Domingo, 22 de diciembre de 2024

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San Juan Pablo II (1)

por Victor in vínculis

1. KAROL JOZEF WOJTYLA,
SAN JUAN PABLO II

 
Comencemos con una visión sintética de la trayectoria vital de san Juan Pablo II.
 
 
Karol Wojtyla nació en Wadowice (Cracovia), el 18 de mayo de 1920. El día de su bautismo, el 20 de junio, recibe los nombres de Karol Jozef. Tras los estudios primarios, cursó Literatura en la Universidad de Cracovia. Durante la segunda guerra mundial trabajó cuatro años como obrero, primero en las canteras de Zakrzówek y después en la fábrica de productos químicos “Solvay”. Durante este tiempo y, de forma clandestina, proseguía sus estudios de Teología por haber sido cerrado el seminario de Cracovia en el que había ingresado en 1942. Recibe la ordenación sacerdotal el 1 de noviembre de 1946. Se doctora en el Pontificio Ateneo “Angelicum” (actual Universidad Pontificia de Santo Tomás), que la Orden de Predicadores tiene en Roma, con una tesis sobre San Juan de la Cruz, bajo la dirección del sabio dominico francés Garrigou-Lagrange.
 
En 1949 regresa a Polonia y comienza a trabajar como consiliario de los jóvenes estudiantes católicos en la Universidad de Cracovia. Dedica sus esfuerzos al estudio de la Filosofía. Más tarde accede a la cátedra de Ética de la Universidad de Lublin y después imparte la misma materia en la Facultad Teológica de la Universidad de Cracovia.
 
Colaborador del cardenal Wyszynski, Pío XII le consagró, en 1958, obispo titular de Ombi. En 1964 fue promovido al Arzobispado de Cracovia por Pablo VI; creándole Cardenal en el consistorio del 26 de junio de 1967. Participó en las cuatro sesiones del concilio Vaticano II y en todas las Asambleas del Sínodo de los Obispos. Fue Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Polaca.
 
El 16 de octubre de 1978 el cardenal Wojtyla es elegido Papa con el nombre de Juan Pablo II, convirtiéndose en el primer Pontífice no italiano desde 1523.  Fue el Papa que condujo a la Iglesia de Cristo los últimos 22 años del segundo milenio y los primeros años del segundo milenio.
 
En sus largos y fecundos años de pontificado,  batió varios récords en la historia de los Papas. Entre ellos, el beato Juan Pablo II  ha sido el que más países ha visitado y más miles de kilómetros ha recorrido para sus visitas apostólicas.  Otro récord, las páginas de sus enseñanzas: encíclicas, exhortaciones apostólicas, mensajes, catequesis, discursos, etc.
 
Su última  y  más espléndida página fueron sus últimos días en este mundo, que toda la humanidad siguió día a día, y su santa muerte, el 2 de abril de 2005. Jamás vio Roma tantos cientos de miles de asistentes -sobre todo, jóvenes llegados de todo el mundo- para dar su último adiós al llorado Papa, al que aclamaron con pancartas y vítores: “¡Santo subito!”.

El 14  de enero de 2011,  su sucesor, Benedicto XVI promulgó el Decreto por el que se reconoce la santidad del Siervo de Dios Juan Pablo II y se fija la fecha de su beatificación: 1 de mayo de 2011, Domingo de la Divina Misericordia.

Finalmente, el 30 de septiembre de 2013 el papa Francisco decretó que los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II fuesen inscritos en el catálogo de los Santos el 27 de abril del próximo año 2014, segundo domingo de Pascua, día dedicado a la Divina Misericordia.

