Si lo de Rouco no fue una agresión...
No hace falta recordar aquí los detalles de la agresión que cinco mujeres semidesnudas pertenecientes al grupo Femen perpetraron contra el cardenal Rouco. Los hechos son tan claros que no necesitan comentario, pensé. Pero parece que seguimos empeñados en negar lo evidente.
Dice el manido adagio que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y tres, y cuatro, y las que hagan falta... hasta setenta veces siete. Uno pensaba, en su incauta juventud, que las personas sensatas y de buena voluntad, sea cual fuera su ideología, podían estar de acuerdo en algunos hechos básicos, por pura decencia. Ahora que ya peino canas, debo rendirme a la evidencia de que no es así.
Me mueve a pensar así, en relación al caso de la agresión a Rouco, en primer lugar la repercusión del hecho. Imagínense que un grupo de cabezas rapadas hubieran amedrentado, con gritos, insultos, amenazas, empujones y lanzamiento de objetos a, por poner un ejemplo, el reconocido activista homosexual Pedro Zerolo. ¿Alguien duda de que el escándalo hubiera sido monumental, los más variopintos políticos, periodistas e incluso algún juez se hubieran rasgado las vestiduras, condenando la acción de inmediato, los agresores estarían ya encerrados y su grupo disuelto? Podemos imaginar muchas otras situaciones con idéntico resultado: una líder feminista, un activista negro, un imán musulmán... el resultado hubiera sido el mismo. En cambio, atacar por la calle a un obispo o, más sencillo, a un católico, no levanta casi ninguna indignación, sale gratis e incluso en la prensa te dan unas palmaditas en la espalda.
Pero lo que me ha acabado de convencer de que no tenemos remedio son las declaraciones del juez Marcelino Sexmero, el titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Madrid y portavoz de la Asociación de Jueces Francisco de Vitoria. El tal juez Sexmero ha afirmado que el acto contra monseñor Rouco no ha sido violento y ha declarado lo siguiente: "Yo no veo en ese acto más que un acto de libertad de expresión. En este país, con la que está cayendo, con seis millones de parados, la verdad es que la violencia en las manifestaciones es muy escasa”. Sólo le ha faltado pedir más actos violentos, que evidentemente no solo estarían justificados, sino que serían lo único decente que se puede hacer, y organizar el reparto de armas entre las hordas revolucionarias. El tal Sexmero hubiera encajado a la perfección en los tribunales que juzgaron las purgas estalinistas o en los tribunales del Tercer Reich al estilo de los que juzgaron a Sophie Scholl y sus compañeros de La Rosa Blanca.
Resulta evidente que la presión sobre los católicos en España, pasando de las palabras a las agresiones y al amedrentamiento físico, crece con cada día que pasa. Con una impunidad que estremece. Un día a alguien se le irá la mano y habrá una desgracia. Ese día alguien entonara aquello del "no es eso, no es eso", pero la mayoría mirará a otro lado, que siempre es más cómodo, y enseguida aparecerán voces, como las de Sexmero, que dirán que se lo había buscado, por homófobo o enemigo de las mujeres o cualquier otra tontería de esas que escuchamos día si día también. No es la primera vez que se repite esta historia y todos sabemos cómo acaba.
En el fondo no nos debería sorprender. ¿Qué hay detrás de los actos de las Femen o de las declaraciones del juez Sexmero? Rencor, prejuicio, hipocresía, odio. Los cristianos lo llamamos pecado y es algo enraizado en la naturaleza humana desde que nacemos (Gustave Thibon decía que el dogma del pecado original era tan evidente que no comprendía cómo alguien podía dudar del mismo) y que sólo la gracia puede vencer.