Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Tu soledad comprendo, carpintero

Tu soledad comprendo, carpintero

por Sólo Dios basta

Uno de los últimos regalos que San José me ha hecho en su año ha sido predicar la novena de su Esposa, la Inmaculada, en Valladolid. Muy cerca del monasterio de la Concepción está el convento que tenemos los carmelitas descalzos en dicha ciudad. Un día voy a saludarlos y conocer de paso el centro josefino. Me obsequian con un libro que recoge poemas dedicados a San José. Tiene años, algo más de 50, se prepara en recuerdo del 100 aniversario de la declaración de San José como patrono de la Iglesia universal. Un concurso de poemas anima la ciudad de Valladolid para festejar dicha efeméride.  En este libro, Sombra de Dios, maduro de silencio, publican los que llegan al premio y una selección del resto.

Esos días finales de la novena a la Inmaculada, y por ello también del año de San José, disfruto con su lectura. Hay poemas de todo tipo y autor. Me sorprende cuando llego a una elegía. La escribe José María Pagador Otero, un estudiante de Periodismo y Derecho, que en aquel momento cuenta con tan solo 23 años. ¡Un joven universitario que dedica un poema a San José! ¿Real? ¡Sí!

Me lleno de emoción al ver lo que un joven de poco más de 20 años puede poner por escrito en verso sobre la vida de San José. El poema es un recorrido bien pautado de la vida de San José. Me meto en oración con estos versos y me dejo llevar. Aprendo aún más a querer a San José  y caminar con él. Las primeras estrofas recrean esos momentos de infancia de Jesús con María y José. Se introduce uno hasta lo más profundo de la cueva y más tarde hasta el corazón mismo de San José. Lo mejor es leerlo y hacer silencio. Aprender a vivir la Navidad de otro modo, dejando que San José nos muestre qué es la Navidad de verdad:

 

Tu soledad comprendo, carpintero.

Tienes un hijo y tienes agonía;

 tienes, pero no tienes, a María,

y en Dios eres el grande y el primero.

 

Bajo tu mano, un Dios tan diminuto

que cabe en un pesebre, bajo el frío.

José de soledad y de rocío,

de inmenso corazón y cuerpo enjuto.

 

José de la medida y la nobleza;

José de la amargura; José pobre;

amarillo José de piel cobre

desde quien todo un Dios nace y empieza.

 

Tienes una mujer, y aunque te duele,

del Espíritu celos te han herido.

Pero cuán pronto el celo va al olvido

y te nace otro celo, porque veles.

 

Pero, siendo su padre en alma y vida,

tu misma cara tiene y tu manera,

y lucha, como tú, por la quimera

del amor, en ti amada y aprendida.

 

Soledad, duro trabajo de carpintero, grandeza por estar junto a María y a Jesús, y pequeñez a la vez por ser criatura humana, corazón de padre y cuerpo trabajado, mirada profunda hacia el pesebre, nobleza y amargura a un mismo tiempo, penuria siempre para mostrar que Dios nace en la pobreza con su padre pobre, mujer que ha concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, celos que desaparecen al conocer el misterio, alma y vida de su Hijo, deseos de amor y de ser amado, soñar con el amor presente en este mundo que muere de frío y tinieblas,… 

Estos versos meten a todos en el corazón ese amor por San José, por quererlo, por imitarlo y sobre todo por descubrir que desde que Jesús nació en Belén tenemos un padre y señor que es quien guía, protege y ama sin medida la obra de su Hijo.  Además nos enseña a mirar siempre a su Esposa María y a su Hijo Jesús.

Gracias San José, por todo este año de gracias, han sido muchas, pero lo que no me esperaba era que ibas a terminar llevándome al lugar de estudios sobre tu persona y allí recibir un regalo tan antiguo y tan nuevo a la vez porque no deja de dar vida; todo es verso, elevación de la mirada y amor a ti. Y lo que más te agradezco es que esos mismos días me pones en el camino a un joven de esos mismos años que hace 50 escribe esta elegía sobre ti. Está buscando y te ha encontrado en tu Hijo, en la adoración perpetua de Valladolid después de ir a misa al convento de carmelitas descalzos donde se encuentra tu casa. No es casualidad que todo coincida y se manifieste tu grandeza. Eres padre,  guía, maestro y sobre todo un punto clave en mi vida como carmelita descalzo que sigue los pasos de la Madre Teresa de Jesús, una santa que en pleno siglo XVI empieza su obra con la fundación de su primer convento en Ávila poniéndolo bajo tu patrocinio. A él siguen otros muchos. Así con el discurrir de los años y los siglos, llegamos hasta el año 2021 donde en vísperas de clausurar tu año quieres que me acerque a ti bajo unos versos escritos por un joven que seguro que buscaba también a tu Hijo y a que ahora me sirven de recreo y oración  para seguir siempre muy cerca de ti.

Ha terminado tu año, pero la vida no, todo sigue y tenemos que aprender de ti todo eso que nos enseña el evangelio. Con toda tu sencillez haces una gran obra. Es hora de tomarla en serio y dejar que seas tú quien lleve mi vida hacia el encuentro con tu Hijo cada día, como has hecho este año, para que siempre viva unido a ti. Cuando pase la Navidad que sigamos en el camino. Hay aventuras por comenzar, jóvenes por conocer y libros por escribir. Por todo esto ahora, en  la víspera de Navidad, justo antes de la misa del gallo, releo, saboreo y rezo con este poema. San José, déjame ir contigo hasta Belén porque te quiero y Tu soledad comprendo, carpintero.

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