De la Pascua judía: breve reseña histórica
por En cuerpo y alma
Entramos estos días en la gran pascua de los cristianos, una fiesta que aunque a estas alturas de la historia revista una significación y unas formas que recuerdan poco ya a la pascua judía, sin duda hunde sus más profundas e iniciales raíces en su precedente hebreo, por lo que me parece no está de más que conozcamos un poco algunos antecedentes de la misma.
La Pascua según la llamamos en español, “pesaj” en hebreo, es la gran fiesta judía. En ella, los descendientes de Abraham celebran la liberación de Egipto guiados por Moisés, cosa que acontece en el s. XIII a.C..
La historia se remonta tan lejos como queramos. Demasiado larga para lo que pretende ser un breve artículo, nos situaremos en el momento en el que Moisés, de vuelta en Egipto tras haberlo abandonado tras asesinar a un capataz que maltrataba a un judío, se llega ante el Faraón y le advierte:
“Así dice Yahveh, el dios de Israel: ‘deja salir a mi pueblo para que celebre una fiesta en el desierto’. Respondió Faraón: ‘¿Quién es Yahveh para que yo escuche su voz y deje salir a Israel?’” (Ex. 5, 1-2).
Lo que viene a continuación es el relato de las diez plagas a las que Yahveh somete a Egipto para “ablandar” el corazón del Faraón y que éste otorgue a los judíos el permiso para emigrar. Unas plagas que el Exodo relata pormenorizadamente y que consisten en la conversión del agua en sangre, la invasión de ranas, la de mosquitos, la de tábanos, la muerte del ganado, las úlceras, la granizada, las langostas y las tinieblas.
Como quiera que el corazón del Faraón no terminaba de ablandarse, Yahveh determina entonces proceder a la décima plaga, la peor. Y así es como ocurre que, durante la madrugada de la pascua, estando los judíos cautivos en Egipto, el ángel de Yahveh pasa (“pesaj”, aunque no es seguro, podría significar paso) por las casas de los egipcios, ejecutando al primogénito de cada familia, absteniéndose de hacerlo en las de los judíos, que reconoce por tener la puerta marcada con la sangre del cordero sacrificado la noche previa.
Aunque el día grande de la pascua es el quince del mes judío de nisán, la comida de la pascua se realiza la víspera, llamado “primer día de ázimos”, primero de los siete que los judíos han de estar sin comer alimentos fermentados con levadura, en recuerdo de que la noche de la partida, ni tiempo dio a fermentar los alimentos.
Aunque muy probablemente la festividad existiría ya con anterioridad -sería en origen, la fiesta de los pastores nómadas- el Exodo atribuye su institución al mismo Yahveh, en un bello relato que transcribimos:
“Dijo Yahveh a Moisés y Aarón en el país de Egipto: este mes será para vosotros el comienzo de los meses, será el primero de los meses del año. Hablad a toda la comunidad de Israel y decid: el día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de ganado menor, traerá al vecino más cercano a su casa […]. El animal será sin defecto, macho, de un año. Lo escogeréis entre los corderos o los cabritos. Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman. En aquella misma noche comerán la carne. La comerán asada al fuego, con ázimos y con hierbas amargas. Nada de él comeréis crudo ni cocido sino asado, con su cabeza, sus patas y sus entrañas. Y no dejaréis nada de él para mañana; lo que sobre al amanecer lo quemaréis. Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; y lo comeréis de prisa. Es Pascua de Yahveh” (Ex. 12, 111).
El mes al que el relato se refiere es el primero de la primavera, equivalente a nuestro marzo-abril, llamado “nisán” en el calendario postexílico de origen babilónico.
Más adelante añade Yahveh:
“[Luego] durante siete días comeréis ázimos [esto es, pan sin levadura]” (Ex. 12, 15).
Para, a continuación, dejar perfectamente aclarado todo lo relativo a la normativa de la pascua:
“Estas son las normas de la Pascua: No comerá de ella ningún extranjero. Todo siervo comprado por dinero, a quien hayas circuncidado, podrá comerla. Pero el residente y el jornalero no la comerán. Se ha de comer dentro de casa, no sacaréis fuera de casa nada de carne, ni le quebraréis ningún hueso. Toda la comunidad de Israel lo celebrará. Si un forastero que habita contigo quiere celebrar la Pascua de Yahveh, que se circunciden todos sus varones, y entonces podrá acercarse para celebrarla, pues será como los nativos; pero ningún incircunciso podrá comerla” (Ex. 12, 43-48).
©L.A.
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