De la Fuente de la Eterna Juventud
por En cuerpo y alma
En la línea de la piedra filosofal, la panacea que lo cura todo, el elixir de la vida, la ciudad de oro llamada Eldorado, tenemos la leyenda de la fuente de la Eterna Juventud.
Del propio evangelio puede extraerse un episodio inspirado o inspirador de la historia de la fuente, la piscina de Betesda:
“Hay en Jerusalén una piscina Probática que se llama en hebreo Betzatá, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Porque el ángel del Señor se lavaba de tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, recobraba la salud de cualquier mal que tuviera” (Jn. 5, 2-4).
En la que Jesús realiza el milagro de la curación de un pobre viejo tan enfermo que ni meterse en el agua puede, al que cura precisamente sin el concurso del agua:
“Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres recobrar la salud?» Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo.» Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda.» Y al instante el hombre recobró la salud, tomó su camilla y se puso a andar” (Jn. 5, 5-9)
Herodoto en su magna obra “Los nueve libros de historia” menciona una fuente en el país de los macrobianos que les daba excepcional longevidad:
“Tomando de aquí ocasión los Ictiófagos de preguntarle también cuál era la comida y cuán larga la vida de los Etíopes, respondióles el rey, que acerca de la vida, muchos entre ellos había que llegaban a los 120 años, no faltando algunos que alcanzaban a más; en cuanto al alimento, la carne cocida era su comida y la leche fresca su bebida ordinaria. Viendo entonces el rey cuanto admiraban los exploradores una vida de tan largos años, los condujo él mismo a ver una fuente muy singular, cuya agua pondrá al que se bañe en ella más empapado y reluciente que si se untara con el aceite más exquisito, y hará despedir de su húmedo cuerpo un olor de viola finísimo y delicado. Acerca de esta rara fuente referían después los enviados ser de agua tan
ligera que nada sufría que sobrenadase en ella, ni madera de especie alguna, ni otra cosa más leve que la madera, pues lo mismo era echar algo en ella, fuese lo que fuese, que irse a fondo al momento. Y en verdad, si tal es el agua cual dicen, ¿no se pudiera conjeturar que el uso que de ella hacen para todo los Etíopes, hará que gocen los Macrobios de tan larga vida?” (Libro 3, 23).
En algunas versiones del “Romance de Alejandro”, se describe a Alejandro Magno cruzando la tierra de la oscuridad para encontrar la primavera revivificante. Versiones aljamiadas del “Romance de Alejandro” fueron populares en la España de la Reconquista. La obra “Los Viajes de Sir John Mandeville” menciona también la Fuente de la Juventud a los pies de la montaña a las afueras de Polombe, la actual Kollam. Forma parte de la iconografía del gótico, y es notable la representación realizada por Lucas Cranach el Viejo en el año 1546.
Durante los tiempos de la exploración y evangelización americanas por los españoles, se difundió con éxito la leyenda de una tierra por nombre Bimini, en la que se hallaría dicha fuente. El cronista de las Indias Pedro Mártir de Anglería en una carta al Papa en 1513 menciona la posible existencia de la tierra en cuestión, aunque sea para decir que él no cree en ella. Y aunque Juan Ponce de León, descubridor de Puerto Rico y de Florida (a quien puede Vd. conocer mejor pinchando aquí) nunca la menciona en los escritos que han llegado a nosotros, sus biógrafos sí ponen en su pensamiento la búsqueda de la maravillosa fuente y del tal lugar Bímini.
El primero en hacerlo es Gonzalo Fernández de Oviedo en su “Historia General y Natural de las Indias” (libro 16, capítulo 11) escrita en el año 1535, es decir veintidós años después del descubrimiento de la Florida y catorce después de la muerte del descubridor. Y después Francisco López de Gómara en su “Historia General de las Indias” escrita en 1551; Hernando De Escalante Fontaneda en su “Memoria” escrita en 1575 el cual sitúa la fuente dichosa en la Florida, aunque duda que Ponce de León la estuviera buscando; o Antonio de Herrera y Tordesillas en su “Historia general de los hechos de los Castellanos en las islas y tierra firme del Mar Oceano”, publicada en 1601 donde la historia desborda ya todos los límites de la fantasía en la que afirma por ejemplo que los caciques de la zona realizaban visitas periódicas a la fuente en cuestión.
Como quiera que sea, en San Agustín, la primera ciudad de Norteamérica, precisamente en Florida, un parque el Parque Arqueológico de la Fuente de la Juventud (Fountain of Youth Archaeological Park), rememora desde 1860 y reformado en 1904 de acuerdo con el proyecto de Luella Day McConnell, situado en el lugar en el que luego apareció un cementerio de indios timucua evangelizados en lo que sin duda fue la primera misión de Norteamérica, la misión del Nombre de Dios abierta por los franciscanos en 1587.
La bella historia pudo actuar a modo de acicate en las aventuras sin límite que permitió a unos bravísimos españoles la exploración, la conquista, la colonización, la civilización y la evangelización de todo un continente.
©L.A.
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