Evangelizar a quienes parecen "diferentes"
No lo podemos negar: los profundos y rápidos cambios éticos que ha sufrido el mundo en los últimos años y los que sufrirá a causa de la fuerte presión que se ejerce sobre la cultura, los medios de comunicación y la política, que intenta demagógicamente defender los derechos de todos los ciudadanos, nos exige a los cristianos nuevos retos de evangelización.
Lo que en un tiempo se creyó que podía dar resultado como anatematizar, condenar, excomulgar, hoy no resulta ser más que un motivo de burla para quienes nos ven como un pequeño reducto oscurantista que debe ser expulsado de la historia de la sociedad lo más pronto posible, para dar paso a un mundo de libertad absoluta en el que impere una ética relativista. Hoy somos vistos como los principales obstáculos para el “progreso” de la humanidad y para el reconocimiento total de minorías que en los últimos tiempos se han hecho sentir de una manera poderosa y han logrado a través del poder político no solo hacerse a un espacio en el protagonismo de la historia sino también están logrando que se revalúen conceptos que antes los teníamos aparentemente claros como lo son los de familia, identidad sexual, etc., y que hoy causan mucha confusión en quienes los manejan.
Temas como la eutanasia, la ideología de género, la adopción por parte de parejas del mismo sexo, exigen de nosotros los cristianos, un nuevo reto para tener la forma adecuada de poder lograr un diálogo abierto y respetuoso con quienes defienden todos estos temas sin que se sientan afrentados e irrespetados, pero que podamos llevarlos a un replanteamiento que les permita redescubrirse a sí mismos como personas creadas por Dios.
Está visto que cuando la noción de un Trascendente desaparece de nuestro intelecto entonces intentamos responder a la pregunta de ¿quién es el hombre? de una manera absurda, lo que hace que tengamos un concepto de nosotros mismos tan errado como errada es la ética que se deriva de ello. No estamos ante enemigos de la Iglesia, creo que estamos ante quien desvirtúa la verdad y cuando ella cae bajo el subjetivismo entonces cada quien puede pensar de sí mismo de la manera que quiera y tener conductas acorde a ese pensar.
No podemos seguir viendo a los abortistas o a los promotores de ciertas ideologías como enemigos a quienes hay que acabar, creo más bien que estamos ante un nuevo escenario mundial en el que como creyentes debemos permanecer con nuestras lámparas en alto para lograr re-direccionar al hombre contemporáneo a una nueva experiencia de Dios.
Estoy absolutamente convencido que necesitamos el arrojo de evangelizar movimientos que toman cada vez más fuerza, que han salido del “armario” (como se dice vulgarmente) para posarse en la vitrina y venderse a sí mismos como una alternativa de vida. Ni pueden vernos como sus verdugos ni podemos mirarlos como nuestros adversarios. Son hijos de Dios y, como tal, necesitan quien les anuncie la belleza del evangelio. Todo apunta a que el protagonismo de estos grupos será cada vez más fuerte ya que incursionan abiertamente en la política, el arte, los medios de comunicación, la economía y ya no son simples espectadores que se dejan juzgar sino que consideran que tienen algo que decir al mundo.
La gran ola que se ha levantado como un tsunami y que apunta a producir un nuevo diluvio se ha visto tocando todos los estamentos. Ahora el mundo no quiere hablar de dos sexos sino de una gran variedad de ellos que pueden llegar a 50, desde que se considera que el lenguaje debe cambiarse y que hoy no se debe hablar de varón y hembra sino de género masculino y femenino que no sería otra cosa, según ellos, que el puro aprendizaje de conductas impuestas por la sociedad pero que no harían parte de nuestra condición sexuada y diferenciada entre hombre y mujer.
A esto es lo que nos enfrentamos y no podemos tener miedo, necesitamos una respuesta pastoral a cada uno de estos grupos pues, de cara a la evangelización, estamos invitados a anunciar la Palabra de Dios a todos. ¿Cuál sería la conducta de Jesús ante cada una de estas personas? ¿Repudio y condenación? Creo que no. Creo firmemente que les ayudaría a descubrirse a sí mismos desde su condición creatural dentro del plan de Dios. Se pondría delante de cada uno como en un espejo para que desde él mismo puedan verse tal cual son.
No es condenando como lograremos evangelizar; el mundo no admite este lenguaje Es haciendo visible la redención, llevando una palabra de aliento y de buena nueva a todos, incluidos los que no creen y piensan como nosotros. Evangelizar es mostrar el rostro amoroso del Señor, es ayudar a todos a que desciendan de su propio árbol, como Zaqueo, levantar como hizo con la adúltera, limpiar como logró con los leprosos, pero sobre todo devolver la vista para que el hombre pueda verse con los ojos de Dios.
Reconozcámoslo, ya no evangelizamos sólo a quienes se sienten varón o hembra sino a todos aquellos que se encuentran entre todos esos “géneros” intermedios que necesitan también sentirse hijos de Dios.
No es devaluar la fuerza del evangelio, no es desvirtuar la palabra de Dios, no es borrar una coma o tilde de la ley de Cristo, es simplemente acercar a quienes nos han visto como sus enemigos naturales. Por eso, tal vez la primera evangelización la necesitamos en nuestra propia cabeza.
Juan Ávila Estrada
Lo que en un tiempo se creyó que podía dar resultado como anatematizar, condenar, excomulgar, hoy no resulta ser más que un motivo de burla para quienes nos ven como un pequeño reducto oscurantista que debe ser expulsado de la historia de la sociedad lo más pronto posible, para dar paso a un mundo de libertad absoluta en el que impere una ética relativista. Hoy somos vistos como los principales obstáculos para el “progreso” de la humanidad y para el reconocimiento total de minorías que en los últimos tiempos se han hecho sentir de una manera poderosa y han logrado a través del poder político no solo hacerse a un espacio en el protagonismo de la historia sino también están logrando que se revalúen conceptos que antes los teníamos aparentemente claros como lo son los de familia, identidad sexual, etc., y que hoy causan mucha confusión en quienes los manejan.
Temas como la eutanasia, la ideología de género, la adopción por parte de parejas del mismo sexo, exigen de nosotros los cristianos, un nuevo reto para tener la forma adecuada de poder lograr un diálogo abierto y respetuoso con quienes defienden todos estos temas sin que se sientan afrentados e irrespetados, pero que podamos llevarlos a un replanteamiento que les permita redescubrirse a sí mismos como personas creadas por Dios.
Está visto que cuando la noción de un Trascendente desaparece de nuestro intelecto entonces intentamos responder a la pregunta de ¿quién es el hombre? de una manera absurda, lo que hace que tengamos un concepto de nosotros mismos tan errado como errada es la ética que se deriva de ello. No estamos ante enemigos de la Iglesia, creo que estamos ante quien desvirtúa la verdad y cuando ella cae bajo el subjetivismo entonces cada quien puede pensar de sí mismo de la manera que quiera y tener conductas acorde a ese pensar.
No podemos seguir viendo a los abortistas o a los promotores de ciertas ideologías como enemigos a quienes hay que acabar, creo más bien que estamos ante un nuevo escenario mundial en el que como creyentes debemos permanecer con nuestras lámparas en alto para lograr re-direccionar al hombre contemporáneo a una nueva experiencia de Dios.
Estoy absolutamente convencido que necesitamos el arrojo de evangelizar movimientos que toman cada vez más fuerza, que han salido del “armario” (como se dice vulgarmente) para posarse en la vitrina y venderse a sí mismos como una alternativa de vida. Ni pueden vernos como sus verdugos ni podemos mirarlos como nuestros adversarios. Son hijos de Dios y, como tal, necesitan quien les anuncie la belleza del evangelio. Todo apunta a que el protagonismo de estos grupos será cada vez más fuerte ya que incursionan abiertamente en la política, el arte, los medios de comunicación, la economía y ya no son simples espectadores que se dejan juzgar sino que consideran que tienen algo que decir al mundo.
La gran ola que se ha levantado como un tsunami y que apunta a producir un nuevo diluvio se ha visto tocando todos los estamentos. Ahora el mundo no quiere hablar de dos sexos sino de una gran variedad de ellos que pueden llegar a 50, desde que se considera que el lenguaje debe cambiarse y que hoy no se debe hablar de varón y hembra sino de género masculino y femenino que no sería otra cosa, según ellos, que el puro aprendizaje de conductas impuestas por la sociedad pero que no harían parte de nuestra condición sexuada y diferenciada entre hombre y mujer.
A esto es lo que nos enfrentamos y no podemos tener miedo, necesitamos una respuesta pastoral a cada uno de estos grupos pues, de cara a la evangelización, estamos invitados a anunciar la Palabra de Dios a todos. ¿Cuál sería la conducta de Jesús ante cada una de estas personas? ¿Repudio y condenación? Creo que no. Creo firmemente que les ayudaría a descubrirse a sí mismos desde su condición creatural dentro del plan de Dios. Se pondría delante de cada uno como en un espejo para que desde él mismo puedan verse tal cual son.
No es condenando como lograremos evangelizar; el mundo no admite este lenguaje Es haciendo visible la redención, llevando una palabra de aliento y de buena nueva a todos, incluidos los que no creen y piensan como nosotros. Evangelizar es mostrar el rostro amoroso del Señor, es ayudar a todos a que desciendan de su propio árbol, como Zaqueo, levantar como hizo con la adúltera, limpiar como logró con los leprosos, pero sobre todo devolver la vista para que el hombre pueda verse con los ojos de Dios.
Reconozcámoslo, ya no evangelizamos sólo a quienes se sienten varón o hembra sino a todos aquellos que se encuentran entre todos esos “géneros” intermedios que necesitan también sentirse hijos de Dios.
No es devaluar la fuerza del evangelio, no es desvirtuar la palabra de Dios, no es borrar una coma o tilde de la ley de Cristo, es simplemente acercar a quienes nos han visto como sus enemigos naturales. Por eso, tal vez la primera evangelización la necesitamos en nuestra propia cabeza.
Juan Ávila Estrada
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