tienen manchadas de sangre. Siempre hemos hecho así, desde Jesucristo a nuestros días. No estoy tan seguro de que el diálogo sea útil, porque para que haya paz ambas partes deben querer la paz y temo que esta oferta de diálogo no sea más que una estratagema para ganar tiempo, por parte de un régimen que está acosado por sus propios errores y anegado por la sangre de sus víctimas. Es la última oportunidad para Venezuela. Si fracasa, sólo quedará abierto el horizonte de la guerra civil y ese es un panorama terrible. Por eso tenemos que rezar insistentemente, para que si alguien en el Gobierno venezolano conserva algo de sensatez se dé cuenta de que todo puede ganarse con la paz y todo puede perderse con la guerra.
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