2. GRACIAS, MAMÁ EMILIA
 
Emilia pertenecía a una familia de clase media en un país europeo que sufría estragos y carestías después de una prolongada guerra nacional. Hambres y epidemias amenazaban a toda la población. Emilia desde pequeña había tenido una salud algo delicada. En 1904 contrajo matrimonio con un joven oficial del 56 Regimiento de Infantería, y se establecieron en una población lejos de familiares y conocidos. Poco tiempo después nació su primer hijo, Edmund, buen estudiante, atleta y con gran personalidad. Unos años más tarde, Emilia dio a luz una niña, que sólo vivió varias semanas antes de fallecer.
 
 
Catorce años después del nacimiento de Edmund y a casi diez de la muerte de su segunda hija, Emilia se encontraba en una situación particularmente difícil. Tenía cerca de cuarenta años y su salud no había mejorado: sufría severos problemas renales y su sistema cardíaco iba debilitándose poco a poco debido a una afección congénita. Por otra parte, la situación política de su país era cada vez más crítica, tras haber finalizado la Primera Guerra Mundial. Vivían con lo indispensable y con la incertidumbre y el miedo de que estallase una nueva guerra.
 
Y justamente en esas terribles circunstancias, Emilia se dio cuenta de que nuevamente estaba embarazada. A pesar de que el acceso al aborto no era sencillo en esa época, existía la opción. Su edad y su salud hacían del embarazo un alto riesgo para su vida. Además su difícil circunstancia le hacía preguntarse: ¿Qué mundo puedo ofrecer a este pequeño? ¿Un hogar pobre? ¿Un pueblo en guerra? ¿Vale la pena que le dé la vida?
 
Si a nosotros nos tocara juzgar la conveniencia del nacimiento del hijo de Emilia, tendríamos que tener en cuenta que las desgracias familiares se sucederían sin parar: Emilia desconocía que sólo le quedaban nueve años de vida a causa de sus problemas de salud. Que trágicamente, también Edmund[1], el único hermano del bebé que esperaba, viviría sólo dos años más. Y que algunos años más tarde, al principio de la Segunda Guerra Mundial, perdería también a su padre. A este niño le esperaba una vida en completa orfandad: ni su padre, ni su madre, ni su único hermano podrían acompañarle en medio de las condiciones espantosas de la Segunda Guerra Mundial que estaban por venir.
 
¿Para qué traer al mundo a un niño que desde el momento de nacer conocería el sufrimiento? ¿Qué futuro podía ofrecérsele? ¿No sería una insensatez llevar adelante este embarazo? Estas serían algunas de las preguntas que cualquier mujer se haría en la situación de Emilia. Hoy, en pleno siglo XXI, este niño seguramente sería una víctima del aborto.
 
Afortunadamente, Emilia optó por la vida de su hijo, a quien puso el nombre de Karol, aunque los suyos lo llamaban Lolek. Ese niño, que murió anciano, cada vez que visitaba algún país y pasaba por sus calles -nosotros mismos todavía conservamos esta imagen en nuestras retinas- millones de gargantas entusiasmadas le gritaban: ¡Juan Pablo II, te quiere todo el mundo!
 
Hermanos y hermanas -grita la voz del que ha podido nacer-: ¡No tengáis miedo! Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo invadido por la duda que se transforma en desesperación. Vosotros, todos los que todavía buscáis a Dios y también vosotros, los que estáis atormentados por la duda: ¡No tengáis miedo![2]

 

[1] George WEIGEL, Biografía de Juan Pablo II. Testigo de esperanza, págs. 37-72 (Barcelona 1999). Esta es la mejor y más completa biografía del Papa. Allí se nos dice que Edmund había nacido el 26 de agosto de 1906. En 1930 obtuvo el título de doctor en ciencias médicas. Practicó su profesión en el hospital de Bielsko. El joven doctor contraería la escarlata de uno de sus pacientes. El 5 de diciembre de 1932 falleció el hermano mayor de Lolek. La inscripción de su lápida afirma “víctima de su profesión, que sacrificó su joven vida al servicio de la humanidad”.
[2] JUAN PABLO II, Homilía en el comienzo de su pontificado, 22 de octubre de 1978.
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