El monumento al defensor del catolicismo en América ya tiene emplazamiento en Madrid
por En cuerpo y alma
Y alguien me dirá ¿a quien llama Vd., Antequera, el defensor del catolicismo en América? Pues bien, ni más ni menos que a D. Blas de Lezo, autor de la heroica defensa en 1741 de la ciudad de Cartagena de Indias, plaza por la que pretendía entrar en el continente americano la pérfida Albión. Una defensa con la que el que todos llamaban Medio Hombre, y yo prefiero llamar el Manco-tuerto-cojo de Pasajes, -pinche aquí si desea conocer la biografía completa del gran marino español- no sólo prolongaba por tres cuartos de siglo la presencia española en América, sino que abría un nuevo y largo período de paz, garantizaba las definitivas adhesión del continente a Roma e implantación de esa magnífica lengua española que aún hoy se escucha hablar con tan variadas y maravillosas músicas en sus distintos rincones, y evitaba las consecuencias derivadas de la particular manera en que los ingleses se relacionaban con las poblaciones indígenas, y que ya analizamos en su día (pinche aquí si desea profundizar en el tema).
Alguien podrá argumentar que en perspectiva histórica, tres cuartos de siglo no son nada, y que al fin y al cabo, pasados los mismos, las naciones hispanoamericanas terminaron igualmente accediendo a la independencia.
No siendo falso tampoco es exacto: tres cuartos de siglo son tres generaciones, es bastante más de lo que una persona podía aspirar a vivir entonces y aún hoy día equivale a la entera vida de un hombre o una mujer. Pero además, y más allá del papel que las potencias europeas pudieran desempeñar en el debilitamiento y la crisis de España que hizo posible la independencia de lo que entonces no era otra cosa que la España ultratlántica, lo cierto es que no es lo mismo que los propios españoles lucharan los unos contra los otros para independizar unos trozos del territorio frente a otros, que el hecho de que ese mismo proceso lo hubiera protagonizado una potencia extranjera y ajena al ambiente cultural del entorno como lo era y lo es Inglaterra, cuyo protagonismo en el proceso no habría dejado de tener importantes consecuencias tan diferentes de las que se apuntan arriba.
Pues bien, D. Blas de Lezo, que con apenas seis barcos y 3.500 hombres, pero también con su talento y su arrojo, fue capaz de defender América de la flota más grande que habían conocido los tiempos, ciento ochenta navíos, -sesenta más que los enviados por Felipe II contra Inglaterra-, y 30.000 hombres, el mismo que pudo decirle a Vernon “dile a tu rey que para venir a Cartagena tendrá que construir otra escuadra mayor, porque la tuya no te va a servir ni para llevar carbón de Irlanda a Inglaterra”, tendrá por fin su estatua en Madrid. Y no en cualquier sitio, no, sino en la mismísima Plaza del Descubrimiento.
Así se ha decidido el pasado día 4 en reunión habida en el Cuartel General de la Armada y presidida por la alcaldesa de la capital del Reino. Una plaza que como se dice en la página web de la asociación Monumento a Blas de Lezo, promotora del monumento, “está presidida por la gran bandera nacional, la bandera de la Armada española y representa la presencia española en América”.
El monumento puede estar listo este mismo año, según me contó Iñigo Paredes, presidente de la asociación, cuando le entrevisté en el programa Diálogos con la Ciencia de Radio María. Por resolver, apenas uno de los enigmas: ¿quién será su autor? Apueste Vd. por Augusto Ferrer Dalmau, el gran pintor español de las batallas. Que lo haga él será garantía de que será bonito y de que será elegante.
©L.A.
